Los  “buenos” oficios de Estados Unidos

Los “buenos” oficios de Estados Unidos

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Foto: Agustín Borrego Torres
Foto: Agustín Borrego Torres

Por Felipa Suárez Ramos y  Evelio Tellería Alfaro

Gerardo Machado Morales, general del Ejército Libertador de Cuba, llegó al poder mediante elecciones legales, frente a su camarada de igual jerarquía castrense, Mario García Menocal,  quien había perdido credibilidad y simpatías debido a la tendencia bastante conservadora y ligada a los intereses imperialistas mantenida durante dos mandatos anteriores.

En correspondencia con el programa presentado durante su campaña electoral, Machado  asumió un proyecto que contemplaba negociar algunas cuestiones con el Gobierno de Estados Unidos, entre ellas, un   nuevo tratado de reciprocidad comercial y una especie de arreglo financiero, que favoreciera tanto los intereses de ese país como los de las corporaciones económicas cubanas que representaban a la oligarquía.

Por si fuera poco, se propuso  renegociar la Enmienda Platt, ya prácticamente obsoleta y muy rechazada por el pueblo, así como establecer nuevas relaciones con los países del continente.

Al adentrarse en esos temas y otros que caracterizaron a la administración machadista,  el Doctor en Ciencias Históricas Jorge Renato Ibarra Guitart, investigador del Instituto de Historia de Cuba, señaló que “en ese sentido Machado se  encontró con algunos obstáculos que lo obligaron a desviarse de su objetivo inicial de  negociar de manera amigable.

Acudió a mecanismos de presión, estableció una reforma que elevó los aranceles a algunos productos estadounidenses con el propósito de obligar a Estados Unidos a reducir los que pagaban los artículos cubanos en la vecina nación, ya previamente elevados. Una vez logrado esto, rebajaría las tarifas arancelarias a los artículos de ese país que entraran a la isla

“Ya las zafras no lograban colocarse fácilmente en el mercado estadounidense debido al incremento de los aranceles, y Cuba tenía que competir con Filipinas y Puerto Rico, cuyos productos, fundamentalmente el azúcar,  por su condición colonial entraban libres de aranceles al mercado estadounidense”.

Indicó que no es que Machado tuviera intenciones de aplicar una política antimperialista, ni lo animara un sentimiento nacionalista  dirigido a fomentar el consumo de los productos cubanos por encima de aquellos, sino que su objetivo era presionar para lograr un nuevo tratado de reciprocidad y se favoreciera la presencia del azúcar cubano en la vecina nación.

“Aparte de eso, hizo grandes arreglos con la Casa Morgan, de Nueva York, para financiar  todas las obras públicas.

“En esa primera etapa, la cual se considera positiva, obtuvo algunos logros que le ganaron aprobación y consenso en la población. Sin embargo, fue  en la que se planteó la necesidad de reprimir al movimiento obrero y al Partido Comunista., y desde los primeros días proclamó que una huelga no duraría más de 24 horas, lo cual  prueba  el corte represivo, con algunos matices o rasgos de tipo dictatorial, de su gobierno”.

La represión como bandera

“Desde el primer momento  se puso de manifiesto la represión al movimiento obrero y a los comunistas.  Mas la acusación de terrorista que hiciera a Julio Antonio Mella, ante la cual este se declaró en  huelga de hambre, y las causas seguidas injustamente a los comunistas vinculándolos a acciones terroristas,  indicaron  que se movía  en la ruta de la represión.

“A partir de su decisión de reelegirse, en 1928, se refuerza el carácter dictatorial del régimen y asume ya una postura de franca tiranía”. El doctor Ibarra Guitart  señaló  que esa pretensión de Machado generó un movimiento de cooperativismo entre los partidos políticos para ensalzar su figura, con la consiguiente alianza, donde los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, se unieron en pro de la prórroga.

“Pero en ese mismo proceso se dieron toda una serie de diferencias y todos aquellos que disintieron de la prórroga, dentro de los propios partidos, fueron marginados y dejados a un lado. Había algunos políticos interesados en tomar el poder, como Mendieta, Cosme de la Torriente, Menocal, y otros, que pasaron a la oposición, pues la referida prórroga los dejó sin opciones de cara al futuro.

