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Protagonistas de un enero que marcó el siglo

Foto: Tomada de Cubadebate.
Foto: Tomada de Cubadebate.

Las multitudes jubilosas que colmaban las calles capitalinas dificultaban el paso de los vehículos de la caravana encabezada por Fidel. Era la tarde del 8 de enero de 1959 y al llegar al Cotorro, los trabajadores de la cervecería rodearon a los rebeldes con grandes muestras de afecto. Les ofrecieron el producto de su labor: unas cervezas, Fidel declinó la invitación pero aceptó maltas. Fue uno de los muchos incidentes emotivos ocurridos durante el recibimiento del pueblo a los “barbudos”, como cariñosamente llamó a sus nuevos libertadores

Horas después, desde el principal bastión militar del derrocado batistato, rebautizado como Ciudad Libertad, el líder de la Revolución no habló con un lenguaje triunfalista sino con la verdad, como siempre lo había hecho, al expresarles a los habaneros que faltaba mucho por hacer todavía y no podían engañarse pensando que en lo adelante todo sería más fácil, sino tal vez más difícil.

En ese camino inédito que apenas se había comenzado a transitar les correspondería un papel de primer orden a los trabajadores, a quienes Fidel calificó como un ejército disciplinado que respondía siempre presente.

Lo hicieron en los primeros días de enero con su enérgica respuesta al llamado de huelga general que contribuyó a destruir la última maniobra del enemigo para impedir el triunfo revolucionario y pronto se estrenarían en batallas nuevas con tal vehemencia y masividad que asombraron al mundo.

Así ocurrió con su decidida participación en la gigantesca concentración popular del 21 de enero frente al Palacio Presidencial convocada por el Comandante en Jefe como parte de la Operación Verdad, para hacerle frente a la campaña calumniosa promovida por Estados Unidos contra la decisión soberana de nuestro país de aplicar la justicia revolucionaria a los criminales de guerra que habian arrancado la vida a miles de cubanos.

Sucedió también con el apoteósico desfile del Primero de Mayo, en la entonces Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, donde por primera vez en nuestra historia las masas laboriosas no acudieron con demandas laborales ni para protestar por la represión policiaca, sino unidas a su dirección revolucionaria para defender la patria.

Se reiteró con el apoyo irrestricto a su líder ante la crisis institucional creada por la actitud traidora del entonces presidente de la República Manuel Urrutia, que motivó la renuncia de Fidel como Primer Ministro. La respuesta de este a la masiva demanda por su regreso al cargo fue someter el problema a todo el pueblo en el acto por el 26 de Julio en La Habana. Y allí los trabajadores, hermanados con los miles de campesinos que arribaron a la capital para asistir a la celebración en imponente caballería, encabezados por el comandante Camilo Cienfuegos, respondieron a la pregunta de si deseaban que Fidel continuara al frente del Gobierno, con un rotundo ¡Sí! que estremeció la Plaza Cívica y fue conocido en el mundo entero por la radio y la televisión.

Viril y multitudinaria fue además su presencia en la concentración del 26 de octubre frente al Palacio Presidencial, en protesta contra el ametrallamiento a la capital por una avioneta procedente de Estados Unidos. En ese acto, donde pronunció su último discurso el Señor de la Vanguardia, nacieron las Milicias Nacionales Revolucionarias, que también por primera vez en nuestra historia pusieron en manos de hombres y mujeres humildes las armas para preservar los derechos conquistados.

El ejército de los trabajadores, como lo calificó Fidel, necesitaba de oficiales y esos eran los dirigentes sindicales. Pero para contar con ellos fue necesario realizar un profundo proceso depurador del aparato sindical, hasta entonces al servicio de la tiranía, para sustituirlo por directivas electas en asambleas libres y democráticas. Era un paso imprescindible, subrayó el Comandante en Jefe en el X Congreso de la CTC efectuado en noviembre, para que la Revolución tuviera confianza en la organización de los trabajadores y esta fuera capaz de conducirlos en las luchas que se avecinaban.

El año terminó con un hecho inconcebible hasta entonces: el Primer Ministro decidió pasar la Nochebuena con los carboneros de la Ciénaga de Zapata, el sector laboral más explotado y preterido del país. Uno de ellos, al recibir orgulloso a los hombres de uniforme verde olivo, no pudo menos que recordar el comportamiento de los militares del depuesto régimen: “¡Qué diferencia! Hace un año los amarillos vinieron a llevarme la lechona y me mataron a un sobrino que todavía nadie sabe dónde lo enterraron. Señores, ¡esto ha vuelto a nacer!”

De aquel enero que marcó el siglo, los trabajadores habían demostrado ser, más que testigos, activos protagonistas.

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