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Una obra y dos banderas

programasLuego de que hace poco más de un año tuviera la oportunidad de visitar las obras constructivas de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM), volveré este lunes para la inauguración de los primeros 700 metros del puerto que dará vida al ambicioso proyecto.

Lo primero que ya por esa fecha sorprendía al visitante es la envergadura y complejidad de las infraestructuras que en ese lugar se levantan, sensación que supongo será mucho mayor esta vez a partir del avance previsible durante los últimos 12 meses.

Acudimos allí junto al resto de los estudiantes del diplomado de Administración Pública que imparte la Escuela Superior de Cuadros del Estado y el Gobierno, experiencia en la que fuimos incluidos los periodistas como parte de la preparación para comprender y explicar a nuestro pueblo el proceso de actualización del modelo económico y social.

Muchas observaciones y notas hicimos en aquel recorrido por la ZEDM, y en particular sobre las facilidades y capacidad del nuevo puerto, inversión donde resulta decisivo el aporte de Brasil.

Aprendimos de las capacidades inimaginables que alcanzan ya en el mundo los buques cargueros con estibas de hasta 20 mil contenedores, de las ventajas que resultarán para el país a partir de la recepción de mercancías en esta amplia bahía a solo 45 kilómetros de La Habana, y de todos los sueños de desarrollo que podrían abrirnos los 465 kilómetros cuadrados de la ZEDM.

Su puerto, como ya se ha dicho, resultará un enclave fundamental para el funcionamiento no solamente de la Terminal de Contenedores que se construye para recepcionar anualmente más de 800 mil toneladas de mercancías, sino que será el corazón de toda la ZEDM, abierta desde noviembre último a las propuestas y la iniciativa emprendedora de los concesionarios y usuarios de todo el mundo que apuesten por su localización privilegiada y por las garantías presentes y futuras que Cuba les ofrece.

A pie de obra destacaban también aquel día los cientos de profesionales y trabajadores cubanos, muchos de ellos muy jóvenes, que con sus overoles naranjas o azules y todos los medios de protección necesarios, semejaban —literalmente hablando— hormiguitas laboriosas al lado de las enormes estructuras de acero y concreto, las gigantescas grúas, los sólidos pilotes que hunden sus moles de hormigón armado en las aguas profundas y cálidas de Mariel.

Pero lo más emocionante que vimos, sin duda, fue la presencia de las dos banderas nacionales, la de Cuba y la del gigante sudamericano, izadas al frente de una de las instalaciones próximas a la rada, como evidencia de lo mucho que podemos hacer juntos en nuestro continente si nos unimos más, y empezamos a ser economías complementarias en lugar de competidoras o rivales.

Esa sensación de hermandad que ahora vemos reiterada en esta II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es la misma que también flota en el puerto de Mariel, en el ondear de aquellos dos pendones tan queridos.

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