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Regulaciones de la AGRC: Algo más que vestir y calzar

Para nadie es secreto que las nuevas medidas adoptadas por la Aduana General de la República de Cuba (AGRC) para regular las cantidades de artículos de diversos tipos que importan personas naturales han levantado un oleaje de opiniones, aprobatorias unas, en disconformidad otras.

Más allá de analizar la pertinencia de las Resoluciones 206, 207 y 208 de la AGRC, y 300 del Ministerio de Finanzas y Precios, que cobrarán vigencia a partir del 1º de septiembre, creo que resulta prudente enfocarse en el reto que tales decretos entrañan para la industria y el comercio en Cuba.

Desde tiempos inmemoriales cada país ha establecido las leyes que considera necesarias para proteger su economía, lo que se traduce en entender la justeza de que esta nación también se preserve en tal sentido.

Pero la realidad de hoy deja en claro que una cosa es resguardar el comercio interior que estatalmente se desarrolla y otra bien distinta es que dicho sector ofrezca en la cantidad y variedad requeridas lo que la población demanda. He ahí el dilema actual.

Desde hace ya varios años cubanas y cubanos nos “acostumbramos” a buscar en espacios alternativos —en lo fundamental casas particulares— artículos de vestir o calzar importados por quienes han encontrado en esta práctica una manera de obtener ingresos personales, con lo cual, en muchas ocasiones, se echan a un lado las ofertas de las tiendas recaudadoras de divisas (TRD) o, en menor medida, las que venden en CUP.

Consecuentemente, y según se reconoce oficialmente, las TRD ya no aportan los niveles de ingresos de antaño provocando afectaciones económicas al país. ¿Por qué tal estado de cosas?

La respuesta emerge como verdad de Perogrullo: las propuestas que aparecen por “la izquierda” resultan casi siempre más tentadoras que las disponibles en las cadenas de tiendas.

En materia de tallas, colores, variedad de los surtidos, durabilidad de la pieza, apego a la moda, calidad, precios, sistema de garantía y hasta posibilidad de compras a plazos, lo que ofrece el mercado informal supera con creces lo del área estatal.

Tal situación debe cambiar, apostando a favor de un comercio interior estatal que verdaderamente se prestigie, beneficie y complazca a quienes le dan razón de ser: los clientes.

El cambio tendrá que llegar por dos caminos, uno enfocado hacia adentro, el otro encauzado fuera de fronteras.

La industria cubana, en lo fundamental la Ligera, precisa renacer cual Ave Fénix en aras de aportar a las tiendas renglones que colmen el gusto y los requerimientos de la población de todo el archipiélago, no solo de la capital o de las principales ciudades.

Pero como ya se sabe que la recuperación de dicho sector tomará tiempo —teniendo en cuenta la situación que actualmente enfrenta en el orden de la modernidad tecnológica y la disponibilidad de materias primas— lo más inmediato será velar con absoluto celo porque las compras que se realicen en el exterior se adecuen a las exigencias de los clientes.

Tal vez sea necesario una mejor preparación, en todos los órdenes, de aquellos responsables de ir por los mercados del mundo seleccionando los artículos que luego se pondrán a la venta en las TRD.

Y hablando de nuestras tiendas recaudadoras de divisas, no importa la entidad a la que pertenezcan, es urgente también revolucionarlas —con apego al pensamiento de Fidel de “cambiar todo lo que debe ser cambiado”— pues, como tendencia, no son hoy lo que en realidad deben ser.

Es preciso una transformación en el orden de su imagen, en tanto muchas parecen más almacenes en desorden que sitios para disfrutar visualmente de los productos y quedar tentados para adquirirlos sin titubeos.

Claro, ello discurre también por la amabilidad, el buen trato y el “gancho” para la venta que sean capaces de mostrarles al público dependientes, jefes de pisos y administrativos en general, cuestión que en este mismo minuto es excepción y no regla.

Igualmente sería prudente reevaluar los márgenes comerciales que se les gravan a los surtidos, establecer un sistema de ventas a créditos, así como estimular la presencia de mercancías para todas las ocasiones, bien sean las cotidianas, bien las especiales.

Casi llega septiembre, habrá que esperar entonces y confiar en que lo bueno suceda para que la intención con la que se adoptaron estas nuevas medidas no vea torcido su rumbo y ocurra lo que tantas veces: que lo estatuido va por un lado y la vida por otro.

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