Con Filo: No rendirse con las cuentas

Con Filo: No rendirse con las cuentas

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Después de casi dos años en que la situación epidemiológica lo impidió, acontece en Cuba uno de los procesos participativos más importante para el ejercicio del gobierno: las asambleas de rendición de cuenta del delegado a sus electores.

No resulta fácil asumir esta discusión pública en nuestros barrios y comunidades, en medio de una coyuntura económica muy difícil, donde ese representante del Poder Popular en la base debe informar de los resultados de su gestión, y recoger las principales inquietudes de quienes lo eligieron para representarles.

 

Ilustración: Martirena

Por esa misma razón son ahora más importantes todavía estas reuniones donde la ciudadanía tiene la oportunidad de chequear, exigir y proponer qué mejoras debe impulsar y acometer cada gobierno local, ahora con mayor autonomía y un porcentaje de recursos propios para ordenar sus prioridades de acuerdo con las necesidades de la comunidad.

Pero no basta con potestades y presupuestos para hacer exitosa la gestión gubernamental en la base, y en particular las asambleas de rendición de cuenta. Estas reuniones barriales tienen ante sí el tremendo reto de superar la formalidad y el automatismo con que no pocas veces se realizan.

Para nadie es un secreto que hay rendiciones de cuenta donde la asistencia no es alta, las intervenciones son escasas o donde la información que ofrecen los delegados y los representantes de instituciones o entidades de la comunidad —cuando asisten— no logra motivar ni convencer a la población.

Tampoco estaría del todo bien responsabilizar solo a sus organizadores por ese marasmo que a veces se apodera de ese esencial ejercicio democrático.

Cada persona debe sentir ese momento como un deber cívico a cumplir, el cual puede reportarle un beneficio para su familia y su vecindario, si lo asume con el compromiso que ello implica.

No obstante, a la preparación de las asambleas de rendición de cuenta hay que ponerle todo lo que lleva. No puede ser solo la lectura rutinaria de un informe, en ocasiones pre-elaborado para todo un municipio, con ligeras adaptaciones a la realidad de la circunscripción.

Después de casi dos años de proezas de solidaridad y resistencia frente a la Covid-19, no son pocas las iniciativas que pueden animar este proceso asambleario. Desde reconocer a quienes sirvieron de voluntarios, mensajeros, personal de salud o de apoyo, que auxiliaron en las cuarentenas que vivimos en muchos barrios, o en las recientes campañas de vacunación, hasta invitar e involucrar a adolescentes y jóvenes que ahora vuelven a sus actividades habituales y dieron su estirón físico y espiritual en este largo periodo de pandemia.

Llegan además estas asambleas en medio de un proceso de transformación integral de un número significativo de nuestras comunidades con mayores problemas, esfuerzo que es preciso sistematizar y hacer perdurable, sostenible en tiempo. Igualmente, no debemos olvidar a las restantes zonas urbanas y rurales, que también precisan de iniciativas populares para su mejoramiento incesante.

Al  barrio le nacieron en este periodo otras realidades económicas, el perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia, el nacimiento de las micro, pequeñas y medianas empresas, los proyectos de desarrollo local, las ventas de garaje, los productores en parcelas de tierra. Todas estas novedades pueden ser convocadas en respaldo a la gestión del delegado y del atractivo de estas asambleas. Hay que rendir cuentas, sí; y también saberlas pedir. La cuestión es nunca rendirnos para hacerlo mejor.

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