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Duelos atrapados por el silencio

Ángela Rosario anhelaba ser psicóloga y viajar por el mundo, pero no pudo. Su vida terminó una soleada mañana de septiembre del 2001, cuando la Torre Norte del World Trade Center, donde trabajaba, fue derribada por un ataque terrorista. A partir de ese día la vida de sus familiares cambió. Nunca recibieron el cadáver.

Relatos dolorosos como este impactan con cierta frecuencia en la opinión pública norteamericana e internacional desde hace más de una década, y por estos días —cercanos a la fatídica fecha— emergen inflados desde la gran prensa estadounidense como si el dolor humano a causa del terror se documentara todo a partir del 11S y no existiera un antes y un después más allá de sus fronteras.

Cuba ha sido víctima, por más de 50 años, de numerosos actos de terrorismo, organizados y financiados desde el territorio de Estados Unidos. Los más de 3 mil muertos y 2 mil lesionados, y el dolor multiplicado de las familias cubanas no son de interés para los “disciplinados” medios estadounidenses.

Desconocer esta realidad, implica asumir de manera cómplice las posturas más retrógradas que aún sobreviven en los estamentos del poder político norteamericano en relación con Cuba.

Estas historias deben ser tenidas en cuenta, pues mucho antes del derribo de las Torres Gemelas hubo una explosión en el vapor La Coubre, bandas e invasiones mercenarias, el derribo de un avión civil en pleno vuelo, enfermedades que azotaron al pueblo; ellas no pueden fenecer en el silencio.

“Esos son los ojos de mi padre”, dijo un muchachito de apenas 15 años a la enfermera Gloria Azoy, quien atendía a las víctimas del atentado al vapor La Coubre. La sanitaria pidió al hombrecito que no contara nada, rellenó el sarcófago con maderos para simular el peso de un cadáver, depositó los ojos, y eso fue lo que velaron después los familiares.

“Salieron con mi familia dándole golpes hasta que llegaron a la orilla de un corral y le dieron unos rafagazos. Estando en el piso, con una ráfaga le cortaron la frente a mi primo, le arrancaron un seno a mi tía y bayonetearon al viejo mío por el cuello”. El hecho, ocurrido en la finca San José de Altamira, en el Escambray, quedó para siempre en la memoria de Bartolo Romero, el hijo de José Pío.

“Si no bajan a mi mamá, yo no me voy, ella está viva”, exclamó Nemesia Rodríguez, después del ataque de un avión mercenario en Girón. El padre había tapado el cuerpo de su esposa; no se le veía la herida. “Yo creía que estaba viva. Entonces, el viento levantó la sábana… Tenía todo afuera. Yo vi a mi mamá por dentro”.

Del tripulante Ramón J. Fernández Lefebre, una de las 73 víctimas del abominable crimen de Barbados, solo se encontró la gorra del uniforme, recuerda Ninoska Fernández, su hija mayor. “Perder a mi papá me ha provocado traumas para toda la vida”.

“Mamita, yo creo que no voy a poder vivir más, yo me voy a morir”, estas palabras son, en el recuerdo de Zenaida J. Isla Romero, una de las últimas frases que escuchó de su hija Yamilé Villalonga, quien con solo 5 años fue víctima del dengue hemorrágico, devastadora enfermedad introducida en Cuba desde Estados Unidos.

Miles son los ejemplos de las secuelas que han dejado las acciones terroristas perpetradas contra los cubanos dentro y fuera de nuestro territorio. Lo que resulta contradictorio es que el promotor de la guerra, el que practica el terrorismo de Estado en sus relaciones internacionales, mantenga a Cuba en una lista espuria de países “patrocinadores del terror”. Ningún medio occidental se atreve a desmentirlo, pese a que las evidencias demuestran lo contrario.

La conspiración mediática contra nuestro país continúa siendo profundamente impar y alcanza niveles insospechados, en particular con el caso de los Cinco. Hasta hoy ningún medio de prensa estadounidense ha procurado investigar por qué su Gobierno encarceló a esos hombres luego de reconocer en el juicio que la lucha contra el terrorismo era la motivación principal de los acusados.

Ningún medio increpa a su Gobierno por la condición especial adicional de la libertad supervisada que prohibió a René y prohibirá a Tony asociarse o visitar lugares específicos donde sean asiduos los individuos, grupos terroristas o promotores de la violencia.

Han transcurrido 16 años del encarcelamiento de los Cinco, y aún quedan muchas preguntas que esa prensa tiene la obligación de hacerse y buscarles respuestas. Mientras esta impunidad se mantenga, Cuba tiene necesidad de defenderse; precisa más ojos y oídos en la Florida.

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