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El Vigía de Hemingway

Foto: René Pérez Massola
Foto: René Pérez Massola

La escultura de un hombrecillo acuclillado, en la postura de quien observa o espera,  ha sido uno de los grandes enigmas de la rica y variopinta colección de la Finca Vigía, el hogar cubano del escritor norteamericano Ernest Hemingway. Para algunos era un amuleto de buena suerte. Otros tejieron leyendas acerca del artista, naif quizás, que se lo obsequió al “Papa” en uno de sus safaris por África.

Parte de la historia de tan intrigante figurilla, conocida como Vigía, fue develada recientemente en el contexto del coloquio internacional que cada dos años se organiza en Cuba para ahondar en el estudio de la vida y obra del Premio Nobel.

En unas de las sesiones que tuvo lugar en el hotel Palacio O´Farril, la investigadora Gladys Rodríguez Ferrero anunció que en realidad ese Vigía no vino de África, como se pensaba, sino que fue construido en Cuba, en el taller que el joyero y escultor de origen húngaro Joseph «Sepy» De Bicske Dobronyi  (20/04/1922 – 29/05/2010)  tuvo en La Habana, muy cerca de la Plaza de la Catedral.

La también presidenta de la Cátedra Ernest Hemingway, adjunta al Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM), confesó que el estudio fue realizado a dúo con Mayté Soto, especialista radicada en Miami. Entre ambas pudieron concluir que se trata de una serie de al menos tres Vigías: uno en La Habana; otro en los fondos de los herederos de Sepy; y un tercero del cual no han tenido constancia tangible pero sí visual, pues aparece en una foto del escultor junto a Groucho Max.

Gladys Rodríguez Ferrero: “Los Coloquios Internacionales Ernest Hemingway, convocados por el museo Finca Vigía, alternan con los eventos convocados por la Cátedra del IIPJM. De ambos lo más importante es la posibilidad de intercambiar información con estudiosos de otros países”. Foto: René Pérez Massola

La pieza que atesora Finca Vigía, sin dudas uno de los espacios donde mejor se ha preservado el paso de Hemingway por la vida, está hecha de ébano carbonero, está firmada por su autor y muestra un excelente estado de conservación.

Al parecer, Joseph De Bicske Dobronyi conoció a Hemingway en La Habana y aquí compartieron el gusto por las celebridades y la buena vida. Al primero se le identificaba con su título nobiliario de Barón, herencia de ancestros húngaros cuyo rastro podría seguirse hasta los albores del siglo XVI en la vieja Europa. Sepy fue piloto de la Cruz roja durante la II Guerra Mundial y sin que todavía esté muy claro cómo, se convirtió en uno de los excéntricos personajes que coloreó las crónicas sociales de sociedad cubana de los años 40´s y 50´s.

“Dobronyi  fue también un promotor de la música cubana y del arte de la Isla —asegura Gladys— hay constancia de que en 1955 creó un Centro de Arte Cubano que estaba ubicado muy cerca de donde se halla hoy el Museo de Arte Colonial, en la Habana Vieja”.

Sus habilidades como escultor y joyero calzaron sus vínculos con la burguesía, al punto de que exhibir una de sus piezas, era signo de distinción. En 1960 acopió todas sus pertenencias en un Ferry y enrumbó hacia Miami, Estados Unidos, donde continuó su vida más cerca de las estrellas de Hollywood que tanto le apasionaron. Sus años en Cuba están llenos de incógnitas, pero su reencuentro con el Vigía de Hemingway, podría desbrozar un camino que permita conocer mejor al artista y su época.

Foto: René Pérez Massola
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