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Pancho, oficial y amorosamente, para el público cubano

“Toda inauguración como esta debe ser rotunda y sensacional, lo más alto —sentenció Leo Brouwer ante el teatro cubano de mayor capacidad, el Karl Marx—. Eso es lo que van a disfrutar. Vamos a tener una voz privilegiada que pertenece a ese grupo de grandes músicos como Benny Moré, Jorrín y Pérez Prado. Muchos latinoamericanos lo adoran y hoy está con nosotros. No diré su nombre. Con ustedes…” y el grito unánime de “¡Pancho Céspedes!” no se hizo esperar. Luego comenzó la magia.

Durante casi tres horas el cantor desgranó “verdades”, bromeó, lloró, hizo confesiones y terminó de instalarse en el corazón de los cubanos que por primera vez, luego de 24 años de intensa carrera musical, lo disfrutaron “oficial y amorosamente en vivo”.

“Solamente tú, solo amor y tú…” fueron los versos iniciales. Más que profético, el tema parecía una declaración de principios ratificada minutos más tarde: “Todos tenemos un Dios —dijo—, el mío se llama Amor, por él se ha dado el milagro de que yo esté cantando ante ustedes. Llevo 24 años de gira —bromeó—. Muchas veces estuvimos en el camino de presentarnos en Cuba, tratamos pero cada cual tiene sus razones y eso lo he comprendido con el tiempo. Cuando estás en el camino del amor siempre se dan las cosas y Cuba me sigue quedando en el lugar más especial de mi vida, en el de para siempre”.

Así, íntimo, original, alegre y seductor, fue llenando Pancho el concierto, tratando de exponer sus “verdades en canciones” y agradeciendo a “mis santos, a mi Dios y a la vida por todo lo que ha sucedido”. También habló de su familia, presente en Karl Marx; de sus amigos del barrio de la adolescencia (La Víbora, en La Habana) y de México, nación donde se realizó como músico y que lo adoptó como un hijo. “Gracias a esa tierra por tanto amor, pero se lo he devuelto con mis dos hijos nacidos allí: Darío y Mariana”. A cada uno dedicó un tema: Por aquí por allá y A veces.

“Hoy sucedió algo aquí, estoy inmenso” —confesó emocionado—. “No me hagan eso, déjenme terminar” —pedía al público que ovacionaba el hermoso bolero Tan lejos, donde no solo lloró el cantor—. “Ustedes están aquí, no me abandonaron, por eso he regresado”.

Tal como había anunciado, Pancho hizo un recorrido de unas 20 canciones por los más de 8 discos grabados e incluyó temas de autores que desde siempre han estado en su vida y repertorio. Entre ellos no podían faltar Remolino, de Amaury Gutiérrez; Adiós felicidad, de Ela O’Farril —“Nació en Santa Clara, como yo, y actualmente está muy enferma en México”, dijo—; Alma mía, de María Griber —“Llevo años casado con esa mujer sin haberla conocido”—; La flor de la canela, de Chabuca Granda y varias de Ignacio Villa, Bola de Nieve, quien no podía faltar en el homenaje: “Al Bola le tengo que cantar por una cuestión religiosa. Su espíritu está aquí, con nosotros, allá el que no lo sienta”, comentó acerca del hombre que le inspiró uno de los discos más exitosos (Con el permiso de Bola, 2006).

También recordó a Armando Manzanero, con quien grabó Armando un Pancho, fonograma en el que ambos compositores intercambiaron piezas para versionarlas en el personalísimo estilo de cada uno. Es por ello que trajo ante los cubanos Esta tarde vi llover y Contigo aprendí.

Uno de los momentos más intensos fue la aparición de Pablo Milanés en la escena pues, además del afecto que siente el público de la isla por el autor de Yolanda y los entrañables lazos de amistad que lo unen al protagonista de la noche, esta presentación fue la primera luego del trasplante de riñón a que fue sometido recientemente. Pablo, quién acompañó a Pancho en Yo no te pido y en La felicidad, se mostró saludable, sencillo, melodioso, afinado… Grande, como siempre.

Durante el espectáculo, Céspedes se hizo acompañar por la banda que habitualmente lo secunda: Rubén Oyalvides (batería), Julio Baró (piano), Gonzalo Grasetti (guitarra), Yadiel Redonet (bajo), Jorge Pinelo (saxo), Alain Aguilar (sonidista), Pedro A. Remírez de Estenoz (luces) y Wilfredo Vega (manager y productor). El guión y la dirección general fueron de Juan Pin Vilar, a quien el compositor llamó su “delegado” en La Habana.

Con Pancho, preguntas y respuestas

Semanas antes del concierto, durante la primera conferencia de prensa organizada por la Oficina de Leo Brouwer para anunciar la VI edición del Festival, Pancho apareció como una de las figuras invitadas. Complaciente, contestó las preguntas de la prensa y luego, en un aparte, concedió varias exclusivas.

El Festival Leo Brouwer de música de cámara le ha abierto la puerta para regresar…

Las puertas y las ventanas. Yo he estado toda la vida esperando este momento. Hace unos años hicimos con Pablo (Milanés) una especie de trampa. Me invitó al Café Cantante, hizo dos canciones y me dejó el resto del espectáculo a mí, pero no es lo mismo.

A mí lo que más me gusta en la vida es cantar. Y si es en Cuba, imagínate tú. Necesitaré entonces de la medida y la inteligencia adecuadas para aguatarme un poquito y que la gente no se aburra, porque las ganas que yo tengo dan para que la gente se canse de mí. Estoy muy nervioso desde que tuve la noticia y eso lo tengo que aprovechar para hacer arte. Es por eso que he bloqueado algunas fechas de la gira que estoy realizando actualmente para tomarme el tiempo que necesita esta presentación y así ir perdiendo los nervios.

