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Amor de gente grande

El concierto Amor de ciudad grande fue dedicado a los 160 años del natalicio de José Martí y al 70 aniversario de Pablo Milanés. Fotos: Roberto Ruiz Espinosa.
El concierto Amor de ciudad grande fue dedicado a los 160 años del natalicio de José Martí y al 70 aniversario de Pablo Milanés. Fotos: Roberto Ruiz Espinosa.

Hermoso. Así, con la sencilla vastedad de esa palabra, podría describir lo sucedido este jueves en la sala Avellaneda del teatro Nacional como parte del V Festival Leo Brouwer de Música de Cámara. Ante un público sensible y atento, tuvo lugar el concierto Amor de ciudad grande, dedicado a los 160 años del natalicio de José Martí y al 70 aniversario de Pablo Milanés.

Muchos pensamos que no sería posible. Las noticias de la reciente enfermedad del cantor bayamés en Argentina motivaban las dudas. Algunos dieron por sentado que de una pancreatitis nadie se recuperaba tan pronto y se lo perdieron. Allí estuvo Pablo, sin el largo aliento a que nos tiene acostumbrado, pero con su voz melodiosa y la sonrisa de siempre.

Para él se reservó la última media hora de un espectáculo que ha sido el más breve de los 20 incluidos en este Festival, pero también el más intenso, al decir del Maestro Leo Brouwer con quien pude conversar al final de la noche.

Cantó Mi verso es como un puñal, Vierte corazón tu pena, Poética, El enemigo brutal, Es rubia…el cabello suelto, El príncipe enanoYo soy un hombre sinceroSi ves un monte de espuma,  temas incluidos en su álbum Versos Sencillos, de 1973, en el que puso música a algunas de las composiciones contenidas en el poemario homónimo de José Martí.

Le acompañaron Miguel Núñez, quien realizó las versiones y tocó el piano en casi todos los temas;  el cuarteto de cuerdas Presto; el bajista Sergio F. Raveiro y el percusionista Edgar Martínez.

El Maestro Leo Brouwer, tocando la guitarra luego de más de 30 años.

Verdadera fue la sorpresa cuando el mismísimo Leo Brouwer, luego de más de 30 años sin tocar la guitarra en público, entró a la escena, con instrumento y partitura, se sentó a la izquierda del cantor y rasgueó las cuerdas hasta hacer brotar esos arpegios limpios, fluidos y vibrantes que acompañaron aquello de Si ves un monte de espumas, es mi verso lo que ves. Mi verso es un monte, y es, un abanico de plumas…

“Toqué porque Pablo me pidió que lo hiciera — confesó Brouwer minutos más tarde— pero a mí me gusta lo perfecto y con tres dedos eso no es posible. El tendón de mi dedo (del medio) sigue roto”.

“Mientras más años pasan, más miedo tengo de componer acerca de Martí, dijo. Al componer no creo, eso es fácil, quito lo superfluo, lo que no hace falta, y eso es muy difícil. Este concierto fue breve pero intenso. Había que sintetizarlo porque el mensaje de Pablo es muy fuerte y las músicas mías que se tocaron en la primera parte del programa también lo son, pero en el sentido de la extrañeza. Son piezas extrañas para el público de la cultura popular.”

Se refería Brouwer a Es el amor quien ve, compuesta en 1939 para voz, flauta, violín, cello, piano, guitarra y vibráfono y a Elegías martianas para flauta y piano, del 2009. Estas últimas interpretadas por el Dúo Ondina. Ambas, marcadas por esa ruptura sonora que impuso la vanguardia.

Brouwer junto a Pablo, creando música con maestría.

Aún restan algunas jornadas para que concluya el V Festival y entre los conciertos que mayores expectativas despiertan están Benny Moré 50 años después (12 de octubre, sala Avellaneda) y Meñique a flor de labios (13 de octubre, teatro Karl Marx), espectáculo de la Compañía de teatro infantil La Colmenita que servirá de clausura y también estará dedicado al 160 aniversario del natalicio de Martí.

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