A Camagüey, otra vez

A Camagüey, otra vez

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El millonario y la maleta, por Teatro del Viento. Foto: Del autor
El millonario y la maleta, por Teatro del Viento. Foto: Del autor

En esta ciudad legendaria —encrucijada de historias reales y soñadas— la gente ama el teatro. Las salas casi siempre están llenas, las ovaciones son cerradas. Está visto: el Festival Nacional de Teatro no podría tener una sede mejor que Camagüey. La XV edición de la fiesta ha acogido propuestas de lo mejor de la escena cubana contemporánea.

A algunos les parecerá que quedaron fuera algunas puestas valiosas: puede ser, toda selección es subjetiva. Otros, ante la calidad de los espectáculos que se presentan, dirán que las muestras de anteriores citas fueron más contundentes. También puede ser. El teatro cubano —hay que decirlo con absoluta franqueza— no vive sus mejores tiempos. Pero eso no hay que achacárselo a los organizadores del festival, que en sentido general están haciendo bien su trabajo.

La tan llevada y traída crisis de la escena nacional tiene aristas que ahora mismo no vamos a enumerar. Por ahora reconozcamos el desempeño de creadores y agrupaciones, protagonistas de un teatro vivo, palpitante, en La Habana y en otras ciudades del país. Porque está comprobado que cuando median el talento y las ganas de trabajar, el fatalismo geográfico hace menos mella.

Freddys Núñez Estenoz y su grupo Teatro del Viento son un ejemplo: desde Camagüey se han erigido en referencia nacional, con puestas reconocidas en varias ediciones de este mismo encuentro. Para celebrar el bicentenario de una camagüeyana ilustre, Gertrudis Gómez de Avellaneda, han escenificado uno de los últimos textos de la poetisa y dramaturga: El millonario y la maleta.

El trabajo de dramaturgia de Norge Espinosa es la base de un espectáculo chispeante y desprejuiciado. El público lo recibió muy bien, al menos lucía muy divertido. Núñez acentúa la comicidad de la fábula con una caracterización muy enfática e hilarante de los personajes, que coquetea con lo grotesco.

Hay un regodeo decidido en determinadas situaciones, que muy bien se prestan a guiños y puntuales digresiones. La trama de enredos y equívocos llega a parecer, con toda intención, puro pretexto para el juego de máscaras.

Pero aquí faltó un poco de contención. Algunos personajes (y actores) rompen el equilibrio tonal, no pocos planteamientos ameritaban más concreción —menos tiempo— sobre escena.

Teatro de la Luna regresó al festival con un clásico de su repertorio: Delirio habanero. Esta ha sido indudablemente una de las más populares puestas de la compañía que dirige Raúl Martín. El fabuloso texto de Alberto Pedro toma cuerpo en un espectáculo sólido, redondo, que hemos elogiado desde estas mismas páginas. En ese sentido, nada que agregar. La novedad está en el elenco.

Todavía se recuerdan las magníficas interpretaciones de Laura de Uz, Amarilys Núñez y Mario Guerra, aplaudidas hasta el cansancio hace algunos años. Los intérpretes de ahora mismo están a la altura de esa leyenda.

Delirio habanero, a cargo de Teatro de la Luna.  Foto: Del autor
Delirio habanero, a cargo de Teatro de la Luna. Foto: Del autor

Yordanka Ariosa, Luis Manuel Álvarez y Yasel Rivero han bordado sus personajes, es notable su compromiso con la historia, el trabajo extraordinario en la caracterización. Y lo mejor es que los tres no repiten esquemas heredados de sus antecesores.

Ariosa y Rivero —interpretando a dos seres delirantes que dicen (creen) ser Celia Cruz y Benny Moré respectivamente— logran el milagro de revivir a dos mitos de la música cubana, presencia incuestionable.

El XV Festival Nacional de Teatro es todavía joven. Habrá tiempo para disfrutar otras puestas, para niños y adultos. Además de la programación en salas y plazas, hay varias exposiciones de artes plásticas y una importante sección teórica, Volvernos teatro, de las que hablaremos con más detenimiento.

Hasta el sábado, Camagüey será el epicentro del arte de las tablas en todo el país. Queda mucho en el tintero.

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