RETRATOS: Confesiones de un centenario

RETRATOS: Confesiones de un centenario

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En el portal de la casa, apoyado en su bastón, Julio Alfonso Machado nos recibe junto a su hija Mirtha, con quien convive en el capitalino municipio de Marianao. En su rostro mantiene el nasobuco, durante esta pandemia la familia ha sido muy cuidadosa, para evitar un contagio. A sus 102 años de edad, cumplidos el 25 de octubre, él aún está fuerte, con una memoria privilegiada que lo lleva con facilidad por los vericuetos de su azarosa vida. “Nací en 1919, aunque en mi carné de identidad aparece 1920. El tío que fue a inscribirme se equivocó de fecha. Antiguamente, eso ocurría mucho”.

 

Desde muy joven, Julio Alfonso se consagró a la lucha revolucionaria y sindical. Foto: Agustín Borrego Torres

 

Natural de la provincia de Cienfuegos, afirma que procede de una familia numerosa. “Éramos ocho hermanos, cuatro de ellos hembras. Nos divertíamos, jugábamos a la pelota, a las bolas… Mi papá, Víctor Manuel, trabajaba como sastre y mi mamá, Luz María, era ama de casa. Se encargaron de que fuéramos personas decentes y de bien”.

Al recordar, menciona un momento especial que marcaría toda su existencia. “Tenía nueve años cuando mi papá llegó del taller, muy exaltado, y oí cuando le decía a mi madre: ‘Mataron a Julio Antonio Mella en México’. Ella enseguida respondió: ‘Fue Machado, lo mandó a asesinar’. Eso se me quedó rondando en la cabeza. Entonces, le pregunté a mamá por qué habían asesinado a Mella. Me explicó que era un líder estudiantil, un comunista que luchaba contra la dictadura de Gerardo Machado. Nunca lo olvidé”.

En ese tiempo, él estudiaba en una escuela pública de la ciudad. “Pero no eran seguras, por cualquier situación, el curso cerraba. Ahí estuve hasta quinto grado. Después matriculé en la escuela de Artes y Oficios de la ciudad cienfueguera, donde obtuve el séptimo grado.  No pude terminar porque cogí sarampión, esa epidemia se extendió por todo el país.

 

En ocasión del aniversario XX del Desembarco del Granma, Julio Alfonso recibe, de manos de Fidel un diploma, en su condición de Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa. Foto: cortesía del entrevistado

 

“Quería tener un oficio y comencé como aprendiz de carpintero ebanista. Resulté un alumno aventajado y opté por la especialidad de tallista. A los 16 años ya trabajaba en una carpintería, pero tuve problemas y me fui; comencé a laborar de forma independiente, hacía trabajos a distintas carpinterías; en esa época se usaba mucho el mueble tallado, le llamaban Luis XV; así me buscaba algún dinero.

“En ese medio se formaron mis ideas revolucionarias. En el taller, había un carpintero que era de la Liga Juvenil Comunista y empezó a hablarme del tema, de la Unión Soviética, de que el socialismo era la antesala del comunismo. Me convenció y me hice joven comunista”, añade.

Vendrían años intensos, en los cuales se fortalecería su vocación patriótica y revolucionaria. Se consagró a la vida política y vivió las transformaciones de la organización. A los 18 años era dirigente de la juventud en Cienfuegos, aunque no vivía de eso. Posteriormente, a finales de la década del 30 del pasado siglo, pasó representar a la Juventud Revolucionaria Cubana ─ que después, en 1944, fue la Juventud Socialista (JS)─, en la provincia de Las Villas. Por su activa participación en la defensa de los derechos de los jóvenes trabajadores, fue seleccionado para representar a la JS en un encuentro celebrado en México con organizaciones progresistas.

 

El General de Ejército Raúl Castro le hizo entrega de la Bandera en ocasión del aniversario XX del Triunfo de la Revolución. Foto: cortesía del entrevistado

 

Al regreso de tierra mexicana, la dirección de la JS lo designó como comisionado juvenil a nivel nacional, por lo que se quedó en La Habana. “Atendía los asuntos de los aprendices, ese grupo tenía muchos problemas, los explotaban más”, expresa.

