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Un clásico de Shakespeare

Por Fernando Rodríguez Sosa

Quizás no resulte del todo descabellado afirmar que, entre las piezas para la escena escritas por William Shakespeare, Romeo y Julieta se ha convertido, con el paso de los siglos, en su obra más conocida y citada por públicos de diversa formación y cultura, pertenecientes a las más equidistantes latitudes de la geografía planetaria.

Tal reconocimiento se sustenta, indudablemente, en los valores del texto, pero también en esa triste historia de amor, protagonizada por los jóvenes amantes, que el dramaturgo inglés supo contar enmarcada en la ciudad de Verona, oscurecida por las pugnas irreconciliables de dos familias antagónicas: los Montesco y los Capuleto.

Han contribuido a que Romeo y Julieta deje de ser un texto solo para leer o ver en una representación teatral, las infinitas versiones encargadas de trasladar tan infortunado amor a otras manifestaciones artísticas, como el cine, el ballet, la música, las artes plásticas, que han logrado perpetuar la historia creada cuatro siglos atrás.

Siempre resulta una experiencia insustituible, acercarse a la tragedia que William Shakespeare escribió, según se estima, alrededor de 1595. Oportunidad que ahora ofrece la edición cubana de Romeo y Julieta (Editorial Arte y Literatura, Colección Argos, 2012, 112 pp), que viene acompañada de un estudio introductorio de Beatriz Maggi.

Como es conocido, esta pieza en cinco actos, representada por primera vez entre 1596 y 1597 y editada este último año, centra su trama en los jóvenes Romeo y Julieta y cuenta –como escribe el autor— “los trágicos pasajes de su amor, sellado con la muerte, y la constante saña de sus padres, que nada pudo aplacar sino el fin de sus hijos…”.

Diversas lecturas es posible realizar de Romeo y Julieta, que permiten desentrañar otras realidades y problemáticas que subyacen en el texto. He aquí una de esas reflexiones, que firma la profesora y ensayista Beatriz Maggi:

La obra, fundamentalmente, es una triste y bella historia de amor malograda por un viejo orden feudal anquilosado y decrépito, `pero, al mismo tiempo, en menor dosis, tenuemente marcado, aparece el nuevo maléfico fantasma: la explotación de unos hombres por otros, por dinero. Con ello podemos ver que ya el dramaturgo está intentando que su obra se haga cargo de la compleja realidad social, con sus contradicciones, con todas las infinitas fuerzas en pugna, y desdeña una visión rosada, armoniosa, simplista y teórica –en fin de cuentas, falsa— de la realidad. No es el viejo orden –malo—, contra el nuevo orden –bueno. Lo fundamentalmente bueno de este nuevo orden tiene que imponerse: sobre los dos conmovedores cadáveres se liquida la rencilla criminal. Pero este nuevo orden acarrea también su mácula: la sed de oro, que Shakespeare se encargará de condenar cada vez más incisiva y removedoramente, a medida que vaya entrando en su madurez dramática, integrándola cada vez más orgánicamente a su asunto.

Considerado el más importante escritor de la lengua inglesa, y uno de los más prestigiosos de las letras universales, William Shakespeare (1564-1616), además de dramaturgo, poeta y actor, es autor de piezas emblemáticas de la escena del mundo, como Hamlet, El Rey Lear, Macbeth, Otelo, Mucho ruido y pocas nueces y El sueño de una noche de verano.

Romeo y Julieta, en el contexto de esa producción dramática, es una de las joyas del legado de William Shakespeare. Una de esas piezas que ha logrado pasar la prueba del tiempo y trascender a lo largo de los siglos, para así convertirse en todo un clásico dentro de la historia del teatro universal.

 

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