“Previo a la prórroga, Machado explotó mucho los éxitos  alcanzados con la construcción de la Carretera Central, el Capitolio, y otras grandes obras públicas; algunas ventajas proporcionadas  a la oligarquía como resultado incluso de la reforma arancelaria; la Sexta Conferencia Panamericana, en fin, toda una serie de factores que utilizó para impulsar un movimiento a favor de la prórroga de poderes, dentro del propio Congreso y de los partidos, con vistas a modificar la Constitución y redactar una nueva, la de 1928, y a partir de ella reelegirse.

“Poco después se fundó el Directorio Estudiantil Universitario, y surgió la primera protesta del estudiantado, en la cual murió Rafael Trejo, en 1930. Fue ese el comienzo de la revolución y de las primeras manifestaciones de lucha radical y activa contra el régimen.

“En este sentido, desde un inicio Rubén Martínez Villena, al frente del Partido Comunista, estableció sólidos e influyentes vínculos con la Central Nacional Obrera de Cuba (CNOC), los cuales condujeron a una serie de huelgas y manifestaciones, entre las primeras, la de marzo de 1930, a escala nacional, en la cual la CNOC y el Partido también manifestaron su oposición a la prórroga

También se reforzaron los vínculos entre el estudiantado y la clase obrera, que venían desde la propia fundación del Partido con Mella, quien al propio tiempo era presidente de la FEU y uno de los líderes del Partido Comunista”.

Esa situación, unida a la crisis general del capitalismo, la gran depresión de 1929 a 1933, con la estrepitosa baja de los precios del azúcar y la consecuente imposibilidad de que la economía cubana pudiera sustentarse fácilmente, sorprendió a Machado en momentos de pleno proceso de gestación del movimiento revolucionario, divisiones entre los partidos tradicionales,  una importante deuda pendiente con la banca estadounidense, y sin haber obtenido concesiones por parte del Gobierno de Estados Unidos para un nuevo tratado de reciprocidad comercial.

“En esas circunstancias aumentaron la falta de consenso y las discrepancias, y las vías para los elementos más revolucionarios, de manera que  fue surgiendo una situación revolucionaria,  porque la crisis no solo afectaba a los sectores de la clase obrera, sino también que quienes dirigían el país no podían mantener el control de los acontecimientos.

Welles, ¿embajador?

“En medio de esa situación, el 8 de mayo de 1933 llegó a La Habana el embajador Benjamin Sumner Welles, un alto funcionario a quien el presidente Franklin Delano Roosevelt pretendió se le recibiera como su enviado especial, pero Machado solo aceptó en calidad de embajador.  Así se inició la mediación.

“Roosevelt  tuvo que hacer frente a la crisis del capitalismo, para lo cual recurrió a nuevos mecanismos, entre ellos  la teoría de la buena vecindad con América Latina, y el New Deal, para resolver los problemas en su país. Muchos de esas habilidades estaban aún en estudio, e incluso Cuba constituyó una especie de laboratorio.

Explica el doctor Ibarra Guitart que a Welles “el Departamento de Estado le confió la misión de  convocar conversaciones inmediatas entre Gobierno y oposición, las cuales debían conducir a unas elecciones anticipadas en 1934, previa renuncia de Machado. Debía amenazar con el uso de la Enmienda Platt para presionar a los políticos a ponerse de acuerdo entre sí, así como crear esperanzas en cuanto a la negociaría un nuevo tratado de reciprocidad.

Welles se confabuló con Machado. Habló de las elecciones en 1934, pero no convocó a las conversaciones inmediatas  y  procedió a negociar tratados comerciales con vistas a la firma de un nuevo tratado de reciprocidad. No compulsó al mandatario a renunciar, sino que se dio a la búsqueda de un arreglo negociado para facilitarle una salida favorable y que su partido pudiera optar por mantener el poder.

