Si la Feria Internacional del Libro se quedara solo el centro de las ciudades donde se realizan los diferentes capítulos a lo largo y ancho del país, no fuera una feria, en el sentido exacto del vocablo.
Por eso, en la centro meridional Cienfuegos no queda circunscripta a la librería-ateneo Dionisio San Román, la principal de la provincia, a los puntos de venta, los pabellones infantil y juvenil y al programa profesional y literario.
Los libros abandonan los estantes y van a universidades, escuelas de las diversas enseñanzas, centros de trabajo y penitenciarios, unidades militares…, en una suerte de expansión de los tentáculos que hacen la fiesta más abarcadora y real.
Sin tener que salir de su local de estudios los alumnos de la primaria Julio Luis Rodríguez pudieron asistir a la presentación de la novela infantil No todos los príncipes son azules, del autor Eduardo Pino, y los de la secundaria Fran País tuvieron igual suerte con la antología de cuentos fantásticos Historias del Altipuerto. Guerra de Dragones, de la autoría de Madeline Pedroza y editada por Gente Nueva.
Es de imaginar lo que signifique para quienes estén internos en un centro penitenciario que los libros lleguen hasta ellos. Pues así ocurrió en el centro de trabajo y estudio Tarea Confianza, a donde llevaron Las virtudes Cardinales, una obra científico-técnica, de Arturo José Sánchez Hernández. Algo similar sucedió en el centro mixto para mujeres, ubicado en La Sabana, a unos 12 kilómetros de la ciudad de Cienfuegos, donde cumplen sanción un grupo de féminas. Ellas disfrutaron de una lectura de poemas y pudieron adquirir el libro Sarabanda no perdona, de Iliana Núñez y Felipe José Oliva.
Otra novedad de la edición 23 de la Feria Internacional en el capítulo cienfueguero fue que los Joven Club de Computación y Electrónica crearon un espacio en la biblioteca provincial Roberto García Valdés donde se brindaron servicios de video-juegos y consultas y trataron temas relacionados con la enciclopedia EcuRed.
