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La Gran Muralla China (+ FOTOS)

“Estar en China y no visitar la muralla es un sacrilegio”, decían algunos de los periodistas que durante quince días visitamos China. Y ciertamente, nadie quería perderse ese fascinante recorrido por esta obra de la cultura china, que desde 1987 fue declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y en el 2007 estuvo entre las ganadoras en la lista de Las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno.

Desde que uno llega recibe la impresión de su majestuosidad y a través de ella uno puede explicarse la perseverancia del pueblo chino en lograr un salto tan grande en su desarrollo económico y social. Según la última investigación de la Administración Estatal de Arqueología, Topografía y Cartografía de China, la muralla mide 8.851,8 kilómetros, unos 2.000 más de lo que antes se calculaba. La añeja fortificación fue construida y reconstruida entre el siglo V a. C. y el siglo XVI.

Antes de emprender la ruta, los vendedores de todo tipo de artículos nos asediaban con sus ofertas. Algunas alegóricas a la muralla, souvenires de todo tipo… pero la meta en un primer instante era la conquista de la muralla, al menos de un pedacito de ella.

Empecé a subir los peldaños con lentitud, reservando energías para poder ascender aquellos escalones, que cada vez se tornaban más agotadores. Al paso perdí de vista a varios de mis colegas. Unos iban delante, como queriendo conquistar la cima de aquella monumental muralla. Llegamos a una de las torres, con sus escaleras únicas y de acceso difícil.

Para el viajero, la muralla está diseñada con sus espacios para descansar. Yo lo aprovecho, de vez en cuando me detengo, incluso, me siento, respiro profundo, cubro mi rostro del congelado aire, y vuelvo sobre la marcha. Sigo tras los pasos de un hermoso niño chino: “si él puede, yo también”, me digo.

Pronto me uní a Luisa y Gustavo, colegas de Chile y Uruguay, respectivamente. El bueno de Gustavo nos ayudó más de una vez a superar los resbaladizos peldaños, húmedos por la frialdad matutina, y que hicieron poner la piel de gallina a más de un turista.

Los bellos paisajes nos conquistaban desde cualquier posición. Todos queríamos dejar constancia de ese mágico momento y en esos minutos nos olvidábamos del frío, del viento que nos helaba la cara. La meta era conquistar cada peldaño, y con ello, un pedacito de la invencible muralla.

 

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