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Un mundo nuevo donde quepan todos los mundos

Las trabajadoras y los trabajadores de Nuestra América, víctimas de la profundización y concentración del modelo capitalista (que atraviesa una de sus peores crisis), han ido construyendo una diversidad táctica que debemos reconocer como riqueza, pero también como desafío.

Así, la organización clasista de los trabajadores, el sindicato, se ve sometido a grandes dificultades para dar respuesta a los pesares de quienes forman la clase trabajadora en el continente.

La acumulación de riquezas, los procesos de reingeniería, la aparición de los gremios de servicios como hegemónicos, la especulación financiera, la concentración de la tierra, la introducción de nuevas tecnologías en la producción en el campo y en la ciudad, se han traducido en este continente en millones de excluidos y desplazados, sometidos a la más profunda de las pobrezas.

Un ejército de desempleados y con sus necesidades básicas no satisfechas por el sistema capitalista reclaman a los trabajadores organizados aceptar el desafío de construir la unidad de la clase una clase que se ve sometida a grandes tasas de desocupación, vista esta no como una herramienta del sistema capitalista para regular el mercado de trabajo, sino una desocupación estructural en el marco de un modelo político y económico incapaz de resolver el problema del trabajo.

Los ensayos de los trabajadores en el continente tienen que ver con su resistencia, pero también con la historia de esa clase, con su aprendizaje, con su necesidad de organizarse y darle respuesta a los nuevos tiempos.

Continúa siendo el trabajo asalariado la base de extracción de plusvalía relativa y absoluta; es por ello que los sindicatos continúan siendo de fundamental importancia para la organización de los trabajadores en el centro del trabajo, la cuestión está en adecuar los sindicatos a la nueva realidad, imprimiéndoles un carácter de clase, democrático, unitario y autónomo en relación con los patronos, gobiernos, partidos políticos y credos religiosos. Los sindicatos deben responder a los nuevos d e s a f í o s der ivados de los cambios en el ambiente de trabajo y nuevas tecnologías que impactan en la subjetividad y cambian el perfil de la clase trabajadora. Hoy tenemos más jóvenes y mujeres en el mercado de trabajo.

Es entonces prudente reformular las clásicas tres preguntas: quiénes somos, contra qué luchamos y hacia dónde vamos.

Frente a la primera de ellas habría que decir que somos trabajadores: activos, irregulares, flexibilizados, informales, desocupados o jubilados, que nos organizamos para defender nuestras condiciones de vida y de trabajo; que peleamos contra un modelo que concentra a escala nacional y planetaria la riqueza y los medios de producción.

Que el proceso de resistencia ha constituido el más extraordinario laboratorio de ensayos del campo popular, primero para enfrentar el exterminio masivo de sus dirigentes y militantes, y luego para impedir que la prepotencia imperialista desalojara de la historia a los pobres, perpetuando un continente de dos pisos, donde conviven la opulencia y la barbarie. Estos ensayos han incorporado nuevos sujetos sociales en forma activa; por eso podemos asegurar que somos la nueva clase trabajadora portadora de la diversidad étnica, cultural y de género, que sintetiza y perfecciona la organización de los trabajadores a escala continental. Desarrollar la educación de clase, reforzar su identidad, teniendo en cuenta las diferencias regionales de nuestro continente es un gran desafío del ESNA.

La segunda, debemos decir que luchamos contra quienes se apropian de la riqueza de nuestros territorios, que han primarizado la economía transformándonos en territorio de extracción de materias primas, produciendo crecimiento económico con retraso tecnológico y profundización de la dependencia; contra quienes ensayan nuevas tecnologías y que la voracidad depredadora del modelo capitalista no vacila en destruir nuestra tierra y envenenar nuestra agua para poder obtener el máximo de riqueza.

Y por último, ratificar que nos organizamos para enfrentar este modelo neocolonial, que en su fase neoliberal, a decir de Fidel Castro Ruz, somete a la humanidad a una crisis civilizatoria, incapaz de resolver ninguno de los grandes problemas de la humanidad y de nuestra América morena.

Hacia dónde vamos es el desafío. Hacer de Nuestra América la casa del acumulado histórico, como núcleo de los sindicatos y centrales que han estado a la vanguardia de los procesos revolucionarios en el continente, los que resistieron y crearon las condiciones para nuevas experiencias; que sea capaz de condensar lo viejo, lo nuevo, lo por venir, que desde la dialéctica de la lucha de clases sea capaz de articular todo aquello que esté dispuesto a resistir y a soñar un mundo nuevo donde quepan todos los mundos.

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