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Bienal de La Habana: 30 años

bienalLa Bienal de La Habana está celebrando en 2014 sus primeras tres décadas de existencia. Se dice fácil: treinta años. Pero los aportes de la cita a la promoción del arte de zonas hasta hace poco tiempo periféricas, la extraordinaria relación con el gran público, ese que no necesariamente visita las galerías de arte… han distinguido a nuestra Bienal en un panorama marcado sobre todo por las lógicas más comerciales.

La Bienal de La Habana nunca se quedó en los asépticos salones de exhibición, que son, obviamente, el espacio más tradicional de socialización de las artes visuales. Desde las primeras ediciones, el encuentro salió a la calle, para buscar una interacción más espontánea entre los creadores y el público… transformando, al menos durante un tiempo, algunas rutinas de la ciudad.

Otras grandes bienales del mundo, como la de Venecia o la de San Pablo, organizan grandes exposiciones en espacios más o menos cerrados. Las personas pagan su entrada (ya sabemos que no son todas las personas las que pueden o deciden pagar por «consumir» arte), los espectadores ven las propuestas, quizás interactúen con algunos creadores… y ahí termina el proceso.

La vocación comunitaria siempre marcó la de La Habana. Varios de los acontecimientos artísticos han devenido auténticos talleres populares. La idea es convertir a la ciudad en la galería más grande del mundo.

La otra dimensión del encuentro, la puramente estética, no ha sido menos importante. En años de supremacía indiscutible en los grandes espacios expositivos del arte de las principales urbes del mundo desarrollado, la Bienal de La Habana abrió sus puertas a creadores del tercer mundo: africanos, asiáticos, latinoamericanos, caribeños… Hoy es práctica de muchas de las bienales contemporáneas, que apuestan por un espectro más variado; pero hace treinta años, nuestra Bienal fue pionera.

No es —de hecho, no puede ser— una cita perfecta. Las limitaciones económicas de siempre han marcado su evolución, han incluso afectado su periodicidad. Sus propuestas curatoriales han sido objeto de polémica en más de una ocasión. Pero la Bienal de La Habana es un encuentro consolidado, con una singular fisonomía. La voluntad es mantenerla, para que siga siendo vitrina de un arte vinculado a las grandes mayorías.

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