Donde está Juana, hay comida

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Por: Orestes Ramos Lorenzo

Apenas ha transcurrido un año desde que la Heroína del Trabajo de la República de Cuba Juana María Blanco Santos se impuso hacer producir la tierra y los animales con la mayor eficiencia posible.

Juana María Ahora la finca cuenta con 119 toros en ceba, parte de ellos cercanos a su comercialización.

En un área de solo dos caballerías y donde queda poco por utilizar, sin las instalaciones apropiadas ni otras condiciones imprescindibles, un reducido colectivo de 10 hombres, conducidos por esta mujer, además de las habituales producciones agrícolas, la cría de cerdos, aves y conejos, se dedica a la ceba de toros.

“Yo entro en la ceba por un compromiso moral, por la necesidad de producir carne”, señala la administradora de una de las fincas de la UBPC Guayos, perteneciente al central Melanio Hernández, en Sancti Spíritus.

Para el comienzo adquirieron 30 toros, tenían caña como opción para el sustento de la masa, pero no contaban con una máquina forrajera, con la que desmenuzar el alimento.

Comenzaron chapeando yerba en las guardarrayas de las siembras, pero esta pronto se acabó, ya que el área es reducida; de ahí pasaron a cortarla en tierras pertenecientes a un centro científico, la Estación Provincial de Investigaciones de la Caña de Azúcar, pero allí también se acabó el forraje.

Después utilizaron la que crecía a lo largo de la línea del ferrocarril que pasa cerca, la cortaban y la trasladaban en carretones, pero como no se procesaba desperdiciaban mucho alimento.

Casi de inmediato trajeron una maquina forrajera criolla y luego otra de fabricación coreana; también las cinco libras de proteínas (North Gold) que debe recibir cada animal. La UBPC, a la que está adscrita la finca, cedió las pequeñas zonas donde a la combinada se le dificultaba cortar, los trabajadores se desplazaban hacia esos lugares cortaban y traían la caña con tracción animal.

Como resultado de ese esfuerzo y a pesar de los contratiempos, en poco más de cinco meses vendieron los primeros toros, casi todos con pesos sobre las mil 250 libras, lo que dejó una ganancia a repartir de 50 mil pesos.

“Primero que todo, cuando me iba a incorporar a esta tarea conseguí los libros de la ceba de toros, para aprender, porque no sabía nada de lo que iba a hacer… allí se explica cómo tienes que hacer las cosas, atenderlos, porque si se te mueren no has hecho nada, pierdes 5 mil pesos, que es casi el premio de un trabajador.

“No hay secretos, la gente de aquí sabe todos los días lo que tiene que hacer, algunos proceden de lugares donde se dificulta la combinación para el transporte, Tuinucú, Sancti Spíritus y son los que llegan primero”, señala Juana.

Después del almuerzo pudieran estar descansando hasta las dos de la tarde, pero poco tiempo después, como movidos por un resorte, se oye de nuevo el sonido del motor que desmenuza la caña y un pequeño hormiguero alimentándolo.

El colectivo está integrado también por dos custodios quienes reciben el mismo ingreso monetario que los demás; “el guardia gana eso pero tiene que pasarse la noche velándolos, echándoles agua y si le matan un toro tiene que pagar y se tiene que ir ese mismo día; pero eso no ha pasado nunca”, sentencia Juana.

“Aquí no hay gente distinta para cuidar los puercos o la agricultura, son ellos mismos quienes cuidan los toros y siembran en el campo… la comida de ellos y la de los animales”.

Existen otros beneficios que no son precisamente en dinero pero que repercuten en la economía doméstica como es tener garantizada la alimentación de la familia todo el año de productos agrícolas y parte de la proteína a precios módicos.

La cría ha crecido, ahora tienen 116 toros, con planes de hacer otra nave para seguir aumentando, traer vacas para garantizar leche a la comunidad de azucareros donde están enclavados, del mismo modo que construyeron parte de las instalaciones recopilando raíles y hierros en desuso, siempre con alguna ayuda.

Ellos tienen asegurado el avituallamiento personal, dos mudas de ropa al año, calzado, también medios de trabajo como limas, machetes, lo que se hace extensivo al sistema productivo del MINAZ desde hace unos tres años, nos dice Oscar de la Cruz , director de la UBPC Guayos.

De un tiempo acá han mejorado otras condiciones, ya cuentan con un comedor e instalaciones sanitarias como corresponde a un colectivo, pequeño pero de una entrega a toda prueba.

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