Aida Rosa Claro: “Un poquitico de mi vida”

Aida Rosa Claro: “Un poquitico de mi vida”

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En ocasión del 28 de junio, Día del trabajador del Transporte, Aida Rosa Claro recibirá el Sello Conmemorativo Aniversario 75 de la CTC. Foto: Agustín Borrego Torres

Aida Rosa Claro Sánchez busca entre sus diplomas, son muchísimos, todos pedazos de su historia. “Es un poquitico de lo que tengo en mi vida”, dice con una humildad tremenda. A simple vista, su pelo negro, recogido sobre la nuca, y la agilidad de su cuerpo no revelan su edad.

“Me inscribieron el 25 de noviembre de 1935, y así está en mi carné, pero en realidad nací el 28 de septiembre”, afirmó y recordó su niñez por la finca La Caridad, en la entonces provincia de Las Villas. De esas raíces campesinas son su eterno amor por la agricultura y la naturaleza.

Como un trofeo me enseña la copia de una foto en la cual aparece el Comandante Camilo Cienfuegos junto a un grupo de muchachas. “Casi me sacan del grupo, pero esa soy yo”, agrega, mientras indica una joven que en aquel entonces tenía 22 años.

Fue en San Antonio de Las Vueltas, a donde se mudó la familia, que ella tuvo la oportunidad de ver de cerca a Camilo Cienfuegos. “Realizó una visita, en febrero de 1959 y todo el pueblo lo siguió. Tuve la suerte de que una conocida tuviera una cámara y después me regaló la foto”, expuso.

Según confesó, estuvo vinculada a la lucha clandestina y al triunfo de la Revolución se incorporó a la Policía Nacional Revolucionaria hasta el año 1973 en que fue desmovilizada. “Mi mamá enfermó y tuve que ocuparme de ella”. Así fue hasta el año 1988, estando ya en La Habana, en que empezó a trabajar en el taller automotor Osvaldo Sánchez, hasta el 1º de noviembre de 1989, en que comenzó a laborar, primero como custodio y después en los servicios, en la terminal de Santa Amalia, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.

Ahí ha estado el centro de su vida. Su diaria presencia —nunca ha cogido un certificado médico— resulta imprescindible entre sus compañeros. Son incontables sus horas de trabajo voluntario en apoyo a obras sociales, y dentro de la propia unidad.

“Los choferes y mecánicos me respetan, me escuchan; a los jóvenes que llegan los aconsejo, trato de captarlos, que se queden en el colectivo. Soy militante del Partido y cuando algo me parece que está mal lo planteo en las reuniones, converso con el administrador de la terminal, que también es militante, quiero que las cosas salgan bien”, expresó.

Durante años ha sido miembro del buró sindical en dicho centro, integrante de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores, mujer creadora; en fin, se ha multiplicado en todo lo que haya hecho falta. Manteles, adornos, muñecas han salido de sus hacendosas manos.

El quehacer de Aida Rosa la llevó a convertirse durante 17 años en vanguardia nacional del Sindicato de Trabajadores del Transporte y Puertos, y entre los múltiples reconocimientos recibidos están la medalla Jesús Menéndez y la Orden Lázaro Peña de Tercer Grado, que otorga el Consejo de Estado.

“En 1993, durante el período especial, en un terreno baldío de la entidad, comenzamos a cultivar para el autoconsumo. Lo hacíamos un compañero y yo. Hace como 15 años, me fue asignado un pedazo de esa tierra y me hice miembro de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).

“Después de cumplir con mi horario laboro en la finquita: ahí tengo guanábanas, plátanos, guayabas, mangos, limas y muchas plantas medicinales. Cuando hay algún compañero de la terminal enfermo, le preparo una jabita con lo que tenga.

“He entregado productos al hogar materno que está ubicado en Víbora Park… nunca he cobrado por eso. Integro la cooperativa de crédito y servicios Holvein Quesada Rodríguez”.

Por los resultados de sus aportes, en el 2008 fue seleccionada vanguardia nacional de la ANAP.

¿De dónde saca esas energías?, le pregunto y ella responde que nunca se detiene, para ella el reloj no existe. El trabajo es su vida y no espera jubilarse. Observo sus uñas largas. “Tengo que limarlas un poco…”, comenta y afirma que así trabaja la tierra, abre el hueco y siembra plátanos.

Amante de las flores —las cuales ha cultivado—; sembró mariposas a los pies del monumento erigido a la memoria de Celia Sánchez Manduley, en el Parque Lenin. “Admiro a Celia y a todos los héroes. Siempre en mayo le llevo mariposas”.

Y ella, que también es una flor, reconocida y querida por sus compañeros de la terminal de metrobús Santa Amalia, no deja que los años le quiten ese encanto natural con que la vida la premió.

Acerca del autor

Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

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