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María Julia Tejeda: A ojos de buen cubero

S/T. Técnica mixta. 20 x 50 cm, 2013.
S/T. Técnica mixta. 20 x 50 cm, 2013.

De alguna manera concordante con la obra del emblemático artífice cubano, Samuel Feijóo, (Ranchuelo, 1914-La Habana, 1992), y con motivo de su centenario, es la muestra de pinturas y dibujos de la creadora María Julia Tejeda que bajo el título de A ojos de buen cubero se exhibe por estos días en la galería de arte Fayad Jamís, de Alamar.

Al igual que el afamado poeta, escritor y artista de la plástica, la Tejeda incursiona en el arte mediante una formación autodidacta que desde un inicio apostó por transitar a través de un quehacer marcadamente expresionista. Sus figuraciones y abstractofiguraciones se destacan, en primerísimo lugar, por el uso temperamental y emotivo de las manchas, las líneas y los colores. En ellas trascienden —sutiles o abiertos— estados de ánimo que evocan exámenes pictóricos que extienden su lírica mirada sobre el cálido ambiente del Caribe: flores, plantas, animales, y el Sol, muchas veces aludido a través del uso de los amarillos, en fértiles ambientes en los que igualmente predominan los verdes y violetas.

Sus obras surgen, espontáneas y barrocas, como desahogo espiritual. Especie de catarsis en la que el ideario estético sobrevuela, desde las remembranzas de la infancia, hasta el exorcismo de íntimas angustias de la edad madura, para de tal modo conformar disímiles discursos, con variadas técnicas, en los que refleja imágenes que están en correspondencia con la esencia que subyace bajo la aparente realidad que nutre sus inspiraciones. Es así como en sus cuadros, por lo general, el espectador se identifica con lo inmutable y eterno del ser humano y la naturaleza: la ingenuidad infantil, la maternidad, la soledad, el amor a los animales y a las plantas, entre otros temas que suelen trascender en floridos y líricos escenarios surrealistas.

María Julia acentúa la expresividad de sus pinturas y dibujos valiéndose de la distorsión de las figuras, en un inquietante cosmos visual que potencia el impacto emocional del espectador. En el uso de los pigmentos, fuertes y puros, en las formas a veces retorcidas y en el descuidado tratamiento —en ocasiones alterado o inexistente— de la perspectiva, sus realizaciones iconográficas denotan una agradable falta de conocimientos técnicos y teóricos, candidez propia de los artistas naíf.

Las composiciones que conforman esta muestra se caracterizan por presentar situaciones dramáticas extraídas del contexto existencial, aunque en determinados segmentos de su producción se observan imprecisos acentos estéticos que en última instancia reafirman la vertiginosa proyección estética de un rico imaginario con gran fuerza psicológica, sobre todo en algunos de sus dibujos figurativos en blanco y negro en los que pienso existe más relación con la obra de Feijóo.

La artista asume la célebre frase A ojo de buen cubero, aludiendo a quienes acometen algo de forma intuitiva, sin tomar medidas o pesos, condición en la que, obviamente, se sustenta su quehacer plástico, es decir, en la libre y desprejuiciada acción de pintar y dibujar, de la que emanan disímiles enunciaciones humanísticas que se ubican más allá de los entendimientos de las circunstancias objetivas que la rodean, para erigirse en oníricos discursos visuales que también le cantan a la vida, aportándole novedosas interpretaciones cromáticas a la infinita representatividad de la experiencia humana.

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