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Réquiem por mi Rampa (+ Fotos)

Esta es la parada de ómnibus en la acera de Coppelia. Más bien parece un vertedero que compite con el de enfrente. Foto: Roberto Carlos Medina

Me avergüenzo cuando encamino mis pasos por La Rampa capitalina, mucho más si el obligado rumbo me lleva desde la calle M hasta J, por 23, quizás el lugar más céntrico, no solo de La Habana, sino de Cuba, la zona de ensueños juveniles, de escapadas furtivas y llenuras inolvidables en el Coppelia de los años 60.

Me niego a aceptar tan insólito cambio en apenas dos cuadras de bullicio insospechado y piropos salidos de la zalamería tremenda de hombres y mujeres de esta isla de encanto; allí me siento en un lugar apesadumbrado, con mataduras como a exprofeso, sin la altanería de antaño y, por demás, a oscuras por falta de un alumbrado que ahorre y, a la vez, haga brillar la vida de un lugar que hoy apenas pugna —sin éxito— por la gloria que lo hizo famoso.

Recuerdo cuando el paseo dominical consistía en irse al atardecer a La Rampa; tiempos en que relucían en sus aceras mosaicos de encumbrados artistas de la plástica, y las personas no tiraban al piso papeles, pomos y cuanta cosa quieran botar.

¡Qué lejos de su mejor aspecto las dos paradas de ómnibus de L a J! ¡Cuánta falta de higiene a la entrada del Banco Metropolitano, la Notaría, y a un costado del cine Yara! ¿Qué hacen cinco contenedores de basura en medio de la calle 23 casi esquina a L? ¿Y cuál será el final de aceras y contenes salidos de reparaciones crueles e indolentes?

¿Por qué ese feo parqueo en esquina tan emblemática como M y 23? ¿Qué dirán los miles de turistas extranjeros que a diario caminan por esta zona? ¿Qué decir entonces del resto de aquella Rampa, otrora centro económico y financiero de la capital?

Parecería que muchos, muchos deseos se confabularon para quitarme mi Rampa, la de muchos cubanos, aunque día a día me vea obligado a recorrer sus cuadras más famosas, y solo para entristecerme con la desidia de los obligados a higienizarla, y con la tolerancia de quienes, amén de responsabilidades y nombramientos, deberían exigir el mejoramiento de una imagen que prácticamente, por sí sola, es sinónimo de criollo cubanismo.

En ese hueco hubo un famoso grabado. Hoy solo apreciamos ahí la fuerza de la desidia. Foto: Roberto Carlos Medina
Observe la famosísima esquina de L y 23 y el peligro por los cables eléctricos sueltos. A pocos metros se hace la cola para entrar a la heladería Coppelia, la más ¿emblemática? de Cuba. Foto: Roberto Carlos Medina
¡Cuánta falta de higiene a la entrada del Banco Metropolitano, unicado en la esquina de 23 y J¡ Foto: Roberto Carlos Medina
Los protectores de plantas yacían así el día en que Trabajadores visitó La Rampa. Hoy ya no existen. Foto: Roberto Carlos Medina
Parecería que quienes rompieron el contén y la acera olvidaron dejarlos a punto. Foto: Roberto Carlos Medina
Es de lamentar que el contraste en la imagen no permita observar a plenitud la suciedad en el piso de la parada de la acera de enfrente de Coppelia. ¿Cuánto tiempo sin limpiar el lugar? Foto: Roberto Carlos Medina
¡Cinco contenedores de basura en pleno 23!… Y a pocos metros de la intersección con la calle L. Foto: Roberto Carlos Medina

 

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