“El níquel es todo para mí”

“El níquel es todo para mí”

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Foto: César A. Rodríguez

“El níquel es todo para mí”, dijo sin ambages Wilmedis García Hernández, cuando le preguntamos qué representaba para él esta industria, donde por los aportes realizados se hizo merecedor del título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Desde que siendo un jovencito comenzó su vida laboral como aprendiz en el taller de maquinado de la fábrica Pedro Sotto Alba, de Moa, se ha mantenido fiel a su profesión de mecánico-innovador, siempre dispuesto a solucionar los más disímiles problemas.

No resulta extraño entonces encontrarlo en lo que considera su segundo hogar, al frente de un taladro radial, enfrascado en la fabricación de un entredós para una bomba de azufre. Accede a hacer un alto para responder a nuestras preguntas.

¿Cómo fueron sus inicios en la industria del níquel?

Con solo 13 años de edad di mis primeros pasos en la fábrica; por aquel entonces existía el movimiento de aprendices y empecé de ayudante de Miguel Rey, un hombre que me enseñó mucho, pero tuve que dejarlo porque fui llamado al servicio militar.

Cuando me licencié de las FAR volví para lo que ya consideraba mi centro de trabajo. De forma oficial comencé en el taller de maquinado en octubre de 1979, y desde entonces he permanecido en el mismo puesto, una vida dedicada a la mecánica.

Aprendí rápido, a los dos años y pico ya era mecánico A, me formé de forma práctica con mis compañeros más experimentados y la parte teórica en los libros; empecé a coger trabajos de mayor exigencia y cada seis meses me presentaba a evaluación.

De ahí en lo adelante asumí cualquier tipo de trabajo, algunos de gran complejidad, y cuando tenía dudas llamaba a Miguel Reyes, Mario Serrano y otros experimentados mecánicos y salía del problema, costumbre que mantengo, pues muchas veces una persona menos calificada te enseña un detalle o solución. Lo que sí uno no puede creerse es que se lo sabe todo, siempre hay algo que aprender, en la mecánica se descubre algo todos los días, hay que hacer cosas, hay que innovar, hay que recuperar, más en un taller de una fábrica tan compleja como la Pedro Sotto Alba, donde se trabaja las 24 horas.

Dicen que cuando ocurre una emergencia en la fábrica, hay que contar con Wilmeris.

Sí, hay una realidad, cuando adquieres ciertas habilidades y conocimientos, hay trabajos específicos que te corresponden, quizás haya más mecánicos, pero quien le conoce el quid a la cosa es uno y por eso le toca acometerlos.

Por ejemplo, ayer mismo, a las cuatro de la tarde, la hora de la salida, se presentó una avería y me dieron la tarea de resolverla, me dijeron: Wilmeris, hace falta hacer una pieza como esta”, y no me fui hasta las nueve de la noche, cuando la terminé y dejé el equipo funcionando.

Eso es normal, a mí me han venido a buscar un fin de año, un 31 de diciembre, un 26 de Julio, y me he ido a trabajar, he dejado un puerco asado en la casa y he regresado a medianoche, incluso hasta un 12 de agosto, el día de mi cumpleaños.

La producción continua no se puede parar, cualquier avería hay que resolverla de inmediato, ya mi señora lo sabe y mis hijos también, nosotros tenemos que dar respuesta a los requerimientos de un proceso como el del níquel.

Esa fue la enseñanza que recibí desde que comencé y la sigo poniendo en práctica, uno siempre está aportando, pero cuando uno ve el resultado no le pesa seguir luchando, si hace una inventiva y vio que le dio resultados se enorgullece.

Usted cuenta con una relevante hoja de servicio como innovador. ¿Cuándo se incorporó a este movimiento?

Yo casi soy fundador del movimiento de innovadores en la fábrica, pues vengo participando desde los primeros foros, presentando trabajos, innovaciones y he tenido la suerte de que casi todos han recibido reconocimientos; eso me sirve de satisfacción.

Nosotros siempre hemos tenido que estar inventando, incluso ahora que estamos con la compañía extranjera; ellos al inicio no entendían mucho su importancia, sin embargo, después se dieron cuenta de que hacía falta innovar, racionalizar, que eso da resultados.

A lo largo de sus años de existencia nuestra industria ha contado con buenos innovadores y racionalizadores, mecánicos de la talla de Pepe Abdala, Arístides Pinto, Miguel Rey, ellos fueron quienes me enseñaron, yo lo que he hecho es continuar su obra.

Sabemos que son muchas sus innovaciones, por eso quisiéramos se refiriera a las más importantes, las de mayor impacto.

La verdad es que son muchas, como la recuperación de un agitador de azufre, que cuesta alrededor de 80 mil dólares y tenía el eje de varios metros muy virado, pero con un poquito de habilidad y maña logré enderezarlo y todavía está trabajando.

Otro trabajo que para mí tuvo mucha connotación fue la reparación del rotor de la planta de gases, el cual tuve que soldarlo a una temperatura de más de 700 grados centígrados y comenzó a trabajar como un reloj.

Ese componente lo habían mandado a buscar a Canadá, por eso al verlo funcionar correctamente, el representante de la firma extranjera quedó admirado, me llamó y me dijo: “Wilmedis buen trabajo, hace falta hacer otro similar”.

Un gran impacto ha tenido la fabricación de zapatas para las crucetas de los compresores de recirculación de ácido de la planta de ácido y de bujes para las bielas de los compresores industriales.

Pero me han dicho que por sus habilidades es requerido por otras empresas, con las cuales colabora.

En más de una ocasión me han solicitado ayuda para trabajos de envergadura, como cuando logré recuperar el eje de la turbina de la termoeléctrica de Felton, que limitaba su capacidad de generación y por eso recibí un reconocimiento especial del Partido.

Nosotros nos hemos especializado en rellenar las chumaceras con metales patentes resistentes a la fricción, lo cual da muy buenos resultados, y apoyamos en eso a otras entidades como el combinado lácteo y el hospital de Moa, la fábrica de chocolate de Baracoa, muchas veces en horario extra y de forma voluntaria.

Esa labor consagrada fue reconocida este año con el otorgamiento del título de Héroe del Trabajo. ¿Estaba entre sus aspiraciones?

Te voy hablar con honestidad, al inicio yo empecé a obtener algunos resultados, algunas distinciones, premios relevantes de la Anir, vanguardia nacional, y no me percataba de esa posibilidad, pero al cabo del tiempo sí, sobre todo a partir de recibir las órdenes Lázaro Peña, tuve la certeza de que si la salud no me traicionaba podía llegar a Héroe del Trabajo.

Claro, para lograrlo he contado con el apoyo no solo de mi colectivo laboral, sino también de la familia, de mi esposa Virgen en los quehaceres hogareños —no sé ni lo que es ir de compras a la bodega— y mis hijos Wilmedis y Suraimi, que son economista y profesora, respectivamente.

En cierta medida ha seguido el ejemplo de ese gran minero que fue su padre Güelfo García.

Efectivamente, muchos dicen que he seguido su ejemplo, aunque por caminos separados, él en el cromo y yo en el níquel. Teníamos caracteres parecidos, rectos, emprendedores, y los dos fuimos delegados al Congreso del Partido y ciudadanos distinguidos de Moa.

A lo largo de mi vida lo único que he hecho es trabajar, ayudar a mi fábrica y a la Revolución, con hechos concretos, con trabajo, disciplina e identidad, porque lo más lindo que hay es tener moral para poder mantener la frente en alto.

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