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Derroche a chorro

Gozan de excelente salud -gracias al salidero- las matas en el patio de Catalino. Foto: Yohankis Padrón

Catalino, un chofer jubilado, ha manejado sin timón el agua que se fuga en la estación de bombeo El Micro, del barrio conocido popularmente por La Yuca, en el municipio de Ciro Redondo, de la central provincia cubana de Ciego de Ávila.

Cerca por medio, él construyó una vivienda con la venia del “manantial” que se secó, cuando difundimos el problema por primera vez en este semanario, como si la solución dependiera de publicar su foto en la prensa.

No fue de grandes dimensiones la imagen divulgada en aquel momento, pero sí apareció pronto el soldador para coserle la herida al tanque del acueducto.

Hace varios meses reventó la vieja costura de metal y  tiene nuevos agujeros, algo para razonar que el depósito no soporta más remiendos. Hay sobradas razones para sustituirlo, pues en vez de calcular cuánto cuesta un nuevo recipiente con capacidad para 22 metros cúbicos del vital líquido, debiera cerrársele para siempre la llave al despilfarro.

Para tener una idea aproximada de lo que se malgasta, tomamos como ejemplo un recibo de pago que entrega a la población la empresa de Acueducto y Alcantarillado, en el cual aparece al dorso la siguiente pregunta: ¿Sabe usted cuánta agua se pierde diariamente por un grifo mal cerrado?

La propia entidad ejemplifica que solo con el goteo se malgastan 30 litros cada día. Entonces, puede deducirse que en El Micro la pérdida es millonaria, y este lugar no es la excepción en el mencionado municipio, ni en la provincia, ni en la nación.

Otras consecuencias provocan los salideros allí: corrosión del tubo que abastece de petróleo al grupo electrógeno de emergencia, el cual está sumergido en el agua estancada; enyerbamiento, posible criadero de mosquitos, y el no cumplimiento del plan de las nueve horas promedio por jornada del servicio de agua en las viviendas de la comunidad.

Aunque el escape no ha sido del todo maldecido, ya que el vecino más cercano ha cosechado aguacate, guayaba, mango, ñame, hortalizas y condimentos en el patio pequeño de la casa número 42, de la calle Luis Torres, en el poblado de Pina.

Sin embargo, no solo Catalino Ramírez Vega detesta las justificaciones infundadas, y  prefiere buscar alternativas de regadío para no seguir conviviendo con tal derroche a chorro, como si el país estuviera en condiciones de botar la economía por los huecos de la negligencia.

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