
Argentina ganó a base de suerte, porque únicamente así se ganan los partidos decididos en el horroroso final de los penales. Pero Argentina ganó, y eso es lo que importa. Al fin y al cabo, dentro de algunos años cuando se pregunten qué sucedió en el partido semifinal del miércoles 9 de julio, allá en Sao Paulo, la respuesta solo podrá ser una: Argentina pasó a la final, Holanda quedó fuera.
Tras 120 minutos sin marcarse goles, con pocas oportunidades serias y montañas de errores en el centro del campo, Holanda y Argentina no tuvieron otra opción que jugarse el pase a la gran final de este Mundial 2014 en los penales. Tras 120 minutos de un fútbol poco fluido y sin brillo -aunque sí muy efectivo en las marcas- Argentina, o mejor dichos Sergio Romero, se erigieron como los rivales de Alemania para este domingo.
Los penales por los argentinos los cobraron impecablemente Messi, Gray, Agüero y Maxi Rodríguez. Y no precisaron cobrar el quito, pues por el camino Romero ya había atajado los balones pateados desde los 11 metros por Vlaar y Sneijder, a quien regaló el guardameta albiceleste una parada que verá en pesadillas el holandés por varios años.
Resultado final en penales: Argentina 4-2 Holanda. Cillensen, el portero holandés, mantuvo intacto su récord: le han tirado 20 penales en su carrera, aún no ha detenido ninguno.
¿Se merecía avanzar Argentina? Tanto como los merecía Holanda. Ambos elencos cultivaron un fútbol centrado en tecnicismos y estrategias que los llevaron a un duelo físico. Ambos técnicos optaron por anular a las estrellas contrarias y no se preocuparon por lo que, en definitiva, enaltece el fútbol: los goles.
El día de la independencia
No había mejor fecha para avanzar. Justo el Día de la Independencia los argentinos consiguieron acceder nuevamente a una final de la Copa del Mundo tras 24 años sin llegar a esta instancia.
Cuando el próximo domingo los sudamericanos choquen contra los alemanes en el Maracaná, se convertirá en la final más repetida en este certamen, pues ambos equipos ya han discutido el título en dos ocasiones (1986 y 1990).
En México 86 la escuadra comandada por Maradona desbancó 3-2 a los teutones para conseguir su segunda y última Copa. Cuatro años más tarde, en Italia, Alemania fue superior a los gauchos (1-0) para emparejar el duelo particular.
En 2014, de regreso a América, un nuevo astro liderea la albiceleste. Lionel Messi tendrá la oportunidad de inscribir su nombre con las letras doradas del Mundial, allí donde otros como el Pelusa y el Rey ya han dejado su huella. Podría ser esta la consagración del rosarino, el único trofeo que aún lo limita para competir con su maestro y con Pelé.
Pero hay mucho más en juego. Argentina carga con la responsabilidad de mantener viva la maldición latina de que “ningún europeo gana en estas tierras”. Argentina, o más bien Lio, carga con el peso y los sueños de todo un continente.
El domingo 13 de julio será un día complejo. Décadas de rivalidad acérrima se verán las caras en el Maracaná. Dos continentes muy ligados por la cultura y la historia definirán otra Copa del Mundo. ¿Podrá Argentina reeditar el resultado de México 86? ¿Serán capaces los alemanes de conquistar el Nuevo Mundo?
Cualquier cosa puede suceder en el fútbol, pero viendo las condiciones en que ambos llegan y las posibilidades reales de cada plantilla, no es desatinado pensar que las maldiciones están hechas para ser rotas.