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Falleció Marcelino Rueda Zúñiga, el Rey del Carbón

Como todo niño pobre, Marcelino Rueda Zúñiga, vino al mundo con la encomienda de trabajar mucho, más allá del cansancio, para ayudar a sus hermanos —15 en total— y tratar de hacer llevadera la difícil vida de Cecilio y Carmen, sus esforzados padres.

Fue en 1924, allá en el guantanamero municipio de Baracoa, en que el niño Marcelino vino al mundo y muchos años después recordaba que cuando apenas su estatura alcanzaba el largo de un machete ya estaba obligado a la siembra de boniato y la chapea de guineo, coco, cacao y café.

Fueron tiempos en que solo algún que otro domingo podía lucir sus habilidades en el juego de béisbol —su pasión de juventud— y no pocas veces, apretársele el pecho porque no tenía tiempo ni para visitar a la guajira novia.

No menos exigente fue una época en que sin rebasar los 15 años alternaba los ajustes en el desmoche de coco, tarea que desempeñó junto a dos de sus hermanos. Y poco a poco se vio en la obligación de encaminarse al campo para producir carbón, labor que con el transcurrir del tiempo le depararía méritos y reconocimientos extraordinarios.

Ya con el triunfo revolucionario, Marcelino se dedicó en cuerpo y alma a la producción de ese combustible, y tantos fueron los lauros conquistados en esa labor que en 1984 se convirtió en el primer Héroe del Trabajo de la provincia de Guantánamo, a solo un año de haberse instituido esa condecoración en el país.

“Hacer carbón es tan duro como una guerra. Tienes que picar los palos, acopiarlos, trozarlos a la medida requerida, armar el horno, taparlo con guano, cubrirlo con tierra y darle candela; y cuando parece que todo termina, viene su vigilancia, para que no se queme y se pierdan muchas horas de esfuerzo”, dijo en entrevista en el 2005.

Y llegó a montar hornos enormes, de cientos de sacos y por años produjo entre 3 mil 500 y 4 mil sacos cada mes, de 60 que tenía planificados. Sencillamente una hombradía.

También Marcelino se distinguió en la reforestación. Plantó cientos de árboles por cada uno que le quitaba al bosque y fue artífice de la plantación de más de 300 mil ocujes, yabas, majaguas, cedros y najesíes allá por la zona de Maraví.

Vanguardia nacional del Sindicato de Trabajadores agropecuarios y Forestales por 19 años consecutivos, atesoró las medallas de Hazaña Laboral, Jesús Menéndez y la del Congreso Sindical Mundial, la distinción Alvaro Barba y la Orden Lázaro Peña en sus distintas categorías.

El pasado viernes, a los 89 años, falleció en su natal Guantánamo el que un día fue llamado como el Rey del Carbón. Ante la triste partida, la satisfacción de haber cumplido su más hermosa sentencia: “mientras me quede vida continuaré como un soldado de Fidel y la Revolución”.

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