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Las espinas de un tope

Hay quien todavía pregunta cómo fue que se perdieron cinco juegos en línea contra la selección universitaria estadounidense en el reciente tope de béisbol celebrado en tierra norteña. La afición sigue inquieta y cuestiona, con razón, un resultado que solo en 1995 fue parecido, cuando nos barrieron en cuatro encuentros efectuados en Millington, Tennesse.

No voy a darle orden ni dimensiones totalizadoras a las causas, pero al menos las expondré. No se puede ganar con receptores incapaces de inspirar respeto defensivo (15 bases robadas es una barbaridad en la pelota actual), pero la ausencia de otros defensivos —para decirlo de una vez— no fue decisión de la dirección del equipo. Contradictoriamente, esos dos cátchers guiaron el mejor renglón del conjunto: el pitcheo, otra vez eficiente, pero sin respaldo ofensivo.

Acaso es posible aspirar a victorias con solo 29 hits (6 como promedio por juego), 55 ponches —solo Lázaro Herrera escapó—, y 210 de average. Cualquiera diría que sí, sobre todo si miramos que el comportamiento del rival fue casi idéntico (27-54-219), pero con la única y vital diferencia que supieron correr mejor las bases, aprovechar todos los errores del contrario (cometimos siete, demasiados, imperdonables), y no violentar su plan técnico-táctico.

La presión de nuestros jugadores no era la de un campeonato mundial, ni siquiera la de un Clásico. Era un tope y lo primero que debían hacer era divertirse jugando, no presionarse jugando. Otra vez los vimos tensos y maltrechos ante un pitcheo muy bueno, excelente para decirlo con propiedad, pero no infranqueable. ¿Por qué José Miguel Fernández, Edilse Silva y Yunior Paumier pudieron conectarle con más soltura?

La otra espina clavada es la propia composición del conjunto. Si aplaudimos hace solo unos meses —con la consabida molestia de muchos por quedar fuera algunos jugadores— que cada director  tuviera atribución para hacer su selección, en esta ocasión criticamos que el elenco parecía más una escuadra para estimular jugadores que para funcionar como selección y máxime, cuando se señaló que era la primera competencia preparatoria en el ciclo al Clásico del 2017.

No se pueden confundir los objetivos competitivos cuando nos falta fogueo internacional. Esta era la oportunidad ideal para Andy Ibañez, Johan Moncada, Yeniet Pérez, Maikel Cáceres, Dainer Moreira, Luis Castro de Armas, como lo fue para Norge Luis Ruiz, el novato de la 52 Serie que aprovechó y convenció como pocos en este “dual meet”. Para Yuileski, Arruebarruena e Ismel (sin tener nada en absoluto contra su calidad) este tope tocaba verlo en casa.

Por supuesto, muchos hoy la emprenden nuevamente contra Víctor Mesa, la comisión nacional y su funcionamiento. Quizás, sin que por ello le falte responsabilidad, el eslabón menos culpable de las cinco derrotas es su director. Nuestro béisbol necesita de una revolución desde sus cimientos, más allá del tope, para que muchas personas vivan para él y no gracias a él.

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