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La maestra que llegó a millones

 

Leonela Relis se desempeña en la actualidad como psicopedagoga en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Pedagógicas Tomás David Royo, ubicado en el municipio de Plaza de la Revolución. Foto: Joaquín Hernández Mena

¿Quién es Leonela Relis?, le pregunté cuando faltaban pocas horas para recibir el título honorífico de Heroína del Trabajo. Nerviosa y sorprendida con la noticia respondió casi con ingenuidad: “Una maestra cubana que ha vivido constantemente superándose”.

Así comenzó el diálogo con la mujer que creó el método cubano de alfabetización Yo sí puedo, el cual ha recorrido el mundo y enseñado a leer y a escribir a millones de personas. “Es algo que se va metiendo en la sangre y más que alfabetizar prefiero decir enamorar, atraer, comprometer, tomar conciencia, pues los analfabetos tienen el código oral, pero les falta el escrito y muchas veces se resisten al aprendizaje”.

Con más de cinco décadas dedicadas a la formación de maestros y a la alfabetización de jóvenes y adultos, Leonela es un nombre imprescindible en el ámbito educativo. “Para ser heroína hay que hacer más, pero el tiempo, los años…, quizás no me dejen.

“En nuestro país hay muchas y no te miento si te digo que la condecoración me ha llegado muy hondo. Es un reconocimiento a la labor de toda la vida. Una trabaja, sabe que está haciendo el bien, eso te reconforta, pero nunca esperas algo así”.

Alfabetizadora en Brisas de Yareyal

“Si te pasa algo, Nelita, ¿qué nos hacemos?”, le decía el abuelo cuando muy joven aspiraba a alfabetizar. Por eso, cuando en Camagüey, su tierra natal, le preguntaron dónde quería enseñar, enseguida dijo que en la región de Oriente; “prácticamente me tuve que ir a escondidas”.

Cumplió los 14 años en el concentrado de Varadero (donde se preparaban las fuerzas para la gran Campaña) y luego la situaron en Holguín, en un lugar llamado Brisas de Yareyal. Como brigadista Conrado Benítez había descubierto el amor por el magisterio.

“Me ubicaron en casa de unos campesinos maravillosos, pero al llegar el hombre dijo: ‘¡Yo quería un brigadisto, no una mujer!’. Y ahí empecé a llorar. Era la primera vez que me separaba de mi familia, recuerda que era 1961 y las cosas no son como ahora. Luego —y por miedo de dormir en otra habitación— terminé acostada entre Eloísa y Juan, mis dos viejos, de los cuales pese al tiempo no pude desprenderme”.

Esa fue una etapa de aprendizajes: se percatóde cómo son las manos de una persona que nunca ha tomado un lápiz y de la importancia de tener en cuenta el principio de voluntariedad. “Juan me decía: ‘tengo 65 años y ya no quiero aprender, si acaso por ti voy a tratar de escribir mi nombre’”. Ahí comprendió el valor de tener en cuenta a los beneficiarios de este proceso.

La génesis de un método

Luego de participar en la Campaña se preparó como maestra primaria y unos años después fue seleccionada para laborar en Tarará en la formación de docentes, como parte final del plan Minas de Frío-Topes de Collantes, período decisivo, que la dotó de las herramientas esenciales para lo que vendría después.

Con esa experiencia, en 1997 marchó a Haitía impartir conferencias y preparar a la gente en cuanto a la alfabetización presencial. Dos años después —por una idea del Comandante en Jefe y ante una solicitud de la República del Níger— se creó un pequeño equipo de profesio- nales cubanos para alfabetizar en francés por radio.

Por esa misma fecha fue designada para regresar a Haití con el objetivo de llevar a la práctica lo que en la nación africana no se había podido hacer por diversas razones. Mas su preocupación por el tema del idioma desapareció toda vez que el presidente René Preval le comentó: “Leonela, ustedes están equivocados, no podemos alfabetizar en idioma francés, porque este pueblo habla creole”.