Entre las tareas asignadas, Julio Alfonso tuvo la responsabilidad de buscar los locales para la impresión de la revista Mella. “Se editó en distintos lugares, hubo que cambiar de casas porque nos perseguían”, rememora.

Mientras conversamos, el hombre hace gala de su memoria y le dice a la hija que busque las publicaciones conservadas durante años y que están en perfecto estado. Muestra los ejemplares y dice: “Precisamente, el 31 de diciembre de 1958, estábamos imprimiendo un número de la publicación y puse Radio Reloj. En ese momento, el locutor interrumpió lo que leía y comenzó a repetir: ¡Última hora, se fue Batista! Lo decía una y otra vez. Aquello fue tremendo, todo el mundo salió para las calles”.

 

Con la Revolución, nuevas misiones

El triunfo del Primero de enero de 1959 le traería la consagración de sus sueños. Durante algunos meses siguió imprimiendo la revista Mella, hasta que se creó, a instancias del Comandante Ernesto Che Guevara, la Asociación de Jóvenes Rebeldes.

“Fui designado como instructor militar para los jóvenes que se preparaban y subían cinco veces el Pico Turquino, era una prueba de fuego. No me dejaron terminar. Fui convocado por el Partido y se me asignó una nueva misión: estaría al frente de un grupo de jóvenes rebeldes que irían a estudiar aviación militar en la Unión Soviética.

“Por esa razón no participé en los combates de Playa Girón. En esos instantes nos encontrábamos adiestrándonos en la Sierra de los Órganos, en Pinar del Río para marchar a la URSS. Por allí pasó el Che y nos orientó hacer trincheras ante la inminente agresión enemiga. Nos fuimos en junio.

 

En la otrora Unión Soviética, junto a instructores soviéticos y estudiantes cubanos. Foto: cortesía del entrevistado

 

“Ya en la Unión Soviética, aunque fui como dirigente, los profesores aprovecharon y me dieron algunas instrucciones de pilotaje, pero en una avioneta. También me hice técnico de los aviones de combate” relata el centenario, quien alega que en ese grupo estaba el hoy general de brigada Arnaldo Tamayo Méndez, primer cosmonauta de Cuba y Latinoamérica.

“Regresamos en el año 1963. Ya teníamos compañeros formados como pilotos de combate de los Mig”, acota y expresa que a partir de ese momento comenzó a trabajar en la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria (DAAFAR).“Transcurría el año 1970, cuando el compañero Quintín Pino Machado me mandó a buscar y me dijo que debía presentarme en la Dirección Política de las FAR, que querían hablar conmigo. No me dio más detalles.

“Allí me explicaron la idea del Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz, de crear el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de las FAR (en la actualidad Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa) y yo iba a estar al frente de la comisión que lo organizaría. Fue una tarea ardua, se crearon las secciones sindicales, después los comités municipales y provinciales. Hasta que el 19 de septiembre de 1971 se realizó la conferencia nacional, presidida por Raúl. Así quedó constituido este sindicato, del cual fui su primer secretario general, responsabilidad que desempeñé durante 10 años. Posteriormente, trabajé un tiempo como administrador en la emisora Radio Rebelde, hasta que ésta y radio Liberación se fundieron. Después me jubilé”.

 

La dicha de conocer a Fidel

Según dice, con un orgullo que no puede evitar, la vida lo premió con la dicha de conocer al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Afirma que, en 1969, mientras estaba con un grupo de militares, en una finca ubicada en El Wajay, en La Habana, el líder cubano se apareció. “Nadie lo esperaba. Todos empezaron a gritar: ¡Aquí está Fidel! Y de pronto, lo tenía a mi lado. Yo no sabía qué decir. Empezó a preguntarme qué hacíamos allí. Él interrumpió la conversación y se quedó mirando para una mata de café que había al lado de nosotros. En ese momento, el arbusto estaba repleto de cafetos muy rojos. Entonces, indagó si ahí teníamos un cafetal. Le respondí que no, era simplemente esa matica.

 

Imagen tomada el día en que Fidel sorprendió a los combatientes e invitó a Julio Alfonso a la finca en San José de Las Lajas. Foto: cortesía del entrevistado

 

“Fidel la alabó y me preguntó si me gustaba la agricultura, a lo que respondí que sí. Más adelante, propuso hacer una emulación conmigo, para ver qué planta tenía más granos, si la que estaba ahí, o las que había en una finca donde experimentaba en San José de la Lajas.

