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Carlos Rafael Rodríguez: Ancho de cultura y de talento

Carlos Rafael Rodríguez en una de las últimas actividades a la que asistió en la ciudad de Cienfuegos, donde nació el 23 de mayo de 1913. Foto: Modesto Gutiérrez, AIN.

Carlos Rafael Rodríguez, sobresaliente economista, intelectual y dirigente revolucionario cubano, nació el 23 de mayo de 1913 en la ciudad de Cienfuegos.

Sus inquietudes políticas comenzaron en 1929, al calor de las luchas estudiantiles contra la tiranía de Gerardo Machado. En 1930 formó parte del Directorio Estudiantil.  A partir de 1939, una vez graduado de la universidad, se dedicó por entero a la lucha revolucionaria desde la dirección del Partido Unión Revolucionaria Comunista.

Después del triunfo de la Revolución, en enero de 1959, ocupó múltiples e importantes responsabilidades, entre ellas: director del periódico Hoy, miembro de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), presidente del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA) entre 1963 y 1965, ministro—presidente de la Comisión Nacional de Colaboración Económica y Científico Técnica y representante permanente de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), miembro del Comité Central del Partido desde su creación en octubre de 1965 y de su secretariado desde 1965 a 1976. También integró el Buró Político del PCC y fue elegido por la Asamblea del Poder Popular vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros.

Autor de interesantes libros, como Letra con filo y múltiples artículos, dejó un profundo legado a las generaciones siguientes.

Falleció en La Habana el 8 de diciembre de 1997.

Para acercarnos a su vida, obra y personalidad, con motivo del centenario de su natalicio, entrevistamos al licenciado Carlos Martínez Salsamendi, diplomático y profesor, quien desde el 1973 trabajó bajo su dirección durante 20 años y en quince de ellos fue su asesor.

¿Cuáles fueron sus nexos personales con Carlos Rafael Rodríguez?

Mi primer contacto fue a través de la televisión. En los primeros días de enero de 1959 se transmitió un debate entre dirigentes del Partido Socialista Popular y uno de ellos era Carlos Rafael. Quedé impresionado por la solidez de sus argumentos y la forma convincente con que los exponía.

Mi próximo encuentro fue en el verano de 1963. Trabajaba yo en nuestra embajada en Japón y acompañé a la primera delegación parlamentaria de ese país que visitó Cuba. Estuve en la entrevista que sostuvieron con Carlos Rafael, a la sazón presidente del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA). De nuevo recibí una fuerte impresión al apreciar la forma brillante en la que se desenvolvió durante toda la conversación.

Como subdirector de Protocolo, en 1965, lo acompañé en la atención a delegaciones oficiales. En una de ellas se dio un inconveniente en el programa que conllevó a una reunión de Carlos Rafael con las autoridades locales y conmigo. Yo pensé que en circunstancias como ésa, sin él expresar su acuerdo con lo que yo había hecho ni criticarme, tampoco le quitaría razón al dirigente local y dejaría por zanjado el incidente. Después de que ambas partes explicaron lo sucedido, Carlos, para mi sorpresa, me dio la razón y dijo que yo había actuado correctamente. Entonces, a la impresión como convincente polemista y sobresaliente dirigente se puso en primer lugar la del hombre, humano y justo.

Desde el 1973 trabajé bajo su dirección durante 20 años y en 15 de ellos fui su asesor, aunque prefiero que me consideren su ayudante en política internacional

Me consta, porque pude hacerle una de las últimas entrevistas en vida, que él se distinguía por una humildad notable en medio de una brillantez intelectual deslumbrante. ¿Pudiera usted referirse a su personalidad?

En el prólogo al tercer tomo de Letra con Filo, Ángel Augier escribió sobre la  personalidad de Carlos Rafael: “carácter franco y enérgico, juicio sereno y maduro, valentía y claridad para expresarlo y defenderlo, seguridad en sus decisiones, sentido de responsabilidad”, criterio que comparto plenamente.

