Con sabor a Pardito

Con sabor a Pardito

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Pardito decidió aferrarse a su profesión luego de la condición de Héroe del Trabajo, sin pensar en los casi 50 años en la misma profesión. Foto: : Leandro Armando Pérez Pérez
Pardito decidió aferrarse a su profesión luego de la condición de Héroe del Trabajo, sin pensar en los casi 50 años en la misma profesión. Foto: : Leandro Armando Pérez Pérez

 

Lleva 47 años en el mismo puesto de trabajo. No se queja; no está cansado, más bien “pelea” si alguien le sugiere el retiro. Lo único que sabe hacer, desde muy joven, es trabajar; pero hoy, a pesar del tiempo, José Agapito Pardo Nápoles tiene nuevas motivaciones para seguir como saborista de la fábrica de Helados Coppelia, en Camagüey. La razón, muy sencilla: fue merecedor de la condecoración Héroe del Trabajo de la República de Cuba, este año.

Y es que a Pardito, como le conocen muchos, el gusto por el trabajo le viene de tradición. A diferencia de muchos niños de su época no iba a jugar al parque. No es que fuera un muchacho raro, era más bien que las fábricas y la producción de alimentos le atraían desde chico. Así lo confirma: “eso de la tecnología y la industria siempre me gustó, no sé si era por mi padre, pero siempre me llamó esa labor”.

Además, muchos de sus tíos, primos y hasta el padre laboraban en la desaparecida fábrica de queso y mantequilla Guarina, espacio que le sirvió de refugio para sus primeras travesuras. Allí fue donde nació el deseo de pertenecer a la rama, pero por su corta edad aún le quedaba terreno por recorrer.

Más adelante se une a los jóvenes que apoyaban en la lucha clandestina de la ciudad. “En esa etapa no tenía una madurez política – cuenta José Pardo – y por embullo nos fajábamos con la policía. Fíjate que tengo dos dedos lisiados de un golpe que me dieron en la mano, pero a mí me gustaba enfrentarme a ellos”.

Después con el mismo ímpetu revolucionario y el deseo de “avanzar” se une a la alfabetización en Arroyo Blanco, Jagua 1, en Santa Cruz del Sur, municipio de la provincia. Cuando regresa a la cabecera provincial le proponen impartir clases en una escuela cercana al barrio que le vio nacer. Allí madura y se enamora de Marta, rubia de ojos azules que se le ha perdido en el tiempo, en algún lugar de Cuba, y él desearía reencontrar.  Pero su destino estaba escrito y hacia la escuela Tecnológica Abel Santamaría, en La Habana, parte para estudiar la especialidad de helados.

El tiempo pasa y…

“Volví a Camagüey el 23 de diciembre 1968 –comenta Pardito – y enseguida comencé a trabajar en la fábrica de helados. Esa es la especialidad que más me gustó y aún me gusta.

“Aquí en la fábrica pasamos trabajo, debido a la situación del país y al bloqueo no tenemos la materia prima adecuada para elaborar un sabor y debemos inventar con similares para poder satisfacer a la población. Si no fuera por el grupo de la ANIR no trabajaríamos, pues hay equipos dinamarqueses, chinos, argentinos… con distintas tecnologías y las materias con las que se elaboran los sabores no son las mismas todos los días”.

Una muestra de las pruebas que sobrepasan día a día los trabajadores de la fábrica es una que recuerda Pardito: “Cuando se iba a celebrar la VI Cumbre de Países No alineados en La Habana, a nosotros nos pidieron que elaboráramos el helado. Pero ese día se nos presentó un problema con el sabor del mantecado: justo cuando estábamos en la elaboración del producto nos faltaba la nuez moscada. El jefe de producción me dijo: ‘Pardito, ve a ver qué tú inventas ahí porque de esto hay que salir’.

“Por suerte en ese momento se me encendió la chispa y cambié por esencia de canela. Al otro día cuando fuimos a probar el mantecado me felicitaron y me dijeron que era el mejor sabor que había salido. Menos mal que no pasó nada, había que tener mucho cuidado porque uno se la estaba jugando y si a alguien le caía mal…”.

Un nuevo sabor en la vida

Por la experiencia acumulada fue seleccionado recientemente para cumplir una misión en Angola durante dos años. Allá atendía la elaboración de los sabores en una fábrica de helado y, en sus ratos libres, velaba también la producción. Fue en ese país donde le comunicacron que recibiría la condición de Héroe del Trabajo.

–     ¿Y ahora que volvió, cambia algo en la vida de Pardito?

“Nada, ahora hay que seguir trabajando. Cuando viré de Angola le dije al jefe de personal que yo quería incorporarme aunque ya estuviera en edad de jubilación. Me dijo que sí y atenderé lo mismo: elaboración de sabores y parte de producción”.

¿Qué significa ser Héroe del Trabajo, luego de tantos años dedicados a una misma profesión?

“Significa mucho para mí, partiendo del punto de la familia porque yo me siento realizado. Mis hijos están orgullosos de mí y todo eso me compromete para seguir trabajando para esta Revolución mientras la vida me lo permita”.

Pardito tiene cinco hijos y cuatro nietos. Los adora, y cuando habla de la suerte que han tenido de realizarse profesionalmente, sus ojos brillan con intensidad. Graciela, una de las muchachas, siguió los pasos de la familia y se hizo técnico medio en alimentos, de lo cual el padre se siente orgulloso doble, pues fue su tutor en la tesis de grado de la joven.

En efecto, la vida para Pardito no cambia con esta nueva etapa y es que como afirma él: “Yo voy a mantener mi forma, seguiré siendo el mismo, seré un trabajador más que pone sus conocimientos a favor de la juventud y de todos. Además, no me daré esa arrogancia,  simplemente cumplí una tarea con la Revolución después de una trayectoria larga de trabajo”.

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