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Subversión y mentira en el viento del norte

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Más de la mitad de los ciudadanos de Estados Unidos defiende una política hacia La Habana que permita el comercio de sus empresas con la Isla, eliminar las restricciones de viajes y que se quite al país de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Figuras políticas y representantes del sector de los negocios se han pronunciado al respecto. Recientemente, el congresista demócrata James McGoven, afirmó que no concibe ninguna razón por la cual su país y Cuba no puedan normalizar sus relaciones. De igual forma el exgobernador del Estado de la Florida, Charlie Crist, calificó al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba como reliquia ineficaz y pidió su eliminación.

El senador demócrata Patrick Leahy declaró que ha llegado el momento de modernizar la política norteamericana hacia el país caribeño, pues no ha tenido éxito y distancia a Estados Unidos de América Latina; apuntó en tal sentido que la responsabilidad de actuar es de la Casa Blanca y el Congreso.

El respaldo a un cambio hacia Cuba es del 60 % entre demócratas e independientes, así como del 52 % entre republicanos. No obstante, Obama no se decide o no quiere examinar el tema con las autoridades de La Habana. Probablemente espera un “cambio político”.

Se sabe que su administración utiliza métodos propagandísticos con el apoyo de la informática y las comunicaciones, que tienen como propósito desinformar, sustituir valores por otros falsos, incentivar a la población a manifestarse contra gobiernos que no son del agrado de Washington, y de esa forma crear situaciones internas de desestabilización, que no es más que lo que se  ha dado en llamar Guerra no Convencional.

En este mismo sentido y con relación al denominado “poder inteligente” que combina el convencimiento con la coerción económica y la fuerza militar, una estrategia manejada por la actual administración, la secretaria de Estado Hillary Clinton se refirió en el 2012 a la utilización de tecnologías como Twitter y SMS para abrir diálogos con la sociedad civil, garantizar a su manera los “derechos humanos” y del mismo modo apoyar lo que ellos llaman “transiciones democráticas”.

Los gobernantes de Estados Unidos deliran ser superiores, y sueñan que Cuba irremediablemente “gravitará” hacia su unión, por eso desde el mismo año 1959 la Revolución cubana ha sido motivo de preocupación para el vecino del Norte, y a principios de 1960 ya la CIA tenía un plan para su derrocamiento. Al año siguiente con la aprobación del presidente John F.Kennedy apareció la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), con el objetivo de dar apoyo a países supuestamente “problemáticos”, desde entonces han trabajado junto a la CIA y al Departamento de Estado.

A principios del presente año, el gobierno de Obama destinó a la USAID, 17,5 millones de dólares para financiar programas de subversión como “ZunZuneo” y “Piramideo” dirigidos a socavar al Estado cubano. Sólo entre los años 2009 y 2012, esta Agencia y el Departamento de Estado  recibieron un presupuesto de 75 millones de dólares para programas contra Cuba.

En medio de tanta hostilidad llama la atención que incluso en la Florida, donde radica la mayor comunidad de origen cubano, el 63 % de la población aboga por el mejoramiento de las relaciones.

Hace sólo unos días, PriceSmart Jamaica Ltd., subsidiaria de una cadena de supermercados estadounidense, por orden de la dirección general de la compañía, prohibió brindar servicios al personal de la embajada de Cuba en Jamaica. La arbitraria decisión se suma a otras similares aplicadas en los últimos meses contra embajadas cubanas en países del Caribe y Centroamérica.

El hecho ratifica la falta de voluntad de la administración estadounidense para cambiar su política, obstáculo para la normalización de las relaciones entre ambos países.

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