Y en la memoria del curso 1938-39 de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de La Habana, sobre Carlos Rafael se expresó: “Ancho de cultura y de talento, su ascensión política reportará substanciosas ventajas a nuestro pueblo”.  Fue una acertada premonición.

Añadiendo a lo que dijo Ángel Augier, una característica de las más importantes de la personalidad de Carlos Rafael fue su lealtad al socialismo, a la Revolución cubana y a Fidel. Con el debido respeto, a veces en público o en privado, le daba sus opiniones al líder de la Revolución, incluso las que pudieran ser diferentes a las de él.
Recuerdo que en una sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, a la que Carlos Rafael no pudo asistir por su estado de salud, Fidel se viró para el escaño donde él se sentaba para pedirle su criterio respecto a lo que se estaba discutiendo.

Además, otra faceta de su personalidad fue su dedicación infatigable al estudio, su rigurosidad en todo lo que escribía y una memoria prodigiosa, que evidentemente era producto de los genes de la rama materna. En ocasiones, para precisar algún dato o fecha que no tenía debidamente registrado, sobre todo durante sus años en la clandestinidad, acudía a su tía, hermana de la madre a la que siempre tuvo bajo su abrigo. Con ochenta y tantos años, Julita de inmediato respondía a las preguntas que le hacía el sobrino.

Se le puede catalogar como un erudito, en el sentido exacto del término: “Instruido en varias ciencias, artes y otras materias». Poseía una cultura enciclopédica.

Reconocido como polemista difícil de rebatir, a la vez era respetado por la solidez de sus argumentos y por la forma correcta en que debatía, lo que puede apreciarse en muchas de sus intervenciones en los foros internacionales. No rehuía el debate, frecuentemente lo buscaba.

Julius Nyerere,  presidente de Tanzania y una de las figuras relevantes del proceso de liberación nacional de África, al referirse  a los trabajos en la Comisión Sur (entidad integrada, a título personal —no oficial— por veintinueve renombrados economistas y sociólogos de países del Tercer Mundo, que duró desde 1986 a 1990) en una ocasión comentó que era impresionante cómo Carlos Rafael polemizaba con personalidades con criterios opuestos o muy diferentes, y lograba convencerlos o que aceptaran formulaciones cercanas a sus posiciones.

Ejercía la crítica en todo momento que lo requería pero, pero la hacía con tacto y consideración hacia el o los criticados.
Era exigente con sus colaboradores y subalternos, pero de manera afable y sin imposiciones. En el trato inspiraba confianza.  Fue jefe, maestro y compañero.

Carlos Rafael tenía un marcado sentido del humor y usaba la broma y el chiste oportunamente en el quehacer diario. En una ocasión, los que trabajábamos en su oficina encontramos en nuestras mesas de trabajo una nota de su puño y letra con una cita de Arturo Toscanini, afamado director de orquesta italiano que se asentó en Nueva York al recrudecerse el fascismo en su país: “Usted no puede ser serio las 24 horas del día, tiene que tomarse media hora o una hora para ser infantil”.
Durante una conferencia de prensa en el extranjero, en los primeros años de la década de los 80, al referirse a la política anti-cubana del entonces presidente Ronald Reagan, un periodista le pidió que dijera cómo lo pudiera caracterizar.  Carlos Rafael le respondió: “Reagan fue un mal actor, que está haciendo un buen papel de un mal presidente.”

A preguntas cortas que le hizo Reynaldo González, en la entrevista en El Caimán Barbudo, junio, 1983, sobre algunos temas, las respuestas, también cortas, sirven para demostrar su ocurrente y fino sentido del humor:
¿Comics?: “Veneno en el capitalismo y monotonía en el socialismo.  Posibilidades creativas desaprovechadas. ¡Pobre ‘Anita la Huerfanita’!”.

