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La conciencia no hay que importarla

Parada de autobús Cuba
Foto: Eddy Martin

Para planteamientos equidistantes vuelve a escribirnos Lisette García O’Farril, asidua lectora de Trabajadores.

Resulta que esta vecina del municipio del Cerro “quiere felicitar en grande al colectivo de Variedades Monte, donde la mayoría labora con eficiencia”, sobre todo en las áreas de carnicería y heladería, asegura.

Para ella ese grupo de empleados tiene las virtudes necesarias y dignas de imitar en cualquier unidad de servicios: atención rápida, con calidad y buen trato.

Sin embargo, está preocupada porque se ha convertido en regla que los choferes de los P-6, P-8 y P-9 no hagan la parada oficial en la calle Cristina hacia Centro Habana y lo mismo dejan pasajeros en el parque de Vía Blanca y Diez de Octubre que en el semáforo de La Lechera.

No hay inspector que controle esto. Así ocurría hace un año cuando acudió a esta sección. En ese momento la respuesta de la Dirección Provincial de Transporte fue ubicar a una compañera, a la cual según la lectora ningún chofer se le iba.

“Agradecimos aquella decisión y jocosamente pedí que clonaran a la inspectora para resolver idénticos problemas en otras paradas. Pero cuando más embullados estábamos nos la quitaron y da pena ver a viejitos y a mujeres con bebés cargados corriendo detrás de las guaguas”, subraya.

Su reflexión es la de muchos. La escasez de ómnibus obliga a adoptar medidas organizativas y una de ellas debería ser la ubicación de personal especializado al menos en las paradas de más concentración de pasajeros. Las indisciplinas de los choferes no pueden mezclarse con la falta de equipos y piezas de repuesto. La conciencia, como dice Lisette, no hay que importarla.

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