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Eternizar errores: sello de la incapacidad imperial

Un nuevo suceso vuelve a confirmar la naturaleza agresiva e injerencista de la política practicada por Estados Unidos contra Cuba a lo largo del último medio siglo, solo que esta vez la falta de pudor al utilizar su herramienta subversiva ha dejado al desnudo las engañifas con que enmascara el reciente intento de subvertir el orden social existente en la nación caribeña.

El descontinuado ZunZuneo, un programa sedicioso ejecutado mediante  el uso de las nuevas tecnologías informáticas, ha sido revelado por una exhaustiva investigación de la agencia de prensa Associated Press (AP). También se  conoce sobre otros en desarrollo, asimismo ilegales, como los denominados Piramideo, Martinoticias y YaCubaTwittea.

Estos programas, sustentados en la pretensión  de producir en nuestro país un cambio de régimen mediante métodos que han resultado exitosos para derrocar Gobiernos incómodos al imperio en otras latitudes, obvian la consideración de que estos han fructificado en realidades muy diferentes a la cubana.

Las apreciaciones erróneas de los estrategas yanquis sobre Cuba les han conducido desde hace mucho tiempo a fracasos de mayor relevancia. Sus intentos por aislarla han sido derrotados estrepitosamente uno tras otro. Cinco décadas atrás, la superpotencia logró imponer a todos los Estados de Latinoamérica y el Caribe —con la sola excepción de México—, la ruptura de relaciones con la isla. Hoy nuestra nación mantiene relaciones normales con todos los países del área sin haber cedido un ápice en sus principios.

El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde hace más de medio siglo, ha fracasado en su confeso y genocida propósito de provocar, mediante las penurias económicas, el hambre y las enfermedades, un descontento popular que condujera a la destrucción de la Revolución que emergió victoriosa el primero de enero de 1959.

Esa guerra económica nunca provocó el esperado colapso de la economía cubana, a pesar de haberse convertido en el principal obstáculo al desarrollo de la  sociedad.

Solo la pujanza del primer Estado socialista de nuestro hemisferio y la contribución decisiva de la mayoría abrumadora de la población han hecho posible que avancemos, y que ahora, tras haber salido de la crisis más profunda de la historia de la nación, se den pasos seguros  en el proceso de actualización del modelo económico actualmente en marcha, entre cuyas medidas más recientes y cardinales se incluye la creación de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera.

El rechazo a la política anticubana de Washington es universal. Así se ha confirmado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde el bloqueo ha sido condenado durante los últimos 22 años consecutivos. En la más reciente votación, 188 de los 193 Estados miembros de la ONU lo repudiaron, mientras que solo su tradicional aliado Israel respaldó ese criminal asedio.

Algunos no se explican cómo Washington se ha empeñado en mantener hasta ahora esta proyección política hacia quien trata sin razón como uno de sus principales enemigos; pero son más los que no encuentran tampoco racionalidad en mantenerla hacia el futuro.

Se trata no solo de la capacidad de resistencia del pueblo cubano, llevada a su máxima expresión cuando hace ya más de dos décadas no se amilanó por la abrupta desaparición de vitales aliados de entonces (el campo socialista europeo y la antigua Unión Soviética) y decidió mantener en alto, en medio incluso del brutal recrudecimiento del acoso imperial, las banderas de dignidad humana y soberanía nacional conquistadas.

Ocurre que el mundo está cambiando, en contra de las pretensiones de Washington.

Latinoamérica y el Caribe ya no son patio trasero de nadie, y su unidad e integración crecen al influjo de los cambios revolucionarios y progresistas iniciados por Chávez en Venezuela desde finales del pasado siglo. La elección de Cuba como presidente de la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), hace un año, es todo un símbolo de los tiempos que corren.

Las doctrinas de la solidaridad entre los pueblos sustentadas por la Revolución cubana se abren paso cada vez más, para bien de los pueblos.

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