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Quiero una canción

Por Fernando Rodríguez Sosa

“Quiero una canción / para regalarla al viento, / quiero una canción / para que la cantes siempre, / quiero una canción / para que la prendas en tu oído / y aun la escuches / cuando estés dormida”. Hermosa composición de Augusto Blanca, uno de los fundadores de la Nueva Trova cubana, que sirve para titular un libro revelador, expresión de un rico fenómeno cultural de indudable trascendencia.

Porque ese es, precisamente, el noble propósito de Quiero una canción. Jóvenes trovadores cubanos (Ediciones La Luz, Colección Capella, 2012, 168 pp): demostrar la variedad de estilos, tendencias, estéticas, que enriquecen la obra que, en estos tiempos, crean las más recientes promociones de trovadores de la isla.

En este cancionero, que cuenta con selección de Manuel Leandro Ibarra, se reúnen una veintena de trovadoras y trovadores, nacidos en diez provincias del país entre 1972 y 1991, de quienes se reproducen canciones que, además de ser continuadoras de la mejor tradición trovadoresca cubana, reflejan las realidades y problemáticas del mundo contemporáneo.

En las páginas de Quiero una canción. Jóvenes trovadores cubanos es posible encontrar, por ello, desde creadores de imprescindible presencia en el ámbito musical –como Diego Gutiérrez, Inti Santana y el Dúo Karma— hasta otros que presentan ahora sus credenciales en el mundo de la trova –entre ellos, Irina González, Aliesky Pérez y Oscar Sánchez.

Para el poeta, ensayista, periodista y cineasta Víctor Casaus, las canciones antologadas en este libro son como la crónica de estos años y el inventario de los sueños futuros. En el prólogo a esta edición, el también director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, institución que ha animado la promoción de los trovadores de toda la geografía insular, igualmente afirma:

Este libro (…) trasciende, para nuestra suerte, ese horizonte inmediato para entregarnos pistas y verdades, datos e intuiciones que enriquezcan nuestra visión y nuestra comprensión del estado actual de esa canción inteligente, pensante, participadora, crítica y autocrítica, transgresora de barreras innecesarias y soñadoras de bellezas y universos que también debieran siempre acompañarnos.

(…)

Este libro es, pues, documento de la memoria reciente –en las canciones y en las vidas de sus autores— y aviso de la memoria por venir. Dentro de veinte, treinta años, cuando un antologador o prologuista futuro se encuentre nuevamente frente a la terrible cuartilla (o pantalla) en blanco  para echar un repaso a la canción sensible de nuestros días, allí estará la mirada que esta antología holguinera ha echado hoy sobre las poéticas de los jóvenes que piensan, sueñan y hacen la canción en la Isla.

Quiero una canción. Jóvenes trovadores cubanos es algo más que un cancionero tradicional. Porque, a través de las páginas de este catálogo, es posible comprobar la validez de la obra creada por los más jóvenes trovadores, esos que enriquecen el panorama musical de la mayor de Las Antillas en los albores de un nuevo siglo y milenio.

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