La cuenta de El Chapo Guzmán

La cuenta de El Chapo Guzmán

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Elementos de la Marina subieron a Guzmán Loera a un helicóptero de la Policía Federal en el AICM, lo trasladarán a prisión (AFP).
Elementos de la Marina subieron a Guzmán Loera a un helicóptero de la Policía Federal en el AICM, lo trasladarán a prisión
Foto: AFP

Capturaron a El Chapo Guzmán, el líder del cártel de Sinaloa, el narcotraficante más buscado. Fue en un hotel del norte de México, en la costa del Pacífico,  donde las autoridades de ese país lo apresaron, trabajando en conjunto con otras de Estados Unidos.  La noticia está recorriendo el mundo. La imagen de El Chapo agarrado por la nuca como con cuidado de una reacción violenta, está recorriendo el mundo. En televisión. En internet. El presidente Enrique Peña Nieto lo confirmó a las dos menos cuarto de la tarde.

En Sinaloa y Baja California, se desplegó un operativo y detuvieron a 10 narcotraficantes, entre los que se cuentan Joel Enrique Sandoval, El 19, presunto jefe de sicarios de Ismael El Mayo Zambada, el segundo jefe del cártel de Sinaloa. El propósito era capturar a este último, pero terminaron llevándose al mandamás.

A El Chapo lo siguen dos fieles lugartenientes, El Mayo y Juan José Esparragoza, El Azul. De Esparragoza se sabe poco. Algunas fotos por ahí. El hombre es discreto. Más o menos lleva cuatro décadas en el negocio de la droga sin que lo pesquen.

Ahora hagámosle un retrato a El Chapo. Joaquín El Chapo Guzmán Loera encabeza el cártel de Sinaloa, la organización criminal más importante del país, y aquí importante parece una palabra extraña, medio ambigua, por lo que mejor digo que es la organización criminal más célebre. De oscura celebridad. Pero celebridad a fin de cuentas que hay que mencionar, tanto, que se ha dicho que el narco Guzmán tiene el peso, por poder y alegorías, comparable con el del colombiano Pablo Escobar.  El periodista Malcolm Beith, autor de The Last Narco: Inside the hunt for El Chapo (El último narco, en el interior de la cacería por El Chapo), dice que al compararse a Escobar con El Chapo e Ismael El Mayo Zambada, la principal diferencia es que los mexicanos no desean tomar el poder político y llevan sus negocios con la frialdad de un empresario.

El Chapo nació en una familia de campesinos pobres en un pueblo chico de Sinaloa. Se ganó el sustento con la agricultura hasta que se unió al enterrado cártel de Guadalajara, controlado por Miguel Ángel Félix Gallardo El Padrino, detenido en 1989. En cuanto a su apariencia, Guzmán tiene la de un hombre cualquiera. No la de un villano, más bien, la de un buen tipo. En el momento de su captura llevaba bigotes y una camisa de color claro. Lo llaman El Chapo por su estatura baja. Estatura de chaparro le dicen en México. En enero de 2001, a  pocos días de iniciarse el Gobierno de Vicente Fox Quesada, Guzmán escapó escondido en un cesto de la lavandería de una prisión de alta seguridad (Puente Grande, en el Estado de Jalisco). Lo habían puesto detrás de las rejas en 1993. Luego lo inusual fue que se coronara de nuevo, porque se dice que cuando los capos de las organizaciones mexicanas son detenidos, los que le siguen en la estructura de mando empiezan a luchar por la toma del control. Sin embargo, Joaquín Guzmán, volvió a vestirse de rey de Sinaloa tras su fuga de la cárcel.

Estuvo en prisión por delitos de homicidio, contra la salud, delincuencia organizada, acopio de armas y tráfico de drogas. Fue un preso con privilegios: alcohol, drogas y la comida que quisiera. La escapada dejó al desnudo los problemas de seguridad del Gobierno.

Guzmán conoce su oficio y la violencia. Si hay obstáculos, los quita del camino, como si estuviera hecho de vientos huracanados. Cerca de 70 mil muertes han resultado de la lucha entre cárteles mexicanos en los últimos 10 años. Ciudades enfrascadas en una guerra por el control. Disparos, explosiones, incendios, cadáveres colgados. Édgar Guzmán, uno de los hijos de El Chapo, murió tiroteado en 2008 con 22 años, a la salida de un cine en Culiacán, la capital de Sinaloa. Un comando de 15 hombres lo asesinó. Hay una enorme cruz blanca de cemento que marca el lugar de los hechos. Un grupo de guardias impedía sacarle fotos al sitio, hasta hace muy poco.

En Sinaloa se dice que era normal ver a Guzmán visitando restaurantes de lujo. Que entraba a estos, acompañado de sus guardaespaldas, quienes les retiraban los teléfonos móviles a los clientes. Que después mandaba pagar la cuenta de todos. O invitaba a una copa de coñac. Así lo han descrito. El Chapo ha sido desafortunadamente una inspiración para los jóvenes mexicanos que viven en la marginalidad. Una cifra grande.

El cártel de Sinaloa controla el 45% de la droga que pasa por las venas de México, e introduce una cuarta parte del total de narcóticos que se consume en EE UU. Un informe decía que el Chapo sufría diabetes y una enfermedad cardiovascular. Pero Guzmán, enfermo o no, dirige la organización que más drogas puede llevar a los Estados Unidos. De ahí, del país vecino, le llegan millones de dólares al crimen organizado de México por la vía del narcotráfico.

El de Sinaloa es el cártel más longevo de México. Comenzó sus operaciones a inicios de los años 80: cultivo, producción, tráfico y venta de marihuana, cocaína, heroína y metanfetamina. A muchos mexicanos de los cárteles los unen lazos familiares, lazos de sangre. Esto último marca la historia de los cárteles de México: sangre, ríos de sangre. Y con El Chapo Guzmán fuera del juego, el país ha dado un paso importante. Eso hace pensar la captura del capo, que puede que empiece a pagar sus propias cuentas con la justicia. Con o sin coñac. Con o sin brindis.

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