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Esther Borja: cien años

En su jardín, hace algunos años. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
En su jardín, hace algunos años.
Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Por: Lester Vila Pereira

Una gran dama cubana está cumpliendo cien años. Edad ilustre de una ilustre mujer que más que un nombre en nuestro catálogo musical es, desde hace décadas, una de las voces del país que somos. Es la celebración de Esther Borja.

Esther es quizás la última representante de una edad dorada de la canción cubana, canción de salón y de pueblo, llena de emociones, siempre melancólica aunque convoque a la alegría.

Junto a Lecuona.
Foto: Archivo

Es una mujer notable, destacada además por su clara inteligencia, comprometida siempre con su tiempo y completamente fiel a sus creencias. Ejemplo de ello fue su defensa firme a todo lo que consideraba imprescindible para su país.

Durante años, cuando el nombre de Ernesto Lecuona era una tachadura en los cuadernillos de algunos funcionarios, Esther cantó la música del compositor una y otra vez, para mantener al maestro vivo.

¿Quién puede desconocerla en ese otro himno cubano que es Damisela encantadora, canción de Lecuona que desde su estreno ha convocado al público a cantar a coro su estribillo de vals, una de las experiencias compartidas más recurrentes y emocionantes de nuestra cultura?

Imposible olvidar a Esther Borja en la televisión, abriendo en las tardes esa memoria indispensable de nuestra música que fue su programa Álbum de Cuba. En la pantalla, Esther era una dama que cantaba hermosamente en el jardín, en el patio camagüeyano, o que paseaba con su música las difíciles calles de Trinidad. Así la artista fue desarrollando en las nuevas generaciones un universo de sensaciones.

El canto de Esther Borja es tan cubano como el trino de las aves endémicas; las notas musicales tienen en ella el rumor blando de las olas que acarician las playas, la cadencia hipnótica de un columpio que se mece vacío en el patio; guardan el murmullo del agua que vierte la fuente en el fondo del jardín.

Cuando la escuchamos cantar viene a nosotros el olor dulce de los naranjos, el sabor de las frutas tropicales. A la noche estrellada sobre las palmas nos recuerda, a la hora callada de la siesta…

Dueña de la tarde, así la llamó Fina García Marruz y, ciertamente, en la voz de Esther Borja está siempre esa placidez quieta de las horas más tranquilas, cuando el sol sumerge todo en la luz y los cubanos buscamos refugio en la humedad de las sombras. Solo una sensibilidad artística superior puede producir ese gozo. Esther es uno de los pilares de nuestra cultura. En su voz late la cubanía.

http://youtu.be/0xr-5TpOrxc

Esther Borja – Damisela Encantadora

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