La pérdida de un héroe

La pérdida de un héroe

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Orlando Rodríguez Pérez siempre dijo que no recordaba la primera vez que vio el mar, pero me confesó que cuando llevaba un día sin observarlo se ponía triste.

En sus nostalgias y sus victorias estaba el mar. “Cuando no lo veo sueño con él, el vaivén de las olas hace en mí el efecto de aquellas canciones de cuna con que mi madre nos dormía a todos en la casa. Éramos cinco hermanos y el tiempo de horrores fue largo y triste en Calabazar de Sagua, un pueblito de aquí de Villa Clara, muy conocido porque de ahí es Onelio Jorge Cardoso, el cuentero mayor”, me afirmó pocos días antes de morir.

Su conversación siempre fue fluida, amena, tenía humor y profundidad en las ideas.

Su pérdida este triste 11 de enero ha sido conmovedora. Orlando Rodríguez Pérez fue un hombre conocido antes de ser jefe del Contingente Campaña de Las Villas, que construyó el pedraplén de Caibarién a Cayo Santa María. En 1984, en Libia, construyó una carretera venciendo el frío y la arena del desierto. Luego en Cuba, días después de su llegada de aquel país, terminó la carretera de Santo Domingo a Corralillo, cuando quizás nadie lo esperaba. Sólo le faltaba hacer un camino en el mar, y lo logró el 15 de diciembre de 1994, cinco años después de haber iniciado su majestuosa obra, reconocida con importantes premios nacionales e internacionales.

Supo que lo hecho por él y sus hombres era trascendente, pero su mayor mérito estuvo en formar seres humanos de estirpe única, que se forjan en la hermandad y en la virtud que potencia el trabajo.

Fue de los que siempre tuvo la esperanza entre las manos. Hombre extraordinario en su natural cotidianidad. Lo distinguía su persistencia, el don de saber escuchar y aquello de no detenerse ni ante el peor de los obstáculos. Puedo asegurarlo, lo vi crecerse en el más duro momento, cuando por afecciones continuas en las arterias de sus piernas fue necesario amputarle la izquierda.

Orlando a pesar de ese impedimento siguió construyendo caminos. Sus sueños se pintaron del azul del mar que amó, y sus anhelos estuvieron rodeados de las gaviotas que estaban al borde de la ruta que iba trazando cuando caían las piedras al mar en un burbujeo silencioso.

Sus hombres lo seguían. Hoy su lamentable e irreparable pérdida da dolor y fuerza.

Se le recordará vivo y feliz como el día en que empató el pedraplén o recibió con humildad el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

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