Icono del sitio Trabajadores

Excesos en el cobro de la electricidad: ¡Pague, luego reclame!

Una muestra del “terrible” recibo que le llegó a Agustín el pasado mes de mayo. Foto: Gabriela López
Una muestra del “terrible” recibo que le llegó a Agustín el pasado mes de mayo. Foto: Gabriela López

 

Agustín Bañal, Genoveva Susé y Noemí Guerra no se conocen entre sí y viven en municipios diferentes, pero aunque sus núcleos familiares los integran solo tres personas, en los últimos meses han sufrido algo en común: les han llegado recibos de cobro mensual de electricidad con sumas de dinero exorbitantes, tanto que casi invocan a sus “dioses” para no morir por el disgusto.

En mayo pasado, Agustín recibió su cheque con la impresionante cifra de ¡mil 828 pesos! En ese mismo mes, el comprobante a Noemí le pareció nacido de fantasiosa novela de ficción: ¡mil 197 pesos!, mientras Genoveva, quien con sus 90 años dice no estar para tales sustos, en septiembre recibió una cuenta sorprendente: ¡868 pesos!

Bañal creyó que le había llegado su momento

Bañal, quien labora en el ICRT y vive en la calle 9, entre J e I en el Vedado, pensó que si no murió hace 23 años cuando lo operaron del corazón, ahora sí le había llegado su momento. Su promedio mensual de consumo de electricidad oscila entre 8 y 18 pesos, pero de ahí a mil 828 va un largo trecho. “Mire, yo nunca he tenido todo ese dinero junto”, aseguró.

“Cuando me dieron el recibo pregunté al cobrador si eso estaba bien y por su respuesta afirmativa me fui para la oficina comercial y pedí la visita de un inspector, quien revisó el reloj de la casa y me dijo que había un error”, recuerda.

Al volver a la oficina ya estaba escrita la resolución donde indicaba que tenía que pagar y después discutir.

¡“Usted se imagina mil 828 pesos en un mes! Yo nunca he tenido ese dinero junto”, asegura Agustín Bañal. Foto: Gabriela López

“Exigí un nuevo inspector, que revisó lo que su colega inspeccionó antes y no halló problema alguno. Se ‘esfumó’ el error y en la oficina me dieron un comprobante —por 26,10 pesos— pero nunca me explicaron por qué me quisieron cobrar los mil 828 pesos iniciales”, subraya.

La guerra de Noemí

Noemí trabaja en Playas de Este. Vive en calle Cuarta y Final, en el reparto Vía Blanca, Guanabacoa, y en mayo pasado le llegó un recibo por mil 197 pesos. “La casa normalmente está vacía hasta después de las cinco de la tarde. En invierno gastamos 30 o 35 pesos y en verano podemos llegar hasta 50 o quizás un poquito más.

“Con el talón en la mano fui a la oficina comercial de Guanabacoa para reclamar y a los pocos días vinieron dos inspectores, quienes revisaron el reloj y no encontraron ningún problema. Como no hallaron nada supusieron que sí hubo un problema que yo había solucionado. Por lo tanto, ellos no tenían ninguna responsabilidad.

“Sencillamente había que pagar y el cobro tenía que ser en tres plazos. Me quejé, y como si fuera un consuelo, me impusieron cuatro plazos a 299,95 pesos cada uno (más el cobro del mes). Si no estaba de acuerdo, debía reclamar en la Organización Básica Eléctrica provincial (OBE), en Boyeros y Capdevila. ¡Imagínese usted!”, subrayó Noemí.

Noemí recibió una cuenta de mil 197 pesos en el mismo mes de mayo. “Si no está de acuerdo puede reclamar en la OBE provincial en Boyeros y Capdevila”, me dijeron. “Eso representaba, además, que no podía ir a trabajar ese día”. Foto: Agustín Borrego

 

Pero los “problemas” no terminaron ahí. En julio le llegó —y pagó— el recibo de 299,25. “El de agosto no me llegó y en septiembre el cobrador pidió que se lo pagáramos directamente a él porque no tenía comprobante. No me gustó eso. Pagué en la oficina, y para colmo me dieron un recibo escrito a mano, sin fecha ni nada.

“En octubre solo nos llegó el vale del consumo normal del mes, pero traía escrito a mano los dos plazos que debíamos de 299.25 cada uno. También eso me pareció bastante extraño y no los pagué. En esa situación estoy hoy. He pagado dos meses y debo otros dos de pago exorbitante. ¿Me devolverán mi dinero?”, se preguntó sin optimismo.

El susto de Genoveva

Genoveva, residente en Rabí y San Bernardino, en Santos Suárez, no tuvo tan mala suerte como Noemí. Al recibir su cuenta de 868 pesos en septiembre pasado, su hija y su yerno fueron a la oficina comercial, en Rabí y Enamorados, e hicieron su reclamación. “Una inspectora revisó el reloj y comprobó que había ocurrido un error. Nos dio otro cheque por 40 y pico de pesos”, refirió a este reportero.

“Pero mire, en junio del año pasado también vino una cuenta de 400 y pico de pesos y mi yerno tuvo que ir a la oficina de Santos Suárez y exigir que comprobaran el error existente, que él no iba a pagar. Fue varias veces y en todo momento explicó que no iba a pagar, porque lo primero que dijeron es que tenía que hacerlo y después reclamar. Por suerte, comprobaron el error.

“Otra cosa, recuerda, hace solo dos o tres meses la cuenta vino por 23 pesos y centavos y el cobrador pidió que le diéramos el dinero exacto, pues él no tenía cambio. Si no lo teníamos, entonces tendríamos que ir a la oficina y efectuar el pago. Le expresamos nuestro desacuerdo y respondió que si lo creíamos pertinente nos quejáramos en la oficina.

“No le pagamos y mi yerno tuvo que ir a la oficina a quejarse, y decir que aunque disponía del dinero, de ninguna manera iba a pagar allí y no íbamos a permitir que nos cortaran la luz. Exigió que le cobraran aquí en la casa, lo que al final sucedió. Menos mal”, suspira.

Noemí explica los pormenores de su caso. “Aún me restan por pagar dos meses por 299,25 pesos cada uno”, indica indignada. Foto: Agustín Borrego

¿Serán los únicos?

Son muchas las interrogantes que provocan lo sucedido a esas tres personas. ¿Serán las únicas en similar situación? ¿Por qué eso de pagar primero y discutir después? ¿Es tan difícil para una empresa darse cuenta que si el pago promedio es de 20 pesos —por ejemplo— es extraño que de buenas a primeras el consumo sea de mil 828 pesos? ¿No hay fórmulas para comprobar lo realmente sucedido? ¿Si hubieran pagado de inicio, cuánto les hubieran devuelto? ¿Cuántas personas no habrán pagado los “excesos” sin haber discutido? ¿Cuál es la defensa del cliente ante fenómenos de este tipo? ¿Cómo devolverán a Noemí el dinero que ya ha pagado?

Ciertamente los consumidores tienen que saber defenderse a como sea. Pero, ¿qué le podríamos pedir a Genoveva con sus más de 90 años? o ¿tendríamos que obligar a Agustín, y a Noemí y su esposo, quienes laboran en Guanabo, a dejar de trabajar y entablar una reclamación que en las más de las veces no se sabe cuándo concluirá?

Los casos de Agustín, Genoveva y Noemí constituyen fenómenos que envenenan el ánimo del ciudadano, son caldo de cultivo de la corrupción, y que —para colmo— suceden con alarmante frecuencia durante el cobro del consumo eléctrico.

Compartir...
Salir de la versión móvil