Allí estuvo al frente del equipo de diez haitianos para alfabetizar por radio. “Esa es la génesis del Yo sí puedo; era la primera vez que hacíamos esto empleando ese medio como canal de comunicación, y descubrí que había países, incluso esa isla caribeña, que en este sentido tenían experiencias, aunque fracasadas.

“En las noches yo escribía en español lo que ellos al otro día trasladaban al creole, utilizando un sistema de símbolos. El trabajo fue bastante difícil, ¡tanto que hicimos tres veces la misma cartilla! Los materiales se editaron en ese país, y yo no les puse autores, solo escri- bí: ‘Este libro es el resultado de una buena idea (refiriéndome a Fidel), y de unas bellas relaciones de amistad (teniendo en cuenta la decena de compañeros con quienes había laborado)’.

“Hicimos el pilotaje, vimos que daba resultado. Entonces en la radio nació la cartilla, el manual, preparamos un sistema de clases que todos los días se transmitían por ese medio, y el analfabeto, desde su casa, ejecutaba las acciones de aprendizaje. El fin de semana teníamos un encuentro semipresencial. Había un grupo de monitores, un jefe que coordinaba, y yo los capacitaba.

“En esa primera etapa logramos alfabetizar al 78 % de la población con la cual experimentamos, luego seguimos extendiendo el trabajo. Es decir, era un proceso de formación de monitores y de ejecución de la alfabetización y en un período de cuatro o cinco años, antes de que ocurriera el terremoto, habían aprendido a leer y a escribir alrededor de 100 mil personas”.

Luego de prestar sus servicios en Sudáfrica, Fidel le pidió que hiciera una cartilla en cuatro o cinco páginas, el propósito era alfabetizar al mundo por televisión. A partir de aquí Leonela no pensó en otra cosa que no fuera cómo organizar esta idea. “La de radio tiene más de 200 páginas y el Comandante me estaba solicitando una más pequeña; además en aquellos momentos yo no conocía el medio televisivo.

“Así nace el Yo sí puedo. El proyecto, la cartilla inicial y el método lo concibo estando en Haití, en horario nocturno, con el único libro que tenía en mi mano, Platero y yo, del escritor español Juan Ramón Jiménez. Ahí hago un análisis fonemático, porque no era darle un número a una letra, sino hacer un estudio lingüístico, para dar el orden lógico.

“Esta fue una obra de gigantes, de muchas personas, instituciones, de voluntad colectiva, donde desempeñó un papel importante la editorial Pueblo y Educación, el Canal Educativo, el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (IPLAC), la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), la UJC y otros organismos. A partir de la formación de un equipo multidisciplinario se empezaron a escribir los guiones televisivos, y el 2 de mayo del 2002 empezamos a grabar el Yo sí puedo”.

La curiosidad del nombre

En una reunión de trabajo entre los organismos implicados se propuso buscar un nombre para la experiencia. En aquellos momentos ella vivía al este de La Habana y su paso cotidiano incluía el túnel. Fue aquí cuando se percató de un cartel inmenso que decía Sí se puede; la frase era de Raúl.

“Recapacité en todo lo que había visto hasta esos momentos, en la necesidad de la atención personal que debe recibir el alfabetizado. Entonces pensé que la frase no podía expresar una idea de forma abstracta, así surgió Yo sí puedo y se aprobó por unanimidad”.

Hoy está extendido en más de 30 naciones y más de 5 millones de personas han aprendido a leer y a escribir por este método. ¿Qué significa ese hecho?

“Esa satisfacción no solo es de Leonela Relis, sino de todos los que de una u otra forma han puesto un granito de arena en esa gigantesca obra. Alfabetizar cinco o seis millones de seres humanos resulta insuficiente en la actualidad, porque en el mundo existen más de 700 millones de analfabetos. Sin embargo, para los que hemos entregado días, noches, madrugadas, y todo nuestro tiempo en el empeño… el Yo sí puedo tiene un significado extraordinario”.

De alfabetizadora y maestra primaria hasta Doctora en Ciencias Pedagógicas. Momento en que recibió, recientemente, el título honorífico de Heroína del Trabajo. Foto: Anabel Díaz Mena.

 

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