RETRATOS: Ingeniera que brilla con luz propia

RETRATOS: Ingeniera que brilla con luz propia

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La vida de la ingeniera eléctrica Leisy Hernández González comienza muy temprano. Dedica unos minutos a acicalarse, pues le gusta estar bien arreglada, no obstante que la Covid-19 le obligue a cubrir parte del rostro. Por suerte, tiene el respaldo de su padres, Lila y Joaquín, quienes siempre han estado en la retaguardia y la han apoyado en los cuidados de su único hijo, Miguel Alejandro, quien ya estudia Cibernética.

 

Foto: Agustín Borrego Torres.

 

Todos los días, a las seis y media de la mañana, hace su entrada a la Empresa Eléctrica, en La Habana, ubicada en el municipio capitalino de Boyeros. Ya se acostumbró a dormir poco, su labor es intensa y la responsabilidad, grande. “Desde 2019 me desempeño como Directora Comercial de la entidad”, dice.

Aclara que, en cualquier esfera, esa actividad tiene que ver con la compra de materiales e insumos. “Pero aquí se trata de vender y comprar electricidad. Atendemos los 850 mil clientes que hay en la ciudad  -abarca el sector residencial y el estatal, que tienen necesidades diferentes-  e incluye los procesos de facturación del consumidor, el cobro del servicio, la atención a las reclamaciones, ya sean por insatisfacción con el consumo o daños a la propiedad”.

La tarea es amplia y compleja. Para ella ha sido un desafío que ha logrado vencer en un sector caracterizado durante años por una mayoritaria presencia masculina.  “Hace una década, aquí, no existía ninguna mujer en cargos directivos, sobre todo de base, fundamentalmente que tuviera que ver con el sector eléctrico. La situación ha empezado a cambiar”.

 

Soñó con ser maestra

De pequeña, Leisy siempre quiso ser maestra. Jugaba con sus muñecas y los niños del capitalino reparto Fontanar, hasta que llegó el momento de la decisión final, y sus padres se opusieron a la idea. “Insistieron en que, si me gustaba, después de finalizar la carrera, podía dar clases en la Universidad”.

Así que dejó guardado muy dentro de sí ese deseo que creció de manera natural. Luego de concluir sus estudios en la Escuela Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin, en 1990, optó por ingeniería eléctrica. “En mi casa ese era un tema habitual, pues Amelio, mi hermano, había estudiado lo mismo en la hoy Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (CUJAE) y mi papá, Joaquín, Doctor en Ciencias Agropecuarias, era adicto a la electrónica.

“Estando en la CUJAE, me vinculé mucho con la Empresa Eléctrica de la capital, pues el papá de un amigo trabajaba aquí como subdirector comercial. Así que hice mis prácticas y la tesis de grado fue sobre los transformadores latinos, cuya entidad antiguamente estaba dentro de la institución.

“Mi idea era quedarme dando clases en la Universidad, pero primero tenía que pasar dos años en un centro fuera de la ciudad, y, a la verdad, el campo nunca me ha gustado. Opté por laborar en la empresa que ya conocía y se me otorgó. Aquí comencé el 12 de octubre de 1995”, recuerda.

A partir de ese momento, hizo un amplio plan de capacitación y durante dos años rotó por todas las áreas de la entidad, incluida la unidad municipal de Boyeros, donde se vinculó con la actividad comercial. En 1998, luego de iniciarse en el país el Programa para el Ahorro de Electricidad, pasó a laborar durante dos años en el Ministerio de la Industria Básica, en prestación de servicio.

“Ya en 1999, tuve a Miguel Alejandro. Las condiciones cambiaron, el ministerio quedaba muy lejos y me reincorporé a mi empresa. Empecé a atender a las oficinas comerciales que tenemos en la provincia”, alega.

“En pleno apogeo de la Revolución Energética, en el 2005, me propusieron ir a la República Popular China, con vistas a atender el tema de la contratación de los equipos que entre el 2005 al 2006 fueron vendidos a las familias cubanas,” apunta.

A su regreso, ella fue nombrada directora de la Unidad Empresarial de Base (UEB) de Uso Racional de la Energía, en la cual se desempeñó entre el 2008 y 2009, y posteriormente resultó promovida a directora comercial.

En realidad, fue por poco tiempo. En la República Bolivariana de Venezuela comenzó la Misión Revolución Energética y durante tres años, estuvo en el país hermano. “Al regresar, en el 2013, fui nombrada directora de la UEB de Servicios Comerciales y ya en el 2018 ocupo el cargo que en la actualidad desempeño”.

