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Nicolás Guillén en la cultura cubana

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Por Ernesto Montero Acuña

Muy temprano, Nicolás Guillén asumió con solidez la defensa de la cultura nacional, tanto en sus iniciales columnas periodísticas como en una posterior obra poética que caló, cada vez más, en las profundidades de lo cubano y acentuó, persistente y creativa, sus valores genuinos en Motivos de son, 1930, y en West Indies Ltd., 1934, pero a través del puente que fue Sóngoro cosongo, en 1931.

Fueron como peldaños de una evolución en que la llamada poesía de la negritud, que en otros fue moda, adquirió en él la condición de modo, un fenómeno relacionado con la ascendente “responsabilidad social del arte”, lo cual provocaba que fuera “saliendo más a flor de pueblo el negro en Cuba”, con lo que, a su vez, deja este […] “de ser una decoración, un motivo de risueña curiosidad, y se mete en el papel verticalmente humano que le corresponde.” (1)

Así, en su análisis Cuba, negros, poesía: esquema para un ensayo, publicado en la Hora de España (Valencia), noviembre de 1937, Guillén se extendía acerca de este asunto, como antes lo había hecho en sus disertaciones en el Club Atenas (2), en 1930, y en la sociedad femenina Lyceum, de La Habana, en 1932, donde esta visión llegó a adquirir mayor desarrollo (3) en 1945.

En su disertación valenciana, contextualizada por la Guerra Civil Española, explicaba que el contenido hacia “una poesía de proyección nacional”, lo daría “el negro en carne viva, desollado por el látigo; el negro fundido con el blanco; el autóctono sustituto del indio, y el hombre que lo esclavizó. Drama afroespañol: toda la imborrable mulatez de la Isla”.

A partir de lo onírico, nacieron los poemas de Motivos de son que, como cuenta el poeta, le fueron entregados “a [Gustavo] Urrutia para su página [Ideales de una Raza, del Diario de la Marina] y en ella aparecieron publicados un domingo, me parece que el 20 de abril de 1930, apenas unos días después de haber sido escritos”.

Exponía en su segunda disertación del Lyceum: “Supongo que fueron una novedad interesante, porque provocaron un movido escarceo en el tranquilo medio literario de entonces. ´Nadie ha hallado tan puro como usted lo da -me escribía en una carta fechada en Madrid, al mes siguiente, Alfonso Hernández Catá (4)- el elemento poemático de esa confluencia racial que hace de La Habana uno de los sitios más artísticos del mundo…´”

En su recuento, Guillén agregaba: “Al año siguiente apareció un libro más pleno, el Sóngoro cosongo, en el que los acentos iniciales surgían desenvueltos, tratados con mayor ambición lírica, pero sin dejar de la mano el hilo de Ariadna de lo popular”, aunque lo hacía con cierta evaluación autocrítica: “Salvo alguno que otro poema («Llegada», «La canción del bongó»), éstos carecen de preocupación humana trascendental.”

La ocasión que revelaba el choque áspero de su cuerpo con la vida, ocurrió “tres años después, en 1934, con la aparición de West Indies, Ltd., que ya expresa brutalmente el conflicto entre el poeta y el medio en que trabaja y vive. El poema que da nombre al volumen es una larga sátira que nada perdona:

“¡West Indies! Nueces de coco, tabaco y aguardiente.

Éste es un oscuro pueblo sonriente,

conservador y liberal,

ganadero y azucarero,

donde a veces corre mucho dinero,

pero donde siempre se vive muy mal.”

A continuación aseguraba: “El verso ya no cascabelea”, porque […] “El son no es el del negro bembón, chulo, a quien sostiene la mujer, vistiéndolo de dril blanco y zapatos de dos tonos, sino el del trabajador que muere en una faena cuya dureza bárbara no resiste su cuerpo mal pagado, o que se desploma sin lograr trabajo, seco de hambre en las calles.

“Me matan, si no trabajo,

y si trabajo, me matan:

siempre me matan, me matan,

siempre me matan.”

