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Luz que encandila

Desde hace varios años y sobre todo en la capital, la Unión Eléctrica lleva a cabo un programa de restitución de redes y otros elementos decisivos en la calidad del servicio y la seguridad de las viviendas como relojes y breakers. Foto: René Pérez Massola.
Desde hace varios años y sobre todo en la capital, la Unión Eléctrica lleva a cabo un programa de restitución de redes y otros elementos decisivos en la calidad del servicio y la seguridad de las viviendas como relojes y breakers. Foto: René Pérez Massola.

Tarifas que superan en mucho el consumo eléctrico tradicional sin haber aumentado la cantidad de efectos electrodomésticos ni el horario de encendido de estos, y demoras en el cambio de relojes y breakers  son motivo de un par de quejas recibidas  y que atañen a la Empresa Eléctrica de La  Habana.

Luis de Armas Suárez vive en San Antonio de los Baños, Artemisa, pero todos los  meses viene al reparto capitalino de Playa, a “darle vuelta” al apartamento de su hija, de  visita en el extranjero. Otro de los objetivos es  dejar dinero a la vecina para que se encargue  de pagar los gastos de electricidad y teléfono.  Por su parte, una hermana acude con frecuencia y cuál no sería su sorpresa al llegar hace  varias semanas y ver que, sin previo aviso,  “habían cortado la luz y como consecuencia  se echaron a perder algunos productos dentro  del refrigerador”.

La empresa alega que se adoptó esa decisión por impago de una cuenta de casi 2 mil  pesos, monto que Luis cuestiona, porque el  único equipo que mantienen funcionando es  un refrigerador Samsung, el cual abren cada  15 o 20 días.

Plantea haberse entrevistado en la entidad con Josiel, quien le dijo que tenía que pagar y luego hacer la reclamación, ante la cual  acudieron inspectores. “Uno dio su opinión por escrito, con una tachadura y sin firmar y todos reconocieron que es difícil el acceso a los relojes de los 10 apartamentos del edificio, sito en calle 34,  No. 2714, entre 29 y 27, y que aquellos están en buen estado al igual que los cables exteriores”, puntualiza el lector.

En su carta anexa copia de los recibos con valores que no superan los 20 pesos, hasta el que debía liquidar en junio, ascendente a mil 955 pesos. Igualmente expone  que en otras ocasiones se había quejado  porque dejaron recibos de cobro de hasta 50  pesos, aunque no tuvo que pagar y recibió  disculpas con la sencilla frase de “ha sido  un error”. Pero Luis va más allá de una denuncia personal, porque en las visitas obligadas para reclamar sus derechos, siempre ha visto cola para las quejas por el mismo tema.

Un cuartico se alquila

Zulema Raymat vive en calle K, No. 15 entre 11 y 13, en el Vedado,  y espera ansiosa por el cambio de relojes y breakers. La novedad no es el motivo, sino el deterioro de esos elementos cuya instalación supera los 70 años.

Conexiones sin empalmar, incluidas múltiples “tendederas”, relojes oxidados y calzados con madera corroída son algunos de los problemas que enumera y que pensaba hace mucho tiempo iban a estar resueltos,  pues desde diciembre del 2013 comenzó en su   zona la reposición de los mencionados aditamentos.

Sin embargo, su edificio no fue incluido y al preguntar  a los técnicos le dijeron que acudiera a la organización básica eléctrica para hablar  con el compañero Leopoldo Ibáñez. En dos oportunidades, expresa, este le informó que no tenían  presupuesto para llevar a cabo los trabajos.

Zulema no entiende esa respuesta, porque en el 2012 unos inspectores estuvieron en el inmueble y manifestaron que se haría el cambio. No ha tenido descanso, sus quejas fueron  desde la delegada del consejo hasta el gobierno en el municipio.

Cuenta que las esperanzas de remedio renacieron con el programa Libre acceso, de la  televisión, donde comparecieron especialistas  de la Unión Eléctrica. Llamó, su caso fue uno  de los que salió al aire y a los dos días la visitaron y le plantearon que habría solución. Pasado un mes llegó una brigada que comprobó  el peligro que existe, sobre todo en su casa,  pero no pasó nada más.

Ha transcurrido otro mes y medio sin acciones concretas y de una forma que ilustra  su disgusto significa: “Se acabó el agua de mi  canasta”.

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