“Pero el clima político interno se deterioró muy rápidamente con los atentados dinamiteros, los atentados personales realizados el ABC y el Directorio, y las protestas obreras; de modo que las propuestas iniciales de Welles no pudieron llevarse a efecto.

En medio de todo eso Machado estaba procurando negociar tres acuerdos vitales para su permanencia en el poder, o por lo menos la de su partido, en los cuales centró toda su atención: el Tratado de Reciprocidad Comercial, la Conferencia de Londres, el cual trataría sobre el precio del azúcar, el Concilio de Washington, donde sería analizada la cuota azucarera cubana.

“Machado había perdido su influencia política y estaba abandonado porque en el New Deal  no tenía espacio: los precios del azúcar iban a reducirse; se iba a establecer una cuota que, además sería desventajosa, y el tratado de reciprocidad  que se comenzó a negociar, de pronto, al gestarse la oposición interna y empezaron los atentados terroristas y se paralizaron las negociaciones.

“Welles pidió a Machado que autorizara a Cosme de la Torriente y José Rivero, Pepín, director del Diario de la Martina, miembros de  la oposición, a emprender una campaña propagandística destinada a crear un ambiente favorable a las negociaciones. Así comenzó la mediación, durante la cual Welles se reunía con la oposición por un lado y con los miembros del Gobierno, por el otro, porque Machado no aceptó reunirse con aquella.

La entrada del laberinto 

“Cuidándose de mantener las riendas del poder, Machado comenzó a hacer algunas concesiones que ponían en ridículo a la oposición. Por ejemplo, solo daba garantías constitucionales a los opositores autorizados a reunirse, a los demás continuaba reprimiéndolos; aceptó una libertad de prensa, pero muy limitada; estableció una ley de explosivos para justificar la campaña de represión, y  en último momento aceptó una amnistía general que comprendió tanto a los  presos comunes, como a los revolucionarios, los políticos y los propios oficiales machadistas pendientes de juicio.

“Todo lo hacía para sembrar el caos, restar protagonismo tanto al embajador de Estados Unidos como a los grupos revolucionarios, y ser él quien dictase todos los arreglos. Ese modo de actuar lo condujo a un enfrentamiento directo con Welles quien,  como sabía que carecía de futuro, representaba un obstáculo a los intereses del imperialismo, y no tenía modo de pagar la deuda contraída, declaró que debía abandonar el poder”.

A fines de julio, señaló el entrevistado,  Machado mantenía  la esperanza de continuar negociando la situación, pero debido a un despido masivo de transportistas decretado por el alcalde de La Habana, José Izquierdo, estalló una  huelga general en ese sector, con la cual se solidarizaron todas las empresas de transporte se solidarizaron con los obreros despedidos, quienes contaban también con el apoyo de la CNOC, y con  ella del Partido Comunista.

Entonces se produjo una huelga general que sorprendió a Machado en medio de la mediación, de los problemas de tipo económico, del enfrentamiento con el propio embajador estadounidense. .. En esas circunstancias ocurre una división interna dentro del propio Gobierno, creándose así una situación de caos en la cual solo  Estados Unidos  decidiría el futuro de Cuba.

“En ese momento intentó salvar los recursos del Estado. Impedido de vender toda la azúcar que hubiera deseado, se vio obligado a imponer altos impuestos a los sectores de la oligarquía y a las corporaciones económicas, y eso le creó fricciones entre los grupos de poder. Las corporaciones económicas protestaron y cuando conocieron la reducción de la cuota azucarera, convocaron a. una huelga general patronal; esta  no llegó a efectuarse gracias a la intervención de Welles y del secretario de Hacienda”.

Agravaba el panorama el hecho de que salvo los oficiales y miembros del Gobierno, el resto de los empleados públicos, incluidos los maestros, llevaban meses sin cobrar sus salarios. Sencillamente, el Estado se encontraba paralizado.

