Jatibonico también vivió el Moncada

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Una jauría de lobos hubiera sido más benevolente que las manos asesinas de los esbirros, por eso, llegar a Jatibonico en busca de la ayuda familiar era una estrategia de supervivencia para quienes estaban signados por su condición de protagonistas en el asalto al cuartel de Bayamo.

No sería fácil, tendrían que sortear los peligros inherentes a un contexto convulso del que fueron parte activa cuando solo una certidumbre les acompañaba: la posibilidad de perder sus vidas en cualquier momento, sin embargo, el mártir Antonio Ñico López, el fallecido general de brigada Calixto García Martínez y Armando Arencibia, siguieron a Antonio Darío López (el gallego bigotes) hasta su pueblo natal, sabiéndose comprometidos con la fragua de una Patria libre.

“Tras el asalto al cuartel de Bayamo como apoyo a los sucesos del Moncada, tuvieron que salir de Oriente perseguidos por los guardias del dictador Fulgencio Batista, el objetivo era ir hasta la capital para continuar la gesta revolucionaria; luego de salir de Camagüey ayudados por parientes del propio Darío, llegan disfrazados de guajiros a Jatibonico, alrededor de las cuatro de la tarde del 28 de julio de 1953”, relata el historiador Ricardo Guardarrama a Trabajadores.

“A la primera persona que recurrieron fue a Filiberto Pérez Vives Neno, esposo de Divina Arias López, prima del “gallego”. Él trabajaba en la Tienda Nueva y los condujo a su casa apenas le comentaron que habían ido a buscar trabajo a la zona oriental y de allá regresaban; sin creer en las coincidencias el matrimonio les pide que ‘hablen claro’, después de eso, los combatientes confiesan su participación en las acciones de aquel 26 de julio de historia y rebeldía”, agrega Guardarrama.

Para eludir las potenciales sospechas sobre la vivienda devenida refugio de los asaltantes, puertas y ventanas se abrieron de par en par con la misma naturalidad del que nada debe, de tal manera, la estancia de los patriotas transcurriría sin mayores percances entre las noticias tergiversadas de la radio y el preámbulo de una partida hasta ese momento incierta.

Solidarizados con la causa de aquellos hombres y de Cuba misma, la familia se enroló en la búsqueda de dinero para alimentos y pasajes a riesgo de entrar en el listado de las numerosas víctimas utilizadas por Fulgencio Batista para grabar en el tiempo y en las memorias del pueblo los horrores de su dictadura.

“Neno relató hace unos años a la prensa local que consiguió los boletos con Isidro González, un empleado leal y responsable de la ruta Santiago-Habana, de esa manera, los revolucionarios, escoltados por todos los parientes de Antonio Darío López, partieron para la terminal a la nueve de la noche aproximadamente.

“En el trayecto llamaron la atención de unos guardias, sin embargo, Filiberto Pérez les explica que esos jóvenes eran su familia, y cuando insistieron, producto al color negro de la piel de Calixto, añadió convincente que él había encontrado trabajo por esos lares y no había problema alguno con que lo comprobaran, así, a las 10:00 p.m. suben al ómnibus que los llevaría sanos y salvos hasta La Habana”, prosigue el historiador.

Pero el Gallego Bigotes continuaría su periplo por países centroamericanos antes de volver a Cuba para marchar nuevamente a México y regresar entre los 82 expedicionarios dispuestos a rescribir la cruenta realidad de entonces. Tras el desembarco y el combate de Alegría de Pío fue apresado y conducido al cuartel Moncada; más tarde, comparte celda con los hermanos Frank y Josué País en la cárcel de Boniato.

Durante el juicio celebrado en Santiago de Cuba en abril de 1957, Darío es acusado por haber venido a Cuba en el Granma y por el alzamiento del 30 de noviembre, sus declaraciones fueron contundentes en la defensa de la posición política que preservaría hasta el último de sus días:

“Es cierto, señor fiscal, que combatí en el cuartel de Bayamo el 26 de julio de 1953, que vine en la expedición con Fidel y que seguiré combatiendo a la tiranía hasta verla descabezada. Esa, señor fiscal, es mi misión y la de todos los revolucionarios cubanos”.

El triunfo del Primero de Enero transgrediría la estructura carcelaria de Isla de Pinos, penal al que fue trasladado el Gallego después del juicio,  para liberarlo definitivamente de su condena. Siendo espectador y protagonista de la edificación de la Isla que había soñado, transitó por cargos civiles y militares, entre ellos, oficial durante la lucha contra bandidos y subdirector del Parque Zoológico de la capital, dado su interés manifiesto de proteger a la naturaleza.

Aunque la muerte lo desterró de este mundo  el 29 de septiembre de 1985, Antonio Darío López fue uno de esos hijos ilustres que distinguen a su terruño eternamente, su paso por Jatibonico hizo que en ese poblado, más de una vez el reloj de la historia marcara el tiempo de acciones que, a la postre, originaron los destinos y esencias de esta nación.

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