¿Socialismo ‘con pachanga’?: “El concepto es peligrosos e inexacto. La ‘pachanga’ evoca frivolidad irresponsable. El socialismo a la cubana es alegre pero a la vez serio; con son y conga, pero en el descanso de las brigadas millonarias.  Allegro, ma non troppo. “(Alegre, pero no demasiado.)

¿Goya?: “Me trae el recuerdo más los Fusilamientos que la Maja Desnuda (muy gorda)”.

Una bella característica de la personalidad de Carlos Rafael: Respiraba y proyectaba cubanía por doquiera. En mayo de 1983, a una pregunta que le hizo un periodista sobre el placer de ser cubano, en su repuesta enfatizó que amaba nuestro país, su atmósfera, su cielo, sus palmas, sus playas y sus montañas y que le emocionaban Agramonte, Moncada, Maceo, Mella, Jesús y otros muchos héroes; que le enorgullecía ser compatriota de Finlay, Capablanca, Alicia, Nicolás, Alejo, Martín Dihigo, Juantorena;  haber nacido  en la misma tierra que José Martí y Fidel;  añadió que eran dos figuras que se mantendrán a todo lo largo de la historia.  Concluyó su repuesta exclamando: “¡Cómo no voy a sentir el placer de ser cubano!».

Cienfueguero de pura cepa, se enorgullecía de haberse formado como revolucionario desde los 17 años en su ciudad natal.  Limitado físicamente, y en contra de la opinión de sus médicos y escoltas, no dejó de asistir a los actos por el 5 de Septiembre ni participar en las peregrinaciones al cementerio hasta que ya su salud deteriorada se lo impidió.

Me parece conveniente, como colofón a esta repuesta, citar las palabras del doctor Armando Hart, al final de su discurso de elogio en el acto en el que Fidel Castro le impuso  la Orden José Martí, el 23 de mayo de 1996.  Dirigiéndose a Carlos Rafael el orador sentenció: “Eres de los más esclarecidos representantes del pensamiento y práctica revolucionaria del siglo XX. Se funden en una sola pieza, toman cuerpo y carne viva en el ejemplo de tu trayectoria evolucionaría, tal y como se patentiza en este acto, la unidad y continuidad entre la cultura política cubana, desde Varela hasta Martí y Fidel, y el ideal comunista desde Mella hasta Fidel.”

Tempranamente fue un ferviente martiano y siempre un incansable lector. Esas dos pasiones deben haber influido mucho en su formación y amplios conocimientos. ¿Qué consideración tiene usted al respecto?

Efectivamente, Carlos fue un ferviente martiano y un lector incansable.

En una ocasión él mismo expresó que Martí había contribuido decisivamente a su formación como combatiente y como hombre.

El Apóstol  fue referente primordial en su formación humanística y en su proyección como político, pero además, debo destacar sus aportes al estudio del ideario martiano. Como Mella antes, Carlos Rafael difundía el legado de Martí con sus ideas revolucionarias, despojándolo de la visión romántica  que daban los historiadores burgueses de la época.

Al estudio de Martí unió su temprano conocimiento de Lenin.  Se puede calificar a Carlos Rafael como un revolucionario martiano, marxista-leninista y fidelista.

Para él, la lectura era para ampliar sus conocimientos como parte de su trabajo y a la vez una diversión. En una conversación con una periodista en mayo de 1983, le confesó que no era hombre atado a un solo autor o a un único compositor, y añadió: «Y sería incapaz de seleccionar el libro para el confinamiento en la isla solitaria.  En ese caso, preferiría tener un buen diccionario de la literatura universal, para recordar y recrear todo aquello que he podido leer.  E imaginarme melancólicamente cómo serían aquellas otras obras que no pude alcanzar».

