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“Fue difícil decidirme, pero era mi deber”

 Leosvel en el campamento en Sierra Leona antes de comenzar a atender a los pacientes. Foto: Cortesía del entrevistado
Leosvel en el campamento en Sierra Leona antes de comenzar a atender a los pacientes. Foto: Cortesía del entrevistado

Otro año, otra misión internacionalista y otra vez Leosvel Pérez Gutiérrez, médico del municipio camagüeyano de Vertientes, antes de partir le deja un regalo a su esposa: un bebé a punto de salir del vientre materno. “Es la segunda vez que me sucede”, me cuenta desde allá, desde Sierra Leona, las tierras del continente africano que lo acogen ahora a él y a otros tantos galenos cubanos que prestan sus servicios, porque el brote del virus del Ébola preocupa a todos.

Son más de 250 los que laboran en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry; son 14 los camagüeyanos y entre ellos está Leosvel, un médico general integral de 42 años que ya ha trabajado en otros países como Guatemala y Venezuela.

Toda esa información no me la cuenta su ficha técnica, sino él mismo mediante las comunicaciones que sostenemos a través del correo. Y es que le gusta conversar, y agradece mucho el interés de esta periodista que le llena la bandeja con preguntas curiosas de cómo es la cosa allá tan lejos, de cómo lo hace…

La interrogante de por qué dio el paso al frente para participar en una misión tan arriesgada, no demoró mucho tiempo, tampoco su respuesta: “En cuanto supe la noticia del brote epidémico comenté con mi esposa la posibilidad de ir de misión. Luego el director municipal de salud me llamó una noche por teléfono a la casa y me preguntó si estaba dispuesto a ir. Y claro que dije que si.

“Pero no fue fácil decirlo debido a mi situación familiar, a mi esposa embarazada. Fue difícil decidirme y dejarla en un momento así, pero el deber y la palabra empeñada no me hacían retroceder.

“Además, mi familia me hizo mantener mi postura. Mi madre, mis hermanos… todos estaban preocupados y tienen miedo todavía, pero confían en mi”.

Cuando llegó a esas tierras recibió una segunda preparación técnica “sumamente exquisita y exigente atendiendo el riesgo al que nos vamos a enfrentar, por lo que la protección y el cuidado personal y entre compañeros es lo primero y más importante”,  aseguró.

Primero esperaban por la construcción de hospitales avalados por la OMS, y mientras tanto practicaban una y otra vez cómo ponerse y quitarse los trajes impermeables con plena seguridad, porque no puede quedar ni un milímetro de piel afuera, aunque el calor sea muy fuerte.

En sus correos aclaraba que las condiciones son muy buenas, y que se alimenta bien porque, como explica, “hay que estar listos para enfrentar las agotadoras jornadas de trabajo con pacientes y no caer en inmunodepresiones o estar vulnerables a otras enfermedades”.

Desde hace 15 días Leosvel escribe menos, se agota más, ya comenzó a trabajar directamente con los pacientes. Cuando me dio la noticia no le pude decir que tenía miedo por lo que podría suceder, solo recordarle que se cuidara.

Pero como si intuyera mi pesar, me explicó que él sabe que esta misión es compleja que “es un gran reto, personal, y para todo nuestro pueblo, por lo que lo asumimos con valentía y responsabilidad para minimizar los daños que pudiéramos correr.

“Es una gran experiencia y es una forma de demostrar que estamos   a la altura de nuestras generaciones anteriores, con nuevos retos y bajo otras circunstancias. Este es nuestro Moncada, nuestra Angola”.

Y yo le entiendo, pero no puedo dejar de preocuparme y mucho más ahora que mientras intento poner un punto final a esta historia llega la noticia de que uno de sus compañeros, Félix Báez, se contagió. Pero rápido me escribe y me dice: “La noticia es dura para todos, pero seguimos trabajando y con grandes esperanzas de que se va a recuperar”. Yo también lo espero.

 

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