Las generaciones doradas no son eternas. Tienen un tope en el tiempo. Un límite que suele alargarse por sus glorias pasadas. Los hinchas las amaron en la cúspide y vibraron con sus triunfos. Pero luego no las perdonan en sus fracasos y deshonras. La llama prendida por este grupo de jugadores se resiste a morir con el paso de los torneos Continuar leyendo