En ocasión del aniversario 90 del natalicio de Carlos Rafael Rodríguez usted afirmó en un artículo que él “sigue estando presente, no sólo como un grato recuerdo muy cercano, sino en la presencia y vigencia de su pensamiento y obra”. A diez años se esa aseveración y a luz de las actuales transformaciones, ¿cómo la considera?

Al familiarizarme con la obra de Carlos uno de los aspectos que mucho me impresionó de su impronta fue, aún para la actualidad,  la previsión, vigencia y perdurabilidad de muchos de sus planteamientos en las diversas esferas a las que dedicó estudios y en las que actuó, sobre todo en la política y la economía.

Para un material periodístico como este, sería muy extenso poner ejemplos para tal aseveración.  Escogeré solo algunos: Sobre la crisis del sectarismo en febrero-marzo de 1962 afirmó que si no se llegaba a cortar a tiempo, con la visión profunda y los métodos correctos que empleó Fidel, habría podido tener amargas consecuencias, y que sirvió, en cambio, para consolidar definitivamente la unidad revolucionaria entre todos los factores que en mayor o menor medida habían contribuido a ella.

Brindó significativos aportes al análisis de la desaparición del campo socialista europeo y desintegración de la URSS.  En aquella época, en una reunión con estudiantes y profesores del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), precisó que lo que se estaba decidiendo no era el regreso del mundo al capitalismo sino las nuevas condiciones de lucha por el socialismo, y que estas surgirían de toda la confusión que había en los países socialistas europeos de entonces.

En la actualidad uno de los temas de mayor atención en la implementación de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del PCC es el del trabajo en el sector no estatal.  En una entrevista con un renombrado periodista colombiano, en septiembre de 1990, Carlos opinó que al discutirse si los servicios deben ser privados o no, él creía que el pequeño distribuidor privado podía tener ventajas sobre el pequeño distribuidor público, y a continuación consideró que no era  irresoluble el problema de los servicios en una sociedad socialista.

A Carlos Rafael se le puede considerar también como otro pionero en la campaña que las fuerzas populares de América Latina y el Caribe libraron contra el ALCA.  Antes, en noviembre de 1991, había sentenciado que la alternativa a un área de libre comercio dominado por los Estados Unidos sería la constitución de una entidad latinoamericana nueva, lo que hoy es la fuerte corriente integracionista en el hemisferio Sur, con la CELAC como ente promisorio en ese sentido.

¿Qué significación deben concederle las nuevas generaciones a su legado político, económico, filosófico, histórico, artístico y cultural?

Tienen el ejemplo de un joven, como los de la Generación del Centenario, que desde los 17 años se volcó de lleno a la lucha, quien proveniente de una familia acomodada, se convirtió para el resto de su vida en un combatiente por la Revolución cubana, el socialismo y el antimperialismo.

Se le puede aplicar lo que él mismo dijo sobre Juan Marinello: “Como Rubén, como Fidel, Marinello no llegó a la Revolución por el camino clasista, sino por la vía más difícil de la conciencia.”

En su intervención en el IV Congreso de la UNEAC, con particular sentido crítico, se quejó de que solo un 2 % de los participantes tenían menos de 30 años, para seguidamente destacar a héroes y figuras de la historia cubana, como José Martí, que tenía menos de esa edad cuando comenzó su lucha por la independencia y a Mella, de quien advirtió que las hordas machadistas no le permitieron llegar a los 30 años.

Puso también los ejemplos de los firmantes de la Protesta de los Trece, de los que muy pocos pasaban de los 25 años; a Roa, líder indiscutible de la izquierda estudiantil en las luchas contra la tiranía de Machado y, en primer lugar, a Fidel “que a los veintisiete años  se puso al frente de su pueblo.”

En su ensayo «Las bases del desarrollo económico de Cuba», ponencia presentada en la Universidad de La Habana, en septiembre de 1956, dijo que a la  juventud cubana le correspondía una cuota importante en llevar adelante el desarrollo económico del país, para concluir exclamando: “¡Cuba completará su independencia nacional!”.

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