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Crimen impune contra un periodista

La escena parecía extraída de un filme de violencia: el cabo de la policía del batistato, Orlando Marrero Suárez, conocido por Gallo Ronco, irrumpió en el bar Cachet, sito en la calle habaneras de Prado, entre Neptuno y Virtudes, y empezó a insultar a un joven que allí se encontraba. Ante la respuesta indignada del agraviado, el esbirro, que le sobrepasaba en corpulencia, lo golpeó, inmediatamente sacó su pistola y le disparó a matar.

El hecho ocurrió el 13 de mayo de 1958. Ni una línea apareció en la prensa, sometida a férrea censura. Solo cuando un testigo se lo comunicó al Colegio de Periodistas, y este le informó al embajador ecuatoriano que un ciudadano de su país había sido asesinado en la capital cubana, la cancillería de ese país se enteró de lo ocurrido y el hecho pudo ser difundido al mundo por las agencias de noticias.

Al no poderse ocultar el crimen, se apeló a la más vil calumnia a través de una nota oficial del Negociado de Prensa y Radio de la Policía Nacional, que vinculó al asesinado a una reyerta en el bar en la que habían mediado copas y mujeres agredidas, situación que había obligado al agente a intervenir, y aseguró que la labor de este no era perseguir a enemigos políticos del régimen sino a delincuentes. Nada más lejos de la verdad.

¿Quién era aquel joven de solo 23 años que había muerto brutalmente a manos de uno de los esbirros al servicio del sanguinario general de la tiranía, Pilar García?

El asesinado era Carlos Bastidas Argüello, de nacionalidad ecuatoriana y periodista de profesión, quien había llegado a Cuba en marzo de ese año atraído por la lucha que se libraba en la Sierra Maestra, encabezada por Fidel Castro.

Su último domingo en La Habana, cuarenta y ocho horas antes de su muerte, coincidió con el Día de las Madres. Bastidas le había enviado un amoroso mensaje de felicitación a su progenitora, quien en una ocasión le preguntó al hijo: ¿No tienes temor a hallar la muerte metiéndote en las revoluciones y en la violencia política?, a lo que él respondió: ¡lo mismo me da morir tarde que temprano, pero me hieren profundamente las injusticias y sufro cuando el pueblo sufre!

Avezado reportero de importantes acontecimientos internacionales del tiempo que le tocó vivir, su pensamiento político quedó reflejado en una conferencia que impartió en 1957 sobre el problema indígena en Ecuador, donde manifestó la necesidad de hacer en el continente una reforma agraria y otra industrial y calificó al obrero como la mayor riqueza, sin el cual nada valían el cobre, el salitre, el petróleo, ni los bosques.

En marzo arribó a la Sierra Maestra con la finalidad de conocer de primera mano lo que allí estaba sucediendo. Como escribió el colega Juan Marrero, quien recogió los episodios más sobresalientes de la vida del joven en el libro titulado Andanzas de Atahualpa Recio —seudónimo utilizado por Bastidas— él “vivió allí como un revolucionario más. Fue de los primeros que habló a través de Radio Rebelde antes de que esa emisora se fundara oficialmente, y luego se trasladó a la comandancia en La Plata, donde establece una relación con Fidel, Celia y otros compañeros de la dirección del Ejército Rebelde”.

Sobre Bastidas expresó Fidel a través de esa misma emisora, al conocerse la noticia de su asesinato: “Atahualpa Recio habló muchas veces a nuestros oyentes…Desde aquí vertió su inquietud de periodista combativo que no podía cruzarse de brazos en medio de la contienda, desde aquí patentizó la solidaridad de la raza y de la sangre de América irredenta con la causa justa de nuestro pueblo…Los que conocen la proverbial gratitud de los cubanos hacia los hombres que en todas nuestras epopeyas libertadoras han venido de lejanas tierras a dar su sangre y su vida por nuestra patria, comprenderán nuestro dolor”.

Como era de esperarse en aquel régimen el brutal acto quedó sin castigo. El asesino de Bastidas, llevado a juicio bajo la presión del repudio internacional, salió absuelto. Y lo más vergonzoso: en enero de 1959 escapó a Estados Unidos, como muchos otros criminales del batistato, donde murió de viejo, en total impunidad, sin que nunca le pidieran cuenta por sus desmanes.

A las agencias al servicio del imperio que hablan de supuestas agresiones a mercenarios disfrazados de representantes de la prensa en Cuba, les recordamos que hace 55 años se produjo la muerte de Carlos Bastidas Argüello, el último periodista asesinado en este país, en medio de una tiranía apoyada por la Casa Blanca.

Este 13 de mayo los periodistas cubanos le rendiremos tributo a Bastidas, en el Panteón de los Veteranos por la Independencia, del Cementerio de Colón, ante el nicho donde reposan sus restos.

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