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Con Fidel se rompe el protocolo

Fidel durante la visita al Mausoleo en el 2010.Foto: Cortesía de la entrevistada

Fidel durante la visita al Mausoleo en el 2010.Foto: Cortesía de la entrevistada
Fidel durante la visita al Mausoleo en el 2010.Foto: Cortesía de la entrevistada

Por María de las Nieves Galá y Felipa Suárez

El perenne homenaje a los caídos en la lucha   revolucionaria ha sido una constante en la   vida de Fidel Castro Ruz, líder de la generación   de jóvenes que en el empeño por derrocar   la tiranía de Fulgencio Batista, el 26 de julio   de 1953 asaltaron los cuarteles Moncada, de   Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes   de Bayamo, en la entonces provincia de   Oriente.

En su alegato ante el tribunal que el 16 de   octubre de 1953 lo juzgó por aquel acontecimiento,   Fidel afirmó que sus compañeros no   estaban “ni olvidados ni muertos”, e invariablemente,   fiel a esa expresión, no ha desaprovechado   la oportunidad de rendirles tributo.

Ese sentimiento lo ha llevado a visitar en   varias ocasiones el Mausoleo a los Mártires   de Artemisa, memorial donde descansan los   restos de los artemiseños caídos en combate,   tanto en las acciones de aquel glorioso día que   reinició la lucha emancipadora, como en el   transcurso de esta.

Su calor humano 

Con evidente emoción, Mabel Martínez   Deuloufeu, licenciada en Historia del arte y   directora del Mausoleo a los Mártires de Artemisa,   rememora la visita efectuada por el líder   revolucionario en el 2001.

Acostumbrada a recibir visitas de alto nivel,   entre ellos presidentes, embajadores y   otros miembros del cuerpo diplomático; renombrados   científicos y artistas, cada una de las   cuales exige determinado protocolo, afirma que   con Fidel este “se rompe en cuanto pronuncia   la primera palabra, por su gentileza, modestia,   sencillez, amor al prójimo, y el gran calor humano   que transmite en todo momento.

“Entonces yo era muy joven y al tenerlo   delante sentí que se me derrumbaba el mundo.   Pero me dije que no podía llorar, necesitaba   tener la cabeza fresca para poder atenderlo.

“Cuando lo invité a bajar a la Cámara   Mortuoria, me dijo: ‘Aquí la que manda es usted.   Yo voy detrás y usted me guía’, y le expresé   qué podía decirle yo del Moncada. Empezó   a conversar conmigo de Artemisa y de los   artemiseños. Al llegar a los nichos de Julito   Díaz y Ciro Redondo, les pasó la mano; estaba   emocionado.

“Llegado el momento de colocar la ofrenda,   me indicó: ‘Usted, que es la dama’. Le respondí:   De ninguna manera, Comandante, yo   no me puedo perder esa foto, porque tengo un   compromiso aquí con mi pueblo. Devele usted   esa ofrenda floral. Aceptó con un ‘Pero no se   me quite de al lado”.

“Al hablar de aquella visita recuerdo a   Leonor, una museóloga nuestra ya fallecida.   Ella no veía y le preguntó si lo podía tocar y   él le dijo ‘Como no, tócame’. Ella le manifestó   encontrarse tan emocionada que estaba a   punto de desmayarse y él le señaló que tenía   que hacer como la directora, que la veía tan   tranquila. Ante tal afirmación, intervine: Ni   lo piense, que a mí también me va a dar algo   aquí; me caigo muerta, y me dijo: ‘No te puedes   caer muerta, porque tú estás muy fuerte y   yo no te puedo cargar”’.

¡Qué presidente hace eso!

“Me puse la camisa verde olivo y vine a visitar   el Mausoleo”, fueron las primeras palabras   que el líder de la Revolución dirigió a Mabel,   el 24 de julio del 2010.

“Ya recuperado de la grave enfermedad   que lo aquejaba, quiso tener un encuentro con   los combatientes de Artemisa. Habló durante   unas dos horas y leyó el Llamamiento a los   combatientes de Artemisa y de Cuba.

“Los trabajadores nuestros estaban entre   los asistentes, y se interesó por el estado de cada   uno de ellos. No se olvida de nada ni de nadie.

“En el momento de retirarse, me preguntó:   ‘¿Cómo estuve?’ ¿Te das cuenta de lo que   son los grandes hombres? Le respondí: ¿Cómo   va a estar, Comandante? Divino. Usted como   siempre nos dio una clase magistral. Ante mis   palabras se viró para la escolta y le dijo: ‘¿Viste   lo que me acaba de decir la directora? Que   yo estuve muy bien’. ¡Caballero, qué presidente   hace eso!”

“Cuando abordó el helicóptero para emprender   la retirada, no pude más y me eché a   llorar”.

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