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¿Para qué sirve un festival?

Los debates tuvieron lugar en el Palacio de Convenciones. Fotos: Del autor
Los debates tuvieron lugar en el Palacio de Convenciones. Fotos: Del autor

Un festival sirve para muchas cosas. Para festejar, para mostrar las realizaciones, para encontrarse con gente interesante… Y también sirve, obviamente, para debatir. Lo mejor del Festival de Radio y Televisión que concluyó la semana pasada en La Habana, más allá de premios, ferias y exhibiciones, fue la posibilidad de vislumbrar unos medios de comunicación más efectivos y cercanos a la gente. Omar Olazábal, el presidente del comité organizador, lo había planteado desde el principio: “No queremos tanto hablar de nuestros problemas de ahora mismo, para eso tenemos las asambleas habituales, queremos hablar del futuro, de la radio y la televisión que necesitamos y podemos hacer”.

Claro, para hablar del porvenir hay casi siempre que partir del presente. Y los desaciertos y debilidades de los esquemas actuales de programación y producción estuvieron en el centro de muchas de las discusiones. Pero el ambiente fue productivo y proclive al diálogo: la gente expresó sus opiniones con absoluta libertad y hubo consenso sobre los retos de las televisoras y emisoras de radio públicas en los complejísimos tiempos actuales.

El profesor colombiano Omar Rincón, por ejemplo, dictó una de las más aplaudidas conferencias. Afirmó que en las televisoras públicas el valor ahora está en los contenidos, lo escritural, “lo solemne”… cuando debería estar en la capacidad de emocionar, de proponer experiencias, entretener creativamente. En primer lugar hay que ofrecer cultura emocional, autoestima, o lo que es lo mismo: “darle la pantalla a la gente”.

El festival tuvo gran repercusión en los medios cubanos.

Esa es la gran aspiración. “Hay que incentivar la producción nacional, el intercambio de contenidos entre televisoras afines. Sin renunciar a lo mejor de la producción extranjera, es necesario potenciar nuestros mensajes, el acervo de nuestros pueblos”, dijo en uno de los plenarios Waldo Ramírez, representante de Cuba en Telesur. La cuestión es: ¿cómo se hace? El panorama es complejo, hay una dimensión tecnológica y de recursos que puede llegar a ser un obstáculo para nuestros países. La colaboración, la creación de redes es un camino.

El otro es el de la creatividad. Potencial hay, hace falta más voluntad política e institucional.

Viene el apagón

Otro gran tema del encuentro fue el proceso de digitalización de la televisión en Cuba. No es una alternativa, es una necesidad insoslayable. Dentro de algunos años dejará de producirse la tecnología analógica, es hora de dar el salto. Pero como era de esperar, en Cuba debe hacerse por etapas. Ya se están dando los primeros pasos: más de 45 mil familias habaneras forman parte de un experimento en el que participan varias instituciones.

Las bondades de la digitalización para el público son muchas: mejora considerable de la calidad de recepción, más canales, más servicios… Pero el proceso tiene un costo considerable, y debe ser asumido con efectividad. De hecho, toda la renovación del equipamiento de la televisión está asociada con este asunto: no vale la pena hacer inversiones en tecnología que pronto será obsoleta.

El ingeniero Glauco Guillén, director del Instituto de Investigación y Desarrollo de las Telecomunicaciones, cree que si todo sale bien en La Habana, saldrá bien en el resto del país. Se supone que el proceso termine en el 2021, pero Guillén es optimista: “Es una fecha límite, creo que se puede terminar antes. Por supuesto, tendrá que ver con la capacidad del país para asegurar que todo el pueblo tenga acceso a esta nueva tecnología. Queda claro que no vamos a dejar a nadie sin televisión, esa es una política del Estado”.

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