 

No sentirse excluida

Transitar con éxito por el mundo de los eléctricos no ha sido sencillo, pues, según Leisy asegura, aún hay hombres que no valoran en toda su dimensión el trabajo de las mujeres en este sector. “No es menos cierto que, a la hora de designar un puesto entre una mujer y un hombre, prefieren a este último porque ‘es menos complicado’”.

 

Foto: Agustín Borrego Torres.

 

Señala que, durante su paso por Venezuela, hubo un momento complejo. “Y se decidió que todas las mujeres fueran a refugiarse. Consideré que por la responsabilidad que tenía en el consejo de dirección de la misión, mi deber era estar junto a mis compañeros. Entonces, entré al salón donde estaban reunidos.

“Con la mirada, mi jefe me censuró. Me quedé tranquila en la silla. Al transcurrir el día, asumí tareas necesarias. Al final, no hubo ninguna complicación y mi jefe me felicitó por la valiente actitud asumida. Por supuesto, en esos instantes, sentí miedo, sabía que podía estar en riesgo mi integridad física, pero comprendí de qué lado estaba mi deber”.

Al reflexionar sobre las oportunidades de las mujeres en el sector, subraya que, si bien habían existido compañeras en cargos directivos, se trataba de económicas o de otras especialidades que no son propias de la electricidad. “Sin embargo, hoy contamos con tres directoras de UEB que son muy consagradas; ahí se trabaja las 24 horas del día, si de madrugada existe una avería u otra situación, tienen que asumir la tarea y dejar su hogar.

“Todavía nos quedan puestos en las que ellas no se insertan, como, por ejemplo, lectores-cobradores y linieros, éste último oficio exige un gran esfuerzo físico, no obstante, si alguna se atreviera a hacerlo, aquí tienen las puertas abiertas”, añade.

A través de la empresa, Leisy ha logrado concretar el sueño de su niñez. “En el Instituto Tecnológico Armando Mestre, ubicado en el municipio de Arroyo Naranjo, tenemos un aula anexa ya que ahí se estudia la especialidad de electricidad. Desde hace siete años, imparto la asignatura de Suministro Eléctrico. Hay que decir que en todo ese tiempo he tenido una sola muchacha. Creo que desde la propia formación vocacional hay que insistir más en las oportunidades de esta profesión”.

Superar las complejidades impuestas por la Covid-19 ha sido difícil. “Durante el 2020 hubo un momento en que se extendieron los períodos para que los clientes pagaran las facturas, eso llevó a que ese año el indicador de recaudación se incumpliera. En el 2021 tuvimos que revertir esos resultados. Visitamos a los clientes que tenían deudas, insistiendo en la necesidad de pagar. Gracias a ese esfuerzo, cerramos el año con todos los indicadores cumplidos. Hay que agradecer la disciplina de los habaneros, quienes, con su pago oportuno, contribuyeron al éxito de la actividad comercial.

“En lo personal, en el mes de mayo estuve afectada por la Covid y me ausenté durante un mes. Mi sustituto ocupó el puesto, todo funcionó bien”, acota.

Leisy ve su colectivo como si fuera una familia. “La mayoría son hombres: directos, 20, y en la base, unos 700”. Dice que, desde su punto de vista, existen dos claves fundamentales en el trato con los obreros: mantener siempre el respeto de persona a persona, tratándolos como nos gustaría que lo hicieran con nosotros; lo otro, hablarles siempre con la verdad”.

La familia es el refugio y el apoyo, y piensa que estará en deuda con su padres e hijo. “Mi mamá y mi papá siempre han estado ahí para alentarme y prestar ayuda porque esta es una labor de entrega total”. Recuerda que en momentos de huracanes o algún otro fenómeno meteorológico, trajo a su hijo para la oficina. “Me sentía más tranquila. Sobre el piso, ponía un colchón y aquí dormía y comía”.

Y es que conjugar la vida familiar y personal con su responsabilidad requiere de inteligencia. “Como mujer nos gusta presumir, estar arreglada, y falta el tiempo para hacerlo; como hija, quisiera poder ayudar más en la casa; como madre, dedicar más tiempo a mi hijo y realmente no lo puedo hacer”. Tras el recuento, afirma estar satisfecha. Sin dudas, su capacidad profesional puesta a prueba y la entrega sin límites tiene resultados: esta ingeniera eléctrica brilla con luz propia.

 

Acerca del autor

Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

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