El mago del molino

El mago del molino

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Por: María de las Nieves Galá

Entre las ocurrencias de la bella Zonlay, la vecinita que les ha robado el corazón, Lázaro Beltrán y Claudia Trigoura disfrutan la mañana del domingo. Atrás ha quedado la incomprensión de la juventud, cuando él apenas estaba en casa, casi no había horas para el descanso, porque estaba inventando alguna pieza o arreglando un equipo en la fábrica y ella se molestaba porque no tenía la compañía de su esposo en momentos especiales.

En la calidez de su hogar, en el municipio de Regla, donde siempre han vivido, nos reciben como a viejos amigos, dispuestos a compartir recuerdos.Ahora Concha, como cariñosamente la llaman, es parte de la memoria de aquellos tiempos y puede decir con exactitud el costo de unainnovación y hasta el nombre de algunas de ellas.

Para Lázaro Beltrán Oliver, Héroe del Trabajo de la República de Cuba desde el 2003, la vida laboral empezó hace más de cuatro décadas, cuando sólo tenía 13 años y, guiado por su padre, descubrió los secretos del oficio de tornero. De su progenitor aprendió cuestiones esenciales: disciplina, profesionalidad y amor por la faena.

A finales de los años 60 su vida tendría un vuelco total, al comenzar a laborar en el Molino José Antonio Echeverría. Entonces sedespertaría un espíritu de creatividad que no ha parado nunca.

Prácticamente sus manos hacían magia con todos los equipos que se rompían. «Me acuerdo de aquella vez en que a los cilindros de triturar el trigo se les echó a perder el juego de engrane, no había cómo resolverlo. Dije que si se conseguía una fresadora, yo podía inventar algo. Los compañeros del Ministerio de la Industria Alimenticia hicieron gestiones, se trajo y pude hacer el juego de engrane. Eso hubiera costado unos cuantos miles de dólares.

En 1986 todos los bancos de cilindros del Molino eran americanos, databan de 1920. Ya estaban desechados. El director de la fábrica me llamó, pues teníamos una línea de producción parada. Aquello dio quehacer, trabajamos a cualquier hora, de día y de noche. Primero hicimos una prueba y el efecto fue positivo, luego concluimos los doce bancos.

Son incontables las innovaciones y racionalizaciones. Si en cifras hubiera contado todo lo que ha ahorrado al país, superaría con creces el millón de pesos. Un centenar de diplomas lo acreditan como destacado. Claudia me muestra recortes viejos de periódicos donde hablan de Lázaro, de sus medallas y reconocimientos…, desde el año 1963 ya el joven era vanguardia.En 1990, al conformarse la empresa de cereales Turcios Lima, hermana de la José A. Echeverría, pasó a ella. En la actualidad se desempeña allí como jefe de mantenimiento industrial y de maquinado.

A sus méritos como vanguardia nacional del sector de la Industria Alimenticia durante 22 años, se unen la Medalla Lázaro Peña, y las órdenes Jesús Menéndez (de primero, segundo y tercer grados).

En la fábrica se siente como en casa: «Ahí tengo una familia», dice, y habla con admiración de los jóvenes a los cuales ha formado, entre ellos Richard Ceballo, FernandoIsidro y Osmani Casteleiro, quienes también han incursionado en el mundo de las innovaciones. «Me gusta enseñar, ayudar en todo lo que puedo».

Ahora, cuando la salud le ha dado algún alerta, su columna ya no responde como siempre, y hasta los médicos sugirieron el retiro, este hombre de 57 años se niega, porque aún le queda mucho por hacer: «Soy disciplinado, me hago los chequeos, me tomo las medicinas, pero no me voy de mi empresa».

Sobre la mesa está parte de su existencia, todos los diplomas, algunos amarillentos, son testigos de su prolífero andar. No se propuso buscar premios, pero los alcanzó con la modestia de los que encuentran en su labor la razón de su vida. Tal vez por eso, la sonrisa de felicidad brota de sus labios, mientras su esposa nos muestra la Medalla de Héroe del Trabajo. Claudia Trigoura tampoco oculta su orgullo, ella también es parte de ese triunfo.

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