Según él, “no rompe el negro a cantar de un desgarrón […] Pero a medida que crece la proyección social del arte en el mundo (especialmente después del primer cataclismo mundial) va saliendo a flor de pueblo el negro en Cuba. Paulatinamente deja de ser una burlesca decoración, un motivo de risueña curiosidad, para convertirse en hombre.”

De ahí que “Al llegar a estas tierras del Caribe cuanto en París significaba nota de exotismo para revivir una sensibilidad adormecida por la guerra y por la civilización, no fue una novedad sorprendente, pues que Cuba es un agregado social en que lo negro mezclado con lo blanco resulta el precipitado de cubanidad más genuino y universal: la mulatez, que va desde la piel hasta el espíritu, a través de un proceso histórico de cuatro siglos, dramático en grado sumo.”

Sobre lo cual concluye que ese “conflicto presenta aquí […] dos aspectos: uno rítmico, y otro, humano o social”; primero, el del son que el poeta asimila del Sexteto Habanero y del Trío Matamoros; y segundo, el que le viene de las doctrinas políticas y económicas, en el que se incluye el proveniente de su evolución raigal, de la cultura cubana en tránsito, con antecedentes, en su caso, en lo periodístico.

En su sección Pisto Manchego (5) del periódico El Camagüeyano escribía el 29 de marzo de 1924: “La República atraviesa verdadero momento de crisis. Vivimos en pleno escándalo, en el que todos los tonos, desde el grave hasta el agudo chillón, ponen su nota pintoresca”.

A lo mismo retorna el 6 de mayo: “La política en Cuba, sobre todo, es la ruina de muchas voluntades y la perdición de muchas inteligencias que actuando en otras actividades hubieran seguro resplandecido entre los suyos”.

Rayano en el antiimperialismo, no en el nacionalismo, es el del 10 de abril del propio año: “Nos estamos americanizando demasiado. Si no hay una fuerza salvadora que ataje a tiempo esta disolución de nuestra personalidad, no solamente bailaremos y cantaremos en inglés, sino que llegaremos “a pensar” en inglés”.

Sobre ello resultaba contundente: “En el caso concreto del danzón, la pieza cubanísima, puede observarse cómo ha sido sustituida por el fox americano hasta en el extremo de que en los programas de nuestras fiestas, en los repertorios musicales de nuestros cines, se habla en inglés al alma que debe de sentir lógicamente en español”.

Suena a Martí.

“Acerca de la expresión lírica de lo social cubano”, manifestó en la Charla en el Lyceum: […] esta poesía avanza en dos direcciones: una polémica, que descubre y señala el conflicto de sangres sofocado pero latente, y otra de inconformidad económica, que reacciona contra un medio deformado por la injusticia y el privilegio. Ambas revolucionarias.”

Y las dos portan la síntesis del amo más el esclavo, integrados, para producir una obra profundamente nacional, una poesía que “no es una pura destilación idealista”, sino reflejo de las condiciones de la época y resultado de su Poeta Nacional.

 

(1) Nicolás Guillén: Cuba, negros, poesía: Esquema para un ensayo, Hora de España (Valencia), X-937. Citas tomadas de Cuba, en el ala de nuestro tiempo, ed. Letras Cubanas, 1995, pp. 32-41.

(2) Nicolás Guillén: Conferencia en el Club Atenas de La Habana, pronunciada el domingo 24 de agosto de 1930.

(3) Nicolás Guillén: Presencia en el Lyceum y Charla en el Lyceum, consultadas en Cuba, en el ala de nuestro tiempo, ed. Letras Cubanas, 1995, pp. 14-31 y pp. 83-105.

(4) Alfonso Hernández Catá (Salamanca, 1885-Río de Janeiro, 1940): Periodista, escritor, dramaturgo y diplomático. Fue embajador de Cuba en varios países, incluido Brasil (1938), donde murió en un accidente de aviación al sobrevolar la Bahía de Botafogo, en Río de Janeiro, el 8 de noviembre de 1940.

(5) Nicolás Guillén: Pisto Manchego, tomo I, ed. Letras Cubanas, La Habana, 2013, Tópicos nacionales, p. 81; Divagaciones y consejos, p. 212; y Nacionalismo, pp. 125 y 126.

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