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Homenaje en La Habana a Héroes del Trabajo

“Honrar, honra”  llevó por nombre el homenaje. Foto: Roberto Carlos Medina
“Honrar, honra” llevó por nombre el homenaje. Foto: Roberto Carlos Medina

Difícil sería reunir grupo más selecto de trabajadores que los que se dieron cita en el círculo social obrero Félix Elmusa para festejar los 30 años de que Fidel entregara por vez primera el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Entre todos los reunidos descollaban Dimas Ramón Martinto Brown y Francisco Díaz Febles ─machetero el primero, inseminador el otro─ quienes formaron parte de aquel quinteto primicio, que en acto efectuado el 26 de julio de 1983, recibiera la más hermosa distinción que trabajador alguno puede ostentar en Cuba, el de Héroe del Trabajo de la República.

Para Martinto, el cansancio es algo que demora en llegar al cuerpo cuando hay convencimiento de que primero hay que cumplir una tarea. Para Díaz Feblez, el único premio que le interesó siempre fue el de hacer el bien.

“Honrar, honra”  llevó por nombre el homenaje, que formó parte de las acciones del movimiento sindical de la capital en saludo a la conferencia provincial previa al ya cercano XX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba.

“Además, la ocasión constituye una forma de rescatar los encuentros que siempre sostuvieron los héroes, una manera de incentivar la atención de que son merecedores y una oportunidad para enaltecer continuamente el trabajo”, dijo María Elena López Alonso, integrante del Secretariado de la CTC en La Habana, la ciudad capital.

Entonces llegaron anécdotas y añoranzas, recuerdos y emociones, nunca el problema personal ─que los tienen─ y sí el deseo de ser todavía útiles a su país.

“Por ser así es que son héroes”, dijo el reconocido médico ortopédico Profesor Rodrigo Álvarez Cambra, uno de los homenajeados. “Si me pidieran organizar ahora alguna brigada de cortadores de caña, entonces me pondría inmensamente feliz, pues añoro cortar caña”, dijo Dagoberto Prado, jefe de una superbrigada de corte manual, la Fernando Chenard Piña, que en total llegó a acumular más de 100 millones de arrobas y que se desintegrara ante el empuje de las máquinas cortadoras.

Resultó un acto sencillo, íntimo, donde primó la vergüenza de estos hombres, el sentido del honor de esta pequeña representación de los 148 héroes existentes hoy en el país.

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