¿Considera la nostalgia una aliada?

La nostalgia ayuda en eso de hacer canciones. Pero yo la tengo cerca, la tengo fácil.

¿Qué está componiendo ahora?

Soy un hombre solo, divorciado hace 12 años. No quiere decir eso que no me visiten algunas libélulas en algunas madrugadas, en las que puedo responder a mis 58 años. Pero al lado mío lo que duerme es una guitarra, unos papeles y un bolígrafo. No le hago el amor porque sería una patología (Risas).

Lo que digo es que siempre estoy componiendo, haciendo canciones nuevas. Algunas se van a la basura, afortunada o desgraciadamente, pues llega el momento en que ya no se sabe. Por los prejuicios que vas adquiriendo, puede ser que una palabra ya no parezca la adecuada, pero siempre hay personas que te halagan como Pablo Milanés. A él debo agradecer pues hizo que me encontrara en mis canciones. Una vez me comentó: “Esa canción es una maravilla porque tú dices: Yo te amo, yo te quiero, y eso ya no sale cuando uno quiere intelectualizar demasiado el verbo. Esa frescura hace falta también”.

Hace unos minutos usted aseguró que la invitación de Leo le hizo sentirse artista. ¿A qué se refería?

Leo Brouwer no tiene ningún compromiso conmigo y es una persona que sabe separar la amistad del resto de las cosas. Nos conocimos hace como 15 años en México. Él tiene una anécdota muy simpática, muy suya, donde explica por qué me conoció, pero dejaré que sea él quien la cuente algún día. Yo lo considero una leyenda viva de la música mundial e histórica y el hecho de que me invite indica que estoy en el camino del arte, ¿no crees? No obstante, para ser artista, hay que llevar algo dentro y luego intentar buscarlo en el camino de la iluminación que solo el arte permite.

¿Qué espera del público cubano?

El público palpable que más me quiere es el cubano, aunque tengo unas cuantas mexicanas que ya me quieren mucho (Risas). En realidad toda la vida México y Cuba han tenido una especie de comunión con respecto al arte. Allí, por ejemplo, se le hace un culto tremendo al danzón. En Veracruz hay que bailarlo todos los domingos y no porque sea una tradición que hay que defender, sino porque les gusta. Yo creo que eso empezó con Matamoros, Benny Moré, José Antonio Méndez, Olga Guillot, Celia Cruz, Elena Burque y otros.

Una vez, cuando todavía andaba por México en metro, descubrí que la música que escuchaban en ese transporte era cubana y llegué a decirme que esa gente quería más a la música cubana que nosotros mismos. Luego llegaron personas mayores, como Compay Segundo, que hicieron un rescate de la música tradicional. Eso fue bueno aunque después comenzaron a aprovecharse para ganarse los pesos, cosa que tampoco es criticable.

¿Qué opina de las disqueras?

Las disqueras se están muriendo por una cosa que se llama Internet. No obstante, todavía existen algunas y demandan de una energía extraordinaria si quieres hacer lo que de verdad te interesa. Para mí el mercado del disco es — y disculpa la palabra— una mierda, una hipocresía y una trampa terrible. Lo que están es promoviendo la cosa mediática, no les interesa la memoria, desean que el público pierda la memoria. Es un proyecto grande e implica hablar de cosas que van más allá de la política. Ellos quieren que seamos iguales y no lo somos. El mercado del disco lo que quiere es entretenerte y entorpecerte.

No obstante, aún quedan muchos músicos y artistas. Me quito yo que solo estoy en el camino. Ahora se le dice artista a cualquiera que sale por televisión, pero en realidad no es arte todo lo que las disqueras quieren que hagas. Yo no voy a decir nombres, todo el mundo los conoce o se los imagina.

Soy de los que hace lo que le gusta, por eso no gano ningún Grammy aunque quede nominado todos los años. Y no quisiera ganarme ninguno. Espero no ofender a nadie, sé que hay personas para las que eso representa mucho, pero para mí solo hay dos premios: el primero es el público que va a verme y el otro, que una persona como Leo Brouwer, que para mí es el Mozart o Beethoven de estos tiempos, me invite a hacer la apertura de un Festival como este.

Usted hizo un disco precioso con canciones de Bola de Nieve…

¿Te gustó?

Me encantó.

Fue difícil hacerlo.

¿Qué otros temas quisiera usted cantar, qué autores quisiera reverenciar?

Tengo muchos proyectos sobre eso. Quisiera hacerle un homenaje a la trova tradicional cubana, pero como son tantos tendría que ser un disco con varios autores. También le haría un disco a Sindo Garay, a Pepe Sánchez, a (Ernesto) Lecuona, a mucha gente…

¿Qué otros músicos disfruta?

No me gusta la palabra, pero “consumo” mucha música clásica. También a Sindo, Manuel Corona, Silvio y Pablo que me cambiaron la vida. De los nuevos, Harold (López-Nussa), Rodney (Barreto), Rolandito Luna… que me son cercanos por el jazz y la música que interpreto…

¿Concesiones?

Concesiones hacemos en la vida desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Pero las de principio son las que no se pueden hacer, eso según mi conciencia, mi moral.

¿Saldrá alguna canción del concierto que darás en el Karl Marx?

Todo inspira y las motivaciones diarias son las que más te llevan a hacer canciones. Siempre hay alguna mujer dando vueltas y todo lo que sucede puede llegar a una canción. Por supuesto que esta emoción quedará en alguna que a lo mejor ni siquiera habla de Cuba, pero estará.

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