Justo en el Maracaná, este domingo 13 de julio, Alemania ha reescrito la historia. Veinticuatro años después de su triunfo en Italia, vuelve a alzar el máximo trofeo del fútbol universal, a costa del mismo contrario y con el mismo marcador.
Con un disparo de Messi, que pasó sobre la portería de Manuel Neuer para culminar en las gradas, terminó la final de la Copa Mundial 2014. Segundos más tarde el árbitro pitaría para oficializar la victoria de Alemania (1-0) y el cuarto trofeo de los teutones en estas lides.
Así, amparados por un magnífico gol de Mario Götze (116’) se esfumaron los sueños latinoamericanos en Brasil y tras 24 años, los teutones regresaron a lo más alto del podio en Mundiales, primeros europeos que logran ganar en América.
En el Maracaná, un estadio nacido para grandes momentos, más de 74 mil espectadores se dieron cita esta tarde para ser testigos de la historia. Allá, en la mítica plaza de Rio de Janeiro, Alemania rompió maldiciones, impuso su fútbol y cosió otra estrella dorada al escudo de su federación.
Aunque por más de 110 minutos ambas plantillas batallaron incansablemente sobre el césped, es imposible ganar cuando se desperdician las pocas oportunidades claras que permitió una defensa como la alemana. Por eso perdió Argentina, porque no tuvo la capacidad de definir, porque no cumplió con el único requisito que pide este deporte: hacer goles.
Para los vencedores el premio llega a fuerza de constancia, a fuerza de crear una generación capaz de sumar calidad futbolística y buen toque a la fuerza intrínseca de la Mannschaft. En Alemania habrá fiesta por días, y así debería ser. Han derrotado a una Argentina que creció con cada partido y devolvió a sus hinchas la fe en la victoria; destrozaron a un Brasil anonadado y rompieron más de un récord. Para ellos la reverencia.
A la albiceleste de Sabela, cuando mucho, quedará el consuelo de soñar con los goles que pudieron concretar y no fueron. Aunque su actuación en esta Copa sea más que meritoria, pues no muchos la dieron como favorita para acceder a la discusión del título. Sin embargo, en una final, el consuelo es siempre la última opción.
Postales de un mundial
Del Mundial brasileño quedan imágenes inolvidables, revelaciones magníficas y nombres que se hacen más conocidos a cada segundo.
Costa Rica y Colombia, dos de los protagonistas indiscutibles en esta Copa, nos convencieron de que el fútbol no puede ser medido únicamente en goles y pases completos. Ticos y cafeteros fueron magia, alegría, colorido y seriedad sobre la cancha; una combinación poco usual en estos días.
James Rodríguez, Bryan Ruiz, Keylor Navas ya no son simples jugadores. Esta cita los ha encumbrado como héroes nacionales y referentes más allá de sus fronteras.
La goleada teutona a los anfitriones será inscrita como día de duelo patrio en Brasil, que jamás volverá a entrar al Estadio Mineirao sin revivir el horror de cuatro goles en seis minutos y un global de 7-1.
Incluso, la desesperada mordida de Luis Suárez a Giorgio Chiellini, maquillará la historia de este exitoso mundial que arrastró a más de 700 mil extranjeros hasta Brasil y recaudó miles de millones de dólares. Mordida tonta y castigo descomunal hacen una dupla maravillosa para las burlas.
En materia de récords este Mundial fue pródigo: Klose se convirtió en goleador histórico (16 dianas) por delante de Ronaldo; Faryd Mondragón en el hombre más viejo en pisar el césped como jugador en mundiales; Brasil extendió sus participaciones consecutivas a 20 —ha estado en todos los certámenes desde 1930—; y Müller es el más joven que llega a 10 goles.
Lo peor del Mundial: el arbitraje, sin dudas. Los colegiados estuvieron en los extremos y dejaron mucho que desear con desafortunadas decisiones u omisiones imperdonables. Pero esa nota carguémosla a la FIFA y no al espectáculo deportivo que, por más de un mes, trastocó la vida y los horarios de todo un plantea.