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Béisbol y admiración

Foto: Ricardo López, enviado especial

Omaha, Nebraska.— Sentados en la  grada del Werner Park fue posible ver  niños, mujeres, ancianos, cubanos, latinos,  scouts, familias enteras, periodistas  y exjugadores, entre otros apasionados  del béisbol, un deporte que une con hilos  invisibles y admiración sincera a los  pueblos de Estados Unidos y Cuba.

Así sucedió también en el Principal  Park de Iowa, sede inicial de este duodécimo  tope y la explicación nos la dio  Paul Seiler, titular de USA Baseball,  entidad organizadora de este match.  “Hubiera sido más fácil pactar los cinco  juegos en nuestra sede de Carolina del  Norte, pero muchas ciudades nos pidieron  acoger algún juego porque querían  ver un equipo cubano en su tierra”.

Y lejos de cualquier anécdota o  vivencia personal sobre las muestras  de respeto y simpatía recibidas de  los aficionados, llama la atención el  conocimiento que tienen de nuestros  jugadores, el deseo de aumentar la  cantidad de partidos —para el 2014 se  pretenden cinco desafíos en La Habana  y otros tantos en suelo norteño,  pero con la selección sub 18 de Cuba—,  así como la posibilidad futura de un  intercambio de entrenadores.

Sin embargo, vale reseñar que de las  cosas más trascendentes ha sido también  el reencuentro con los cubanos de  esta orilla, a quienes hemos visto gritar  los coros de nuestros estadios (sin las  malas palabrotas, por supuesto), bailar  una conga, pedir autógrafos, ofrecerse  para cualquier ayuda que necesite el  grupo que estamos acá y por sobre todas  las cosas “sentirnos como una sola  familia”, tal y como nos dijeron muchos  este fin de semana.

El béisbol ha vuelto a ser el pretexto  ideal para la admiración compartida.  Muchas iniciativas en los entre ininng  de cada choque bien pudieran ser aplicadas  en Cuba (competencias de niños,  preguntas de participación, cumpleaños  de espectadores, etc.), en tanto las  buenas jugadas o una excelente labor  monticular han sido acompañados con  aplausos prolongados de quienes tampoco  pueden vivir sin las bolas y los  strikes en sus neuronas.

A la salida del estadio este sábado,  un guardia de seguridad reconoció  nuestra cubanía por la vestimenta  y el español atropellado de las voces.  En un intento por no dejar pasar la  oportunidad pidió tirarse una foto  con nosotros, cual mínimo recuerdo  de admiración al béisbol, a Cuba y  al encuentro maravilloso que solo un  deporte como este puede conseguir.

(Joel García, enviado especial)

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