Terrorismo yanqui contra Cuba: Dolor, destrucción y muertes

Terrorismo yanqui contra Cuba: Dolor, destrucción y muertes

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Ilustración: Manuel Hernández Malagón
Ilustración: Manuel Hernández Malagón

La voladura de un avión civil en  pleno vuelo en las costas de Barbados,  el 6 de octubre de 1976, es quizás el  más divulgado acto de terrorismo cometido  contra Cuba. Sus confesos autores intelectuales,  Orlando Bosch Ávila y Luis Posada  Carriles, no han saldado su deuda con la justicia;  el primero ya falleció en su seguro refugio  de Miami, y el segundo permanece libre en esa  ciudad, donde goza de total protección y recibe  frecuentes homenajes.

Pero ese monstruoso crimen es uno más  dentro de los incontables actos de ese tipo alentados  y financiados por los Gobiernos estadounidenses,  en cuya agenda política con respecto  a Cuba el terrorismo ha sido una constante.  

Tras el triunfo de la Revolución cubana, en  enero de 1959, Estados Unidos devino refugio  para connotados asesinos de la tiranía batistiana;  de quienes amasaron sus fortunas mediante  la explotación o el robo de las arcas de  la nación, y de resentidos y desclasados. A esa  realidad se sumó el hecho de que ese país vio  afectados sus intereses económicos e influencias  políticas en la isla. He ahí la razón de su  irracional proceder, guiado por el propósito de  revertir el proceso revolucionario.

En correspondencia con ello, desde el propio  año 1959 elementos contrarrevolucionarios sustentados  por ese país emprendieron acciones que,  hasta 1999, arrojaron un saldo de 3 mil 478 muertos  y 2 mil 99 incapacitados, además de incontables  daños económicos.

Entre otras modalidades de actos de terror  cometidos en ese período, el pueblo cubano sufrió  los horrores y consecuencias del sabotaje  al vapor francés La Coubre; ametrallamientos  y bombardeos a ciudades, pueblos y centrales  azucareros; quema de cañaverales; asesinatos  de trabajadores y milicianos que custodiaban  sus centros de trabajo; ataques piratas a instalaciones  costeras, naves mercantes y embarcaciones  pesqueras, y sabotajes a oficinas comerciales  y sedes diplomáticas en el exterior.

Terroristas fueron también los integrantes  de las bandas contrarrevolucionarias que,  organizadas y armadas por el imperialismo  yanqui, se asentaron en diversas regiones del  país y segaron la vida de alfabetizadores, milicianos  y decenas de campesinos —incluidos  niños—; la epidemia del dengue hemorrágico  y otras agresiones biológicas, y los intentos de  atentados contra los principales dirigentes de  la Revolución, que en el caso del Comandante  en Jefe Fidel Castro Ruz superó la impresionante  cifra de seiscientos.

Dolor, destrucción y muertes, son el resultado  de tan siniestro proceder, que no ha podido quebrar  la unidad del pueblo cubano en torno a su  Revolución, con la cual marcha firme y decidido  por la senda emprendida 54 años atrás.

Marcados por  el terrorismo

Impactante y sumamente  dolorosa  resultó para  Julia Hautrive  I r ibarnegaray,  Jesús Sosa de la  Concepción, Dora  Vázquez Pérez y  demás trabajadores  del hotel Copacabana,  la experiencia  vivida  el 4 de septiembre  de 1997 cuando  esa instalación  turística fue objeto de un atentado terrorista.

Julia Hautrive Iribarnegaray
Julia Hautrive Iribarnegaray

“Me disponía a abrir la puerta de mi oficina  cuando sentí un estruendo horrible. Regresé al lobby,  donde había estado momentos antes y vi a Fabio  tendido en el piso, lo que me causó muy mala impresión  porque el día antes le había hecho un trabajo  de mecanografía, por el cual se empeñó en pagarme  y ante mi negativa me regaló cinco animalitos en  miniatura. Nunca pensé que al día siguiente estaría  muerto”, dice Julia, secretaria de la gerencia.

Confiesa que esas piezas significan mucho para  ella, de ahí que las guarde celosamente, y las dedicó a  los Cinco Héroes por el desinterés con que renunciaron  a todo y marcharon a Estados Unidos para desde allí  prevenir las actividades terroristas contra Cuba.

Otra experiencia lacerante acumula Julia: la voladura  del avión cubano en  las costas de Barbados.

“Yo estudiaba la especialidad  de esgrima, pero  la diabetes me obligó a  abandonarla. Muchos de  los esgrimistas que allí  murieron estaban conmigo  en el aula. Los recuerdo  con mucho cariño,  sobre todo a Nancy Uranga,  con quien compartía  el albergue. Su muerte  me dolió doblemente, porque  ella se encontraba  embarazada y su bebé  también fue víctima de  aquel acto monstruoso”.

Atentos y vigilantes

Desde entonces, Jesús, Julia,  Dora y demás trabajadores  de la instalación,  permanecen vigilantes  ante cualquier movimiento  sospechoso, en aras de  evitar que los sorprendan  nuevamente. A ello se refiere  Jesús:

Jesús Sosa de la Concepción,
Jesús Sosa de la Concepción

“No debemos descuidarnos, porque constantemente  estamos en la mirilla del imperialismo, más en  nuestro caso, que trabajamos en una de las actividades  fundamentales del país y por lo tanto es objeto de más  ataques. Se han tomado medidas destinadas a frustrarlos,  porque este es nuestro trabajo, el sustento de  nuestras familias.
Contra el terrorismo

Jesús, quien por entonces trabajaba en  mantenimiento y en la actualidad lo hace  como auxiliar de alojamiento, indica que  la muerte de Fabio Dicelmo dolió mucho a  todos, porque no se trataba de una persona  más, sino de un cliente con quien mantenían  una relación muy especial, pues  llevaba mucho tiempo en el hotel.  “Nosotros fuimos tocados por el  terrorismo, vivimos esa horrible experiencia,  y estamos en contra de acciones  de ese tipo en cualquier lugar del mundo.  Por eso agradecemos tanto la labor de  Ramón, Antonio, Fernando, Gerardo y  René”, afirma. Fotos: César A. Rodríguez

Dora Vázquez Pérez
Dora Vázquez Pérez

Traumática experiencia

Dependiente gastronómica, en el momento del atentado  Dora Vázquez Pérez estaba trabajando en la mesabuffet,  donde la sorprendió el estallido de la carga  explosiva:
“Fue algo traumático, una gran destrucción, y  nosotros no estamos acostumbrados a hechos de esa  naturaleza. Nos produjo un gran susto y un dolor  inmenso por la muerte de Fabio, quien más que un  cliente era casi un familiar, porque vivía aquí, se  relacionaba con todos, y lo queríamos mucho por su  conducta afable y respetuosa”.

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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