“Me reí de su ocurrencia y manifesté que con él no podía emular. Antes de irse, me invitó a visitar la finca. Como a los dos días, se apareció un automóvil, y el compañero, un oficial, declaró que venía de parte del Comandante en Jefe para llevarme a San José de las Lajas. Él no estaba en el lugar, pero me atendieron como a un embajador. Hice un recorrido por todos los campos, por cierto, tremenda parición la de aquellas matas de café. También me brindaron queso y mermelada de guayaba.

 

Trabajadores civiles de las FAR, junto a Fidel, Raúl y otros dirigentes de la Revolución. Foto: cortesía del entrevistado

 

“Después tuve oportunidad de verlo otras veces. En una ocasión, formábamos parte de un grupo de trabajadores civiles de las FAR, ahí estaban vanguardias del SNTCD que iban a realizar un recorrido por países del campo socialista. Nos reunimos Con Fidel, Raúl y otros dirigentes de la Revolución. Después nos tiramos una foto. Yo estoy a su lado. Él me miró, me dijo que había engordado y me tocó la barriga, luego comentó que tenía que bajarla. ‘Tienes que hacer ejercicio’, sugirió. Para este hombre, sencillo y de pueblo, esos momentos se convirtieron en parte de su historia más preciada.

Cuando se le pregunta cómo concibe al dirigente sindical, a partir de su experiencia, dice que hay que “estar en la base, junto a los trabajadores. No se puede dirigir desde un buró; hay que hablar con ellos, saber cuáles son sus preocupaciones, qué temas les interesa conocer; darle argumentos, exigir porque las administraciones respondan sus inquietudes. Hay que estudiar y prepararse, fue necesario antes y mucho más ahora”.

 

Sin recetas

Confiesa Julio Alfonso que en los amores fue también un hombre de suerte. “Tuve una novia en Cienfuegos, nos quisimos mucho, pero cuando vine para la capital la relación se enfrió. Después conocí a Ángela Pérez Valdés, dirigente de la Juventud Socialista, en el Cerro. En una oportunidad, hubo una huelga grande de los transportistas y terminamos en la Universidad para apoyarlos. Al regreso, nos encontramos en el tranvía. Fue cosa de novela, amor a primera vista, nos enamoramos y nos hicimos novios. En 1953 nos casamos y tuvimos cinco hijas: Irene, Mirtha, Mayra, Maricela y Sandra. Tengo ocho nietos e igual cantidad de biznietos. Lamentablemente, ella falleció en el 2008…”. Calla y en su silencio está contenida la tristeza por la partida del amor con el cual compartió muchas batallas.

 

Julio Alfonso y su hija Mirtha. Foto: Agustín Borrego Torres

 

Ante su vitalidad, le pregunto qué fórmulas ha empleado para llegar así a la senectud. “Ninguna. Mi estilo de vida no fue nada cómodo, más bien duro. Toda la juventud la dediqué a la lucha semiclandestina y clandestina; fui perseguido por mis ideas… Me gustaba bailar, pero eso no estaba dentro de una programación, lo hacía de manera ocasional, no había tiempo.

Confiesa que come bien, adora el café y alguna que otra vez se da un buchito de ron. “También desde hace años consumo un jarabe de noni que yo mismo me preparo. Creo que eso fortalece mi sistema inmunológico. Cuando dejo de tomarlo, me siento débil. La vista si me ha golpeado, padezco de glaucoma, pero lo resuelvo con timolol”, dice y añade que antes iba a hacer ejercicios en el grupo de Taichi, pero con la pandemia, hubo que dejarlo. “No obstante, doy mi vueltecita, despacio, por la cuadra”.

 

Julio Alfonso Machado dirigió durante 10 años el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de las FAR (en la actualidad Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa). Foto: Agustín Borrego Torres

 

A Julio le gusta estar cerca de la juventud. “Hay muchas modas que no entiendo, eso de que los hombres se pinten el pelo, o que se hagan tatuajes no me gusta, pero hay que dejarlos… Eso sí, les digo que hay que estudiar, trabajar y producir; ser honesto, patriota. Que hay que cuidar a la Revolución”.

Acerca del autor

Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

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