“Aún así, Machado tenía esperanzas de negociar con los trabajadores y había emprendido algunos pasos en ese sentido. También mantenía las negociaciones, mediante una comisión mixta debido a lo difícil de continuarlas con los políticos,

“En ese entorno fue cobrando protagonismo la huelga obrera, al punto de que contó con el apoyo de  la CNOC, el Partido Comunista, el Directorio Estudiantil Universitario, en fin, de  todos los sectores. Incluso  el  ABC, que se había sumado a la mediación,  en el último momento trató de tomar distancia de esta, de manera oportunista; esta organización provocó una situación grave al radiar por su emisora la falsa noticia de que Machado había renunciado, provocando así la masacre del 7 de agosto.

Con ese contexto de desempleo, miseria, crímenes… ¿en qué fundamentaba sus esperanzas de llegar a un acuerdo con los trabajadores? 

“Pensaba que con la represión los controlaría y una vez  logrado esto negociaría algunas concesiones. Con los estadounidenses el cuadro lo tenía un poco cerrado, pero mantenía la esperanza de que se aprobara el nuevo tratado de reciprocidad comercial. Eran sus únicas posibilidades.

Mediante el embajador en Washington, José Cintas, hizo algunas gestiones. Machado esperaba que su representante  llegara a un acuerdo con Roosevelt con independencia de la situación de confrontación existente entre él y Welles.

“Welles hizo circular un documento entre todos los sectores políticos, especialmente  en  todas las unidades militares, en el cual decía que, en virtud de la Enmienda Platt, Estados Unidos intervendría en la Isla, lo cual no era cierto porque Roosevelt no lo había aprobado”.

Según explica Ibarra, busqué entre los documentos oficiales de Estados Unidos y no aparece, pero lo encontré en el Archivo Nacional de Cuba; además, toda la documentación de las unidades militares refiere haberlo recibido.

“Eso provocó un estado de pánico entre los propios militares, quienes estaban en una situación muy comprometida: por un lado tenían que reprimir a los trabajadores y por  otro enfrentar una posible intervención, decidieron dar el golpe de Estado para salir del trance y crear una nueva situación en el país.

Fue una maniobra de Welles porque ya Machado les había creado muchas dificultades, era un títere que ya no les servía para nada y querían eliminarlo.

¿Qué papel desempeñó la clase obrera en el derrocamiento de la tiranía machadista?

La revolución del 30 se caracterizó por la dispersión, la falta de liderazgo, de unidad; era una situación también muy compleja en la que hubo  mucha distorsión, señala el entrevistado

En la medida de sus posibilidades, la clase obrera desempeñó un papel muy importante y decisivo, sobre todo en el momento en que la huelga patronal no se ejecuta porque los sectores de la oligarquía transaron con Machado, a pesar de sus diferencias con él, y los que se deciden a dar el paso al frente y gestar una revolución fueron  los obreros al lanzarse  a la huelga.

En medio de toda esa indecisión, donde ninguno de los sectores de poder  adoptó una postura radical y definitiva, porque andaban en busca de un acomodo, de un arreglo, fue la huelga obrera la gota que rebosó la copa, así como las acciones de Unión Revolucionaria en Oriente que iban conformando un cuadro de resistencia armada.

“La huelga como tal empezó a fines de julio, con los transportistas, pero la huelga general estalló en agosto, cuando los sectores subalternos se adueñaron y emprendieron acciones revolucionarias.

“El hecho de que los sectores revolucionarios tuvieran un protagonismo se debió a la audacia de la CNOC, de la clase obrera, de los sectores de las clases medias, del estudiantado y de la dirección estudiantil.

“En el derrocamiento de Machado fue determinante la huelga obrera, pues hizo que los sectores de las clases medias pasaran a tomar iniciativas en la revolución que comenzó a gestarse a partir de ese momento. Fue cuando asomó el rostro la revolución.

“En aquel caos, Machado quedó solo. Ni la oligarquía, ni el imperialismo, ni el ejército que lo apuntalaron, pudieron impedir a los sectores más humildes poner término a su sangriento régimen.

Esos tres meses, del 8 de mayo al 12 de agosto, fueron  decisivos,  porque en ellos se vio que Machado había entrado en un laberinto y no tenía salida”.

Caricatura: Abela
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